Al pitido de más de un centenar de silbatos, UNICEF lanzó una campaña por los derechos de los niños

Abigail Contreiras Martínez

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Un silbido casi unísono. Centenares de silbatos sonaban, en la tarde del martes, en una sala del segundo subsuelo del Centro Cultural Kirchner al finalizar un evento organizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) Argentina. Aunque más prolongado, el sonido recordaba al que emite un árbitro cuando indica una falta o un guardavidas en la playa cuando tiene que alertar a algunos distraídos que se alejan peligrosamente de la orilla.

La similitud no es casual. Cada silbato que se oía pitar era un árbitro que señalaba la falta que comete el Estado en términos de protección de las infancias y cumplimiento de los derechos de los niños. Eran, al mismo tiempo, un recordatorio de que todos los presentes que lo hacían sonar pueden actuar como guardavidas y rescatar a esos niños que ven cada vez más lejos la satisfacción de sus derechos a la educación y a la salud física y mental.

En Argentina, la Convención sobre los Derechos del Niño tiene jerarquía constitucional y el Estado ─en conjunto con familias y organizaciones─ debe garantizar la satisfacción de cada una de las necesidades y derechos allí contemplados. En el año en que se cumplen 40 años de democracia y se celebran elecciones presidenciales, UNICEF decidió lanzar la campaña #GuardavidasDeLaInfancia, que busca visibilizar los principales desafíos que atraviesan los menores de edad en el país. “Es fundamental priorizar los derechos de los chicos y las chicas desde la función que cada uno tiene en la sociedad para generar más y mejores oportunidades de bienestar en la infancia”, afirmó Luisa Brumana, Representante de UNICEF en Argentina.

El plato de comida, que los funcionarios, empresarios, celebridades y demás presentes en el evento tienen asegurado todos los días, es una excepcionalidad para más de un millón de menores que se ven obligados a saltear una comida diaria por falta de recursos. Un total de 1,7 millones de niños, niñas y adolescentes viven en hogares cuyos ingresos son insuficientes para comprar alimentos básicos. Incluso en los casos en los que es posible mantener la alimentación diaria, la calidad de la dieta empeoró de modo tal que se redujo el consumo de carne y de frutas y verduras en el 70% y 40% de los hogares, respectivamente.

“Yo sé que la comida de este comedor es muy importante para estos chicos, quizás la única”, indicó María Ramírez, cocinera en una escuela del paraje salteño Las Llanas que se capacitó para utilizar los alimentos disponibles de manera nutritiva. Aunque su ejemplo es y debería ser replicado en cada rincón del país, su compromiso debe también ser complementado con políticas de estado para evitar que su efecto positivo se diluya en el tiempo. Revertir el ajuste del 4,3% interanual que sufrió el presupuesto nacional para la niñez y adolescencia en 2022 constituye una primera brazada para acercar a los niños a la orilla y rescatarlos del peligro que supone la vulneración de sus derechos más básicos.

Destinar mayor presupuesto para asistencia social no es la única manera de reducir la pobreza y sus consecuencias: es necesario también asegurar que los chicos finalicen su educación. Tal como expresó Julián Weich, conductor de televisión y embajador de UNICEF Argentina, en el auditorio del Centro Cultural Kirchner, la pobreza se hereda al igual que la riqueza. Garantizar que los chicos completen sus estudios implica mejores oportunidades de inserción en el mercado laboral en la adultez, con mayores ingresos, y, así, reducir la pobreza generacional. Sin embargo, hoy en día, el 53% de los jóvenes de 19 años en situación de pobreza no completa el secundario, según la Encuesta Permanente de Hogares 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

El abandono escolar atiende a múltiples factores. Alrededor de un 30% de los estudiantes entre 15 y 17 años que dejan de asistir a la escuela consideran que sus aprendizajes no son relevantes para sus vidas. La desactualización de los contenidos, sumado al bajo nivel de integración de TIC a las prácticas de enseñanza, genera una currícula alejada del desarrollo de las habilidades digitales fundamentales en pleno siglo XXI, que desalienta la continuación de los estudios.

La adopción de roles adultos también influye en el abandono escolar. En los sectores más vulnerables, los jóvenes deben salir a trabajar de manera prematura para complementar los ingresos de los jefes del hogar. En los casos en los que ambos padres trabajan fuera de la casa, además, los hermanos mayores suelen quedar a cargo de las tareas de cuidado de los más pequeños, lo que impide su asistencia regular a la escuela. Uno de los spots proyectados por UNICEF durante el evento revela que al menos 300 niños y niñas de entre 0 y 3 años se quedan solos o al cuidado de un hermano o hermana menor de edad.

Estas situaciones no sólo afectan a los hermanos que deben adoptar roles que no les corresponden y carecen de las herramientas para sostener una crianza positiva, sino también a los infantes que requieren de un cuidado cariñoso y sensible para alcanzar un bienestar integral. Actualmente, la oferta de espacios de educación y cuidado de primera infancia es bastante escasa y dispersa. Según datos de UNICEF, sólo el 19% de las niñas y niños de hasta 3 años tiene acceso a estos servicios. La nueva normativa que obliga a las empresas de más de 100 empleados a crear salas maternales representa un avance hacia la coparticipación de las responsabilidades de cuidado entre las familias y el sector privado.

Eliminar estos obstáculos para la asistencia a la escuela no sólo es relevante para el desarrollo laboral futuro de los estudiantes, sino también porque los colegios funcionan como una red de contención frente a maltratos en los hogares. Los docentes pueden advertir situaciones de agresión en sus alumnos en un contexto en el que el 59% de los hogares utiliza métodos violentos de crianza como ataques verbales, gritos y castigos físicos.  En aquellos hogares donde residen niños con discapacidad y quien queda a cargo es otro menor de edad, la incidencia de este tipo de maltratos, que violan lo establecido en la Ley Nacional de Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes es mayor.

Los silbatos que sonaron al unísono en el segundo subsuelo del Centro Cultural Kirchner quizás terminen en algún cajón en la casa de cada uno de los presentes, pero el pitido que provocaron ya generó una alarma. Al igual que un guardavidas advierte cuando un turista se alejó más de lo debido de la orilla, UNICEF dejó en claro que, hoy en día, la brecha entre la realidad de las infancias argentinas y sus derechos contemplados en leyes y convenios representa un peligro para todos los niños.

ACM