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La chispa de la escalera, las series del mes

Una imagen de la serie "Alguien en algún lugar" que regresa este mes a las pantallas.

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Uno. Cada vez leo menos noticias. O, mejor: entiendo cada vez menos qué es una noticia. Entonces, cuando hago el intento por leer alguna, termino un poco perdida entre esas palabras zumbonas que se presentan como lo insoslayable, lo urgente, lo necesario (por acá lo dijo con mucha gracia el escritor Horacio Convertini cuando, en una entrevista que le hice por la salida de su excelente novela La exactitud del dolor, habló de elogios envenenados). Creo que esta tendencia –perderse, no entender– no tiene nada que ver con un desinterés por lo que pasa alrededor o con la apatía, sino con una suerte de fisura. Un agujero en un tiempo que eligió como banda de sonido diaria una palabra un poco aterradora y ciertamente policial: “notificación”. Minuto a minuto, segundo a segundo, recibimos notificaciones, es decir, somos notificados de algo. Como si estuviéramos en falta, como si debiéramos dinero, como pollitos en fuga ante una ley implacable que nos acecha: “mirá”, “sabías que”, “no te pierdas” (¿y si quería perderme? ¿y si prefería no saber?). Pero esto es una discusión o un desvelo propio que no viene al caso ahora, así que mejor vuelvo. El otro día, más allá del problema que estoy teniendo con este género particular, algo que se presentaba como una noticia me capturó: cada 30 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Traducción en homenaje a Jerónimo de Estridón, conocido como San Jerónimo, quien fue traductor de la Biblia y se convirtió en el santo patrono de los traductores. 

Dos. En su precioso libro Se vive y se traduce (Entropía, 2021, más por acá), la escritora y traductora Laura Wittner comparte distintos subrayados que hizo con palabras de autores que hablan sobre la traducción. Me quedo con uno que rescata de Anne Carson, lo subrayo también: “Me gusta el espacio entre idiomas porque es un lugar de error o de equivocación, de decir las cosas menos bien de lo que se habría deseado, de directamente no lograr decirlas. Y creo que eso es útil para escribir porque siempre es bueno perder un poco el equilibrio, ser desalojada de esa autosuficiencia con la que una suele ir por ahí percibiendo el mundo y diciendo lo que percibe. La traducción produce constantemente ese desalojo, y por eso respeto la situación; aunque no creo que la disfrute. Es un filo útil contra el cual medirse”.

Tres. En la clase de francés aparece la palabra esprit en un ejercicio y la profesora me advierte de la condición filosa del término. Me dice que rápidamente podría traducirse como espíritu, pero que en este terreno nunca es una buena idea apurarse. Porque en francés eso que a los hispanoparlantes nos suena como espíritu y tal vez se nos represente como una entidad medio celestial, mística o volátil, podría referirse a la mente, a la mentalidad, a la cabeza. O también al alma, al espíritu en tanto aire de época, al presente. Incluso al ingenio. Circula bastante la traducción un poco apurada de la expresión en francés l’esprit de l’escalier como el espíritu de la escalera (no hace mucho, de hecho, me la crucé en el libro Un puñado de flechas, de María Gainza, en un texto sobre Guillermo Kuitca). Se supone que refiere a ese momento tardío en el que encontramos una respuesta que hubiera sido más ingeniosa o ajustada de la que nos salió al calor de una conversación determinada. A mí me gusta leerlo como la chispa de la escalera. La imagen es atribuida al filósofo francés Denis Diderot en su texto La paradoja del comediante. Ahí señala: “El hombre sensible, como yo, ante eso que le objetan, pierde la cabeza y no se encuentra sino al pie de la escalera”. Ese momento de iluminación cuando el pie abandonó el último peldaño, ese desalojo necesario del que habla Carson, ese instante de desvelo cuando se apaga el día, esa palabra que centellea a destiempo son, después de todo, una forma del encuentro. Vale para la traducción, las discusiones, la lectura o el amor: no hay chispa sin desfasaje.

Cuatro. Leo el flamante libro Museo del beso (Reservoir Books, 2024), de Matías Moscardi y Andrés Gallina. Allí trazan una suerte de historia del arte de besar, con un montón de lecturas, con poesía y con un tono chispeante y medio juguetón que, en un tiempo en el que van ganando por goleada los relatos de pasiones tristes –¡y las notificaciones!–, se agradece. Por las páginas del libro se cruzan con sutileza Klimt, los registros arqueológicos de la Antigüedad, los besos récord Guinness, El erotismo de Bataille, Ovidio, Sylvia Plath, Shrek. En el capítulo dedicado a los besos de despedida recuerdan escenas de una película de perdidos en la traducción y al mismo tiempo de encontrados a los ponchazos. Una de mis favoritas, también: Lost in Traslation, de Sofia Coppola. En el final hay algo de la chispa de la escalera, o del ascensor, para ser más precisa. Algo no dicho entre los protagonistas que inevitablemente llega con delay. Así lo describen Moscardi y Gallina: “Bob divisa a Charlotte en la multitud y le pide al conductor de la limusina que se detenga. Baja. Corre. La alcanza. Ella tiene los ojos vidriosos. Se abrazan suavemente. Él le acaricia el pelo. Le dice algo al oído, algo que no alcanzamos a escuchar. Un secreto. El secreto entre Bill Murray y Scarlett Johansson, guardado para siempre, es un beso entrañable. El abrazo se deshace. Ahora están cara a cara. Scarlett sonríe entre lágrimas. Se dan un pico de esos blanditos, de unos cinco segundos. Por fin. Bob la besa en la mejilla y ahora sí, ya está: se despiden. ¿Por qué una película cuyo tema es la traducción termina con un beso intraducible? El beso nos rescata por un segundo de esa soledad aunque no sea más que para devolvernos, al segundo siguiente, al baldío de una lengua impenetrable y extraña”.

Empieza una nueva edición de este desfasaje semanal que se llama Mil lianas

1. Series y películas de octubre. Entramos en la recta final del año y el frondoso universo del streaming sigue renovándose con estrenos, lanzamientos de películas que después de pasar por el cine llegan al formato hogareño y el regreso de nuevas temporadas de producciones bien conocidas y queridas por el público.

Por mi parte, todas las fichas van a la tercera entrega de Alguien en algún lugar, con Bridget Everett, por Max. Pero hay mucho más. Por eso armé un repaso por algunas películas y las series más destacadas que aterrizan en las plataformas a lo largo de octubre. Pueden leerlo en este enlace.

El repaso con las películas y las series que llegan al streaming en octubre puede leerse en este enlace.

2. Vida en Marta, de Santiago Craig. Lo común, lo insólito, lo sospechosamente excepcional, lo ordinario. Como si alguien pudiera ir metiéndose con una luz en las capas que componen una vida para diseccionarlas, analizarlas y volverlas a encajar en eso que todavía late. Igual que un viajero interplanetario que pisa sobre un suelo que no conoce y no deja de atraerlo. Con la curiosidad incansable de un astronauta que mira por primera vez, que observa maravillado, que quiere poner en palabras. 

Con ese espíritu exploratorio, audaz y profundamente poético, el escritor Santiago Craig recorre desde su nacimiento hasta su vejez y su muerte la historia de una mujer de clase media argentina en su reciente novela Vida en Marta (Tusquets, 2024). Un relato microscópico, sensible, alucinante, que no traza divisiones entre grandes episodios y momentos nimios, que prefiere detenerse en los ecos de lo recordado más que en el bullicio de lo memorable.

Hace unos días entrevisté a Santiago Craig para hablar de su novela y también de la escritura. “Para escribir hay que parar, hay que plantarse un poquito más atrás de donde estás siempre”, me dijo durante la nota. Pueden leerla completa por acá.

Vida en Marta, de Santiago Craig, salió por Tusquets. En este enlace, una entrevista con el autor.

3. Desarmadero, de Eugenia Almeida. La casse (Desarmadero) acaba de recibir el Grand Prix de Littérature Policière. Enorme honor y enorme alegría. Un premio que, en su momento, recibieron libros indispensables para mí como El talentoso señor Ripley, de Patricia Highsmith o El silencio de los corderos, de Thomas Harris. Mi agradecimiento al Jurado y, especialmente, a todos los que hicieron posible que este libro llegara a lectores franceses”, publicó hace unos días la escritora argentina Eugenia Almeida en su cuenta de Instagram. Se trata de un reconocimiento muy especial –por primera vez lo recibe una autora argentina y por tercera alguien hispanoparlante– para una autora increíble. 

Si se distrajeron o no llegaron a leerlo cuando se publicó por acá, Desarmadero (Edhasa, 2021) cuenta la historia del imperio de un hombre misterioso que se dedica al tráfico de autopartes. Una fortaleza que de a poco empieza a desmoronarse. Ocurre a partir de algunos pasos en falso que dan un par de jóvenes quienes, como las piezas que comercian de manera sigilosa, forman parte de un engranaje a punto de estallar. Un polvorín. Un circuito plagado de vínculos turbios, de corrupción y silencios.

Con una prosa afiladisima, audacia y un ritmo desenfrenado que pese a su velocidad da lugar a algunos pliegues del lenguaje, a las pausas poéticas y a una escucha muy atenta del registro oral de los protagonistas, en Desarmadero confluyen varios personajes al borde de distintos abismos. Desde el líder de la banda hasta las altas esferas del poder, pasando por una pareja de clase media, además de chicas y chicos jóvenes perdidos en un mundo que los expulsa todo el tiempo. Nadie parece estar a salvo. En esta entrevista que le hice apenas salió Desarmadero pueden leer más sobre el libro y sobre su autora.

Desarmadero, de Eugenia Almeida, fue recientemente premiado en Francia. En Argentina fue publicado por Edhasa. Más información, en esta entrevista con la autora.

Banda sonora. Tipeo esto de pie: Sir Paul McCartney se encuentra en suelo argentino para dar una serie de shows en nuestro país. Así que esta banda sonora lo homenajea como se merece y varias de sus canciones se suman a nuestra lista compartida (sí, esa que siempre encuentran todas las semanas por acá).

Bonus track. Dos si van a andar por Buenos Aires este fin de semana. Les recuerdo que comenzó la Semana Negra BA y todavía hay una buena cantidad de actividades gratuitas con autores y autoras que hablarán, desde distintos enfoques, sobre literatura policial. Pueden leer más por acá.

Además, el domingo 6, en el barrio porteño de San Telmo, tendrá lugar a partir de las 14 una feria de libros usados y un festival de poesía en la calle. Lo organiza La Libre y reunirá a una gran cantidad de librerías de segunda mano. Prometen “libros únicos, irrepetibles y joyas a precios súper económicos”. La dirección es Chacabuco 917, CABA y pueden encontrar más información en este enlace.

Posdata. La semana pasada les hablé de Nora Lezano, de sus fotos divinas y de la búsqueda que está haciendo para encontrar a algunas personas que fue retratando en recitales a lo largo de su trayectoria para regalarles cuadros con aquellas imágenes. Por estas horas Nora me contó que ya aparecieron dos de las personas retratadas entre el público del recital de Sepultura de 1994. Una de ellas, de hecho, tiene una historia muy linda alrededor de ese show que seguramente la protagonista y la fotógrafa contarán muy pronto en sus redes, así que estén atentos. Una alegría los encuentros, las botellas al mar llegando a destino y que las fotografías, gracias a la generosidad de quien las tomó, sigan cubriendo de belleza este mundo.

¡Hasta la próxima!

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