Susana y Osvaldo están casados, viven en la Ciudad de Buenos Aires y son médicos jubilados. “Nos egresamos de la Facultad de Medicina hace cincuenta años. Él en el '75 y yo en el '74”, cuenta ella, que llegó con un pañuelo azul atado a sus cabeza con frases en defensa de la universidad pública. “Tenemos tanta pobreza y tanta ignorancia que por eso nos gobierna un cómodo”, responde él. Sobre la importancia de la UBA, creen que se trata de una de las últimas prestaciones del Estado “con prestigio” y un catalizador para achicar las diferencias sociales: “Siempre buscó favorecer a los que menos tienen”. A su vez, pese a la magnitud de la convocatoria, ambos son pesimistas sobre la posibilidad que la protesta tuerza la mano del Gobierno. “No, no creo que cambie”, lamentan.