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Las mujeres que sufren violencia obstetricia verbal tienen más riesgo de padecer depresión postparto

Una paciente en una consulta de embarazo

Ana Requena Aguilar

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Las mujeres que sufren violencia obstétrica verbal tienen más riesgo de desarrollar depresión postparto. Un estudio realizado por cuatro enfermeros españoles publicado en la revista científica Midwifery ha identificado varios factores que aumentan las posibilidades de que las mujeres sufran este trastorno después de dar a luz: haber sufrido violencia obstétrica verbal y afectiva, que su bebé haya necesitado ingreso en la UCI y ser multíparas, es decir, tener varios hijos. Los investigadores han encontrado también que el apoyo del acompañante durante el parto funciona como factor protector frente al riesgo de desarrollar depresión en el puerperio.

“El puerperio es el gran olvidado, una vez que una mujer da a luz parece que ya no nos interesamos por ella, que la preocupación es que el niño esté sano y ya. La visita puerperal para revisar el estado de las madres ni siquiera se hace en algunos lugares”, cuenta Juan Miguel Martínez-Galiano, profesor del departamento de Enfermería de la Universidad de Jaén y uno de los autores del estudio. Eso a pesar de que los datos muestran que la depresión postparto afecta a entre el 12 y el 19% de las madres, “un porcentaje nada desdeñable”, apunta Martínez-Galiano, teniendo en cuenta, además, las consecuencias para la salud de la madre y también del bebé que tiene este trastorno.

“Hablamos mucho de depresión postparto pero, ¿qué hacemos al respecto? No se dedican ni recursos ni atención suficiente”, opina Martínez-Galiano. La sorpresa de los investigadores fue no encontrar apenas estudios sobre la posible relación entre la violencia obstétrica y el desarrollo de este trastorno. Después de una búsqueda exhaustiva solo encontraron un trabajo, hecho en Brasil, que indagara en la materia. “Así que nos pusimos a ello”, dice el profesor. Su estudio, hecho en 2019, tomó como muestra a 782 mujeres que habían dado a luz en España durante los doce meses anteriores. Las participantes respondieron un cuestionario online que incluía variables clínicas y socioeconómicas y que preguntaba también por la percepción de haber sufrido violencia obstétrica.

Los investigadores se valieron de la Escala de Edimburgo, que contiene 10 ítems a los que se les da una puntuación. Si el resultado que arroja la escala es superior a diez, esa mujer tiene alto riesgo de sufrir depresión postparto y se recomienda hacerle seguimiento. Es una escala que muchos sistemas de salud utilizan como cribado para valorar el riesgo de cada mujer, pero cuyo uso no está sistematizado en España.

Los resultados de este trabajo muestran que haber sufrido violencia psicoafectiva y verbal durante el parto es un factor de riesgo para desarrollar depresión en el puerperio. Juan Miguel Martínez-Galiano describe algunos de los comportamientos incluidos en ese tipo de violencia obstétrica: “Que te quejes y te critiquen, que te separen del bebé al nacer, infantilizarte, negarte cualquier posibilidad de decisión, mandarte callar, ridiculizarte porque lloras o gritas, ignorar tus necesidades o tus preferencias...”. Por contra, la violencia obstétrica física -por ejemplo, exploraciones vaginales repetitivas, episiotomías no indicadas, presión abdominal para intentar que el bebé descienda (la conocida como maniobra de Kristeller, desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud)- no aparece como un factor de riesgo.

“Nos sorprendió que no apareciera. Nuestra hipótesis es es que es posible que ciertas prácticas estén tan interiorizadas como algo normal, como parte de la práctica clínica, que las mujeres sientan que era algo que les tenían que hacer necesariamente y que no lo identifiquen como violencia. No olvidemos que son prácticas muy aceptadas e interiorizadas en la sociedad, ¿quién cuestiona una cesárea o una episiotomía? Si lo consideras normal no te sientes víctima de violencia. Por eso pensamos que no aparece en las respuestas de las mujeres, pero no podemos afirmar con datos que tenga relación”, explica el investigador.

Otros dos hechos aparecen como factores de riesgo. Uno, que el bebé haya necesitado ingreso en la UCI, algo que suele implicar una separación temprana de la madre que en ocasiones se alarga en el tiempo y que produce cuando hay riesgo para la salud o la vida del menor, y el segundo, que la mujer sea multípara, es decir, que ya tenga más hijos. Las dos variables coinciden con los resultados de otros estudios sobre depresión postparto.

La investigación encuentra que tener una pareja o acompañante que ofrece mucho apoyo durante el parto funciona como protección. “Es sentir que no estás sola en esto, que validan tus emociones o tus necesidades, que te apoyan en la toma de decisiones, si prefieres deambular, si quieres tomar agua durante el trabajo de parto... Tener un acompañante que apoye puede hacer incluso que los profesionales modifiquen su actuación”, agrega Martínez-Galiano.

La presidenta de la Asociación de Matronas de Madrid, Cristina González, avala estas conclusiones. Asegura que acudir con regularidad a las visitas con la matrona y tener buena información y educación maternal suele ser una ayuda muy importante. “Aquí es relevante el papel de la pareja, que actúa como intermediario con el equipo médico, por lo que un acompañante informado y que lleve a cabo un acompañamiento activo es tremendamente importante”, apunta González. En general, añade, los hospitales que son más intervencionistas tienen también una tasa mayor de depresión postparto, “y el intervencionismo no basado en la evidencia, aparte de ser violencia obstétrica per se también se relaciona con la falta de información durante el parto”.

Para la psiquiatra infantil y perinatal Ibone Olza, es importante diferenciar entre la depresión postparto y el trastorno de estrés post traumático después del parto, dos trastornos que pueden presentarse juntos pero que también suceden por separado. “La depresión postparto tiene mucho que ver con antecedentes personales y familiares, con componentes psicosociales como la soledad, las expectativas y la idealización de la maternidad. Los síntomas son tristeza, falta de energía, pérdida de capacidad de disfrute, verlo todo negro, pensar que no vas a ser capaz de cuidar al bebé o de quererlo, dificultad para dormir... Puede que los bebés se duerman y las madres no, que se queden alerta, muy preocupadas, con síntomas de ansiedad”, explica.

El estrés postraumático, añade, está especialmente relacionado con haber sufrido violencia obstétrica. “Tiene más que ver con que te ha pasado algo que te ha desbordado por completo y que lo recuerdas a todas horas. Piensas en eso cuando ves a una embarazada o a una madre o pasas por un hospital, es una película que no puedes quitarte de la cabeza. Suele haber alteración del sueño, pesadillas, síntomas de ansiedad...”, dice Olza. Si la depresión postparto está poco atendida, el estrés post traumático después de haber sufrido violencia obstétrica en alguna de sus formas está, cuenta la experta, muy poco estudiado.

Precisamente, las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud señalan que hay que prestar atención a la salud mental de las madres en el puerperio, con servicios adecuados para atender, prevenir y tratar los síntomas de la ansiedad y de la depresión postparto.

ARA

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