El calor mata: la mortalidad se dispara en las olas cada vez más extremas

Ana Ordaz / Raúl Sánchez

elDiario.es —

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Una frase que este año se lleva repitiendo prácticamente desde mayo en Europa: “Este calor no es normal”. Así es. En lo que llevamos de verano boreal, el de 2022 ya fue el más caluroso de la historia en 25 provincias españolas. Temperaturas extremas y termómetros más de 10 grados por encima de lo normal en esta época. Unos datos que no son puntuales y que se agravan cada año a causa del cambio climático. A la innumerable lista de consecuencias de la crisis climática (temperaturas extremas, incendios, calentamiento de la superficie marina, contaminación por ozono...) hay que añadirle otra más: el aumento de la mortalidad.

A mediados de julio se sucedieron las muertes de tres trabajadores a causa de golpes de calor, a pesar de que la Inspección de Trabajo había advertido a una de las empresas de que debía proteger a sus empleados frente a las temperaturas que se esperaban. Esos días, entre el 10 y el 18 de julio, España atravesaba la segunda ola de calor de 2022, especialmente agresiva, con termómetros que superaron los 40 grados en muchas provincias y noches tórridas que no bajaron de los 25. La primera ola de calor del año, la de principios de junio, que batió récords históricos, también coincidió con un pico de fallecimientos. No es casualidad.

Para ver la correlación entre la subida de las temperaturas y la subida de la mortalidad, elDiario.es analizó los datos del MoMo (sistema de monitorización de la mortalidad) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y los registros históricos de las olas de calor en España desde 1975 de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

A la hora de leer los datos, hay que tener en cuenta que para hablar de “ola de calor” deben cumplirse una serie de condiciones. Explica la AEMET que debe tratarse de un episodio de al menos tres días consecutivos en los que como mínimo el 10% de las estaciones de medición de temperatura registren máximas por encima de un determinado umbral de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000.

Un buen ejemplo de episodios intensos de calor que a nivel general llamaríamos “ola de calor” pero que no llegan a registrarse oficialmente así lo encontramos precisamente este año. El pasado mes de mayo fue el más cálido de los últimos casi 60 años, según el balance climático de la primavera de 2022 publicado por la AEMET. Se trató del mayo más cálido del siglo XXI y del segundo de la serie histórica. Se superaron los 40 grados en algunas zonas de Andalucía y se batieron varios récords de temperatura máxima para la primavera [aquí contamos todos los datos sobre el calor récord en mayo]. Con todo, aquellos días no cumplieron los requisitos para ser registrados como ola de calor, sino como episodio “extraordinario” de calor.

Una tendencia que se agrava cada año

El ejemplo de 2022 que ilustra el comienzo de esta información no es un caso aislado. Según los cálculos realizados por elDiario.es a partir de los datos diarios de exceso de mortalidad y los datos de olas de calor, el exceso de mortalidad –la variación entre las defunciones observadas respecto a las estimadas para ese periodo– se dispara durante las olas de calor. En el verano de 2018, durante el tiempo que no hubo olas de calor, las muertes observadas fueron ligeramente superiores a las esperadas, un 0,7% más. Sin embargo, ese mismo verano, durante los episodios de olas de calor, el exceso de mortalidad fue del 10,3%.

El gráfico que sigue muestra esta comparación en los últimos veranos. Hay que tener en cuenta que los de 2020 y 2021 están muy influidos por la mortalidad asociada al coronavirus durante la pandemia. El análisis de los datos también revela la excepcionalidad de lo que llevamos de verano de 2022. Sin olas de calor, el exceso de mortalidad fue (por ahora) del 15,6%. Con los episodios de temperaturas extremas, las muertes se disparan un 30,5% respecto a las esperadas. El ISCIII apunta que este año “las estimaciones están por encima de las de otros años y de lo que podría esperarse. La gran mayoría se estima en personas muy mayores, por encima de los 85 años, y entre los 75 y los 85”.

María del Campo Giménez, médica de familia y comunitaria del PAPPS de semFYC, explica que “la mortalidad asociada al calor no se cuantifica únicamente con lo que se conoce como 'golpe de calor', sino que también se relaciona con el agravamiento de patologías ya existentes, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, pulmonares, renales, gastrointestinales o incluso neurológicas”.

Aunque cualquier persona se puede ver afectada por el calor, hay grupos especialmente sensibles a sus efectos y sus consecuencias, relata, “de ahí la importancia de la prevención y de la detección precoz de síntomas”. En las personas con patologías previas pueden existir alteraciones de los dos mecanismos de adaptación (vasodilatación y sudoración para refrigerar el organismo) y descompensar esa patología“. La experta en Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud apunta que hay que prestar especial atención a los mayores de 65 años, a las personas con enfermedades crónicas y en tratamiento, así como a los menores de 4 años, especialmente a los lactantes.

Además, hay que tener en cuenta otros factores sociodemográficos, como el nivel de renta. ¿Los ingresos del hogar? Así es: un estudio del Instituto de Salud Carlos III evidencia que el calor extremo mata más a los pobres. Y es que, según muestran los datos de Eurostat, cada vez necesitamos poner más el aire acondicionado para combatir el calor severo. El trabajo del ISCIII indica que “incluso aunque las casas tengan un aparato de aire acondicionado [primer elemento para poder combatir el calor extremo], la población con bajos ingresos tiende a no usarlo aunque sufran”. 

¿Qué es exactamente el “exceso de mortalidad”?

El calor es “uno de los factores ambientales que tiene mayor impacto sobre nuestra salud; se estima que en España se dan cada año unas 1.600 muertes atribuibles a temperaturas excesivamente altas, apunta la médica de familia. Durante la última ola de calor de este verano, el exceso de mortalidad llegó a alcanzar una media semanal de 674 decesos. Es el pico más alto de los últimos veranos. La siguiente cifra más alta de exceso de mortalidad durante una de calor –obviando 2020 y 2021– la encontramos en 2015. Durante esa ola de calor, que duró 26 días, se llegó a producir un exceso de 271 fallecimientos. ¿Quiere esto decir que todas todas esas muertes se hayan producido a causa del calor? No.

Desde el ISCIII explican que el exceso de mortalidad es “una estimación por todas las causas, no es directamente sobre calor”. “No se pueden saber las causas exactas ni achacarlo a un solo motivo concreto. Puede influir el calor de estas semanas (estimaciones también elevadas por muertes atribuibles a calor), el COVID, las consecuencias de la pandemia (causas indirectas sociosanitarias, de uso del sistema, de aislamiento...), la fragilidad de personas vulnerables en relación con todo lo anterior...”, aclaran.

Recalcan que “se trata de estimaciones –no se refieren a personas reales fallecidas, no se trata de un registro de defunciones– que hay que manejar con prudencia, consolidar datos y estudiar a futuro” y subrayan que “por ello, es incorrecto decir, por ejemplo, que 'han fallecido X personas por esta ola de calor'”.

Además de la del MoMo, otra estimación que sirve para hacer una aproximación de la mortalidad asociada a las altas temperaturas es la del Instituto Nacional de Estadística (INE). En su Estadística de defunciones según la causa de muerte, el INE recoge las muertes por exposición al calor natural excesivo en todos los lugares. Según sus datos, 306 personas habrían fallecido por esta causa entre 2015 y 2020 (últimos datos disponibles). De ellas, más del 60% tenían más de 60 años.

Veranos cada vez más extremos

El calentamiento global y la crisis climática provocan olas de calor cada vez más intensas: se producen antes, con temperaturas más altas y cada vez más largas, cada año es más frecuente que los picos térmicos se produzcan más veces y durante más días. Basta con mirar la evolución del número de días de ola de calor registrados por la AEMET.

En la década de los 80, el promedio de estos días era de 6-7 días en todo el verano. En los 90, de unos 9-10 días, con años excepcionales como 1991. En la década pasada, esta media superó los 15 días. Los veranos de 2012, 2015, 2016, 2017 y 2019 registraron más de dos semanas de olas de calor. Y solo en lo que llevamos del verano de 2022 ya se contabilizan 17. Una tendencia que se agrava cada año y que hace que los veranos sean cada vez más extremos.