Maniobra sorpresa de Vladímir Putin con el objetivo de contrarrestar el ultimátum de Donald Trump para detener los combates en Ucrania. El Kremlin ha confirmado que se celebrará una reunión cara a cara entre presidentes en los próximos días, después de que Trump expresara esta misma determinación el miércoles, tras la visita de su enviado, Steve Witkoff, a Moscú. Putin parece haber desactivado el enésimo ultimátum de Trump sin hacer concesiones en la invasión de Ucrania.
El movimiento permite al líder ruso esquivar la ira de Trump a la vez que gana tiempo en el campo de batalla, y al líder norteamericano, presentarse como el pacificador que ha querido encarnar desde que volvió a la Casa Blanca.
Según el asesor presidencial ruso, Yuri Ushakov, se está trabajando para que el encuentro sea la semana que viene, aunque “es difícil decir cuántos días durará su preparación”. “El lugar está acordado. Vamos a informar de ello más adelante”, ha añadido.
Una de las opciones son los Emiratos Árabes Unidos, cuyo presidente se ha reunido este jueves con Putin en el Kremlin. El líder ruso lo ha descrito como “uno de los emplazamientos adecuados” para la cita. Tampoco son descartables Arabia Saudí, anfitriona de las primeras negociaciones rusoamericanas en febrero, o Qatar, mediador en varios de los intercambios humanitarios durante la guerra en Ucrania.
Otra de las posibles sedes es Turquía, que ha acogido las tres últimas rondas de conversaciones directas entre Rusia y Ucrania. Tras conocerse la noticia, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha hablado por teléfono con su homólogo turco, Hakan Fidan, sin que trascendieran más detalles.
¿Por qué tanta prisa?
El Kremlin y la Casa Blanca discrepan sobre quién tuvo la iniciativa de la reunión. Primero, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aludió al “deseo expresado por los rusos” de reunirse con Trump y añadió que el presidente estaba “abierto” a dicha cita. Luego, el Kremlin contradijo la versión. Ushakov matizó que la reunión había sido una “sugerencia” norteamericana.
El orden de los factores no altera el producto, pero en este caso da pistas de cuál podría ser la motivación de la jugada. Hasta ahora el dirigente ruso se había mostrado abierto a verse cara a cara con el presidente de Estados Unidos, pero sus portavoces siempre habían descartado que la reunión pudiera ser inminente, con el argumento de que antes eran necesarios muchos preparativos para que llegara a ser productiva.
“El encuentro tendrá lugar, sin duda, con el tiempo, pero el momento no ha llegado, hay un trabajo ingente por hacer”, decía el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, hace menos de tres semanas. ¿Entonces por qué, de repente, tanta prisa?
Nada indica que en las últimas semanas se haya desbrozado la ingente cantidad de obstáculos previos al encuentro. “Las reuniones de este nivel requieren semanas o meses de preparación. No podemos esperar más que declaraciones de intenciones y memorandos”, advierte el periodista ruso en el exilio Anton Barbashin en X.
Ganar kilómetros en el frente
Una de las hipótesis es que la reunión sea una estratagema de Putin para distraer la atención de Trump y aplacar sus amenazas de sanciones y aranceles. Reuters informaba esta semana de que el presidente ruso no tenía intención de ceder al ultimátum estadounidense porque mantenía intacto el objetivo de conquistar la totalidad de las cuatro regiones ucranianas que se anexionó en la Constitución.
Putin no cree que sea el momento de detener los combates porque está convencido de que lleva la iniciativa en el frente y su Estado Mayor le ha asegurado que las líneas ucranianas podrían colapsar en dos o tres meses.
Ucrania ha sufrido algunas de sus pérdidas territoriales más importantes de 2025 en los últimos tres meses, incluidos más de 500 kilómetros cuadrados en julio, según el centro de análisis finlandés Black Bird Group.
El experto militar alemán Julian Röepcke admite en X que la situación podría ser todavía más desfavorable para Ucrania en los próximos seis meses. En las últimas semanas, las tropas rusas están estrechando el cerco sobre varios de los enclaves cruciales de Donetsk: Pokrovsk, Toretsk, Síversk y Kupiansk.
Un avance mínimo en estos puntos dejaría aislados más de mil kilómetros cuadrados de territorio y, no solo precipitaría la pérdida del Donbás para Kiev, sino que podría desencadenar una reacción en cadena de retiradas y el avance de los soldados rusos en Járkov, Zaporiyia y Dnipropetrovsk.
¿Una oferta americana?
Pese al escepticismo general ante la reunión entre Putin y Trump, una declaración de Ushakov ha hecho levantar las cejas a los periodistas. “Hubo una oferta de la parte americana que la parte rusa considera aceptable”, ha dejado caer el asesor presidencial.
Según escribe el diplomático ruso díscolo Borís Bondarev en X, el Kremlin podría utilizar la “persistencia” del líder estadounidense a la hora de “querer ganar el Premio Nobel de la Paz” para extraer un acuerdo de paz que le satisfaga.
De todas formas, duda de que Estados Unidos haya entendido la magnitud de las ambiciones de Putin en Ucrania: la repetida necesidad de “eliminar las causas fundamentales del conflicto”. El secretario de Estado, Marco Rubio, volvía a poner sobre la mesa la cuestión territorial como un elemento clave de un eventual acuerdo y, tal y como informa Bloomberg, Trump cree que Rusia estaría dispuesta a negociar el intercambio de territorios.
Ésta ya era la columna vertebral del plan de paz que Witkoff presentó en Moscú a finales de abril (reconocía la soberanía rusa de Crimea y no devolvía a Ucrania las fronteras previas a la invasión), pero entonces el líder ruso lo rechazó.
Para Barbashin, si existiese una oferta de Trump a Putin acordada con Ucrania y la Unión Europea, se hubiese filtrado, al menos parcialmente. Por eso escribe en X: “Aquello en lo que [Trump] esté de acuerdo con Putin podría ser una gran sorpresa tanto para Ucrania como para la UE. Difícilmente Putin estaría de acuerdo en algo que los complaciera”.
No a la reunión con Zelenski
Existe el temor entre los analistas ucranianos y europeos de que, efectivamente, la reunión Putin-Trump sea un espectáculo perjudicial para Kiev y beneficioso para Moscú. Sobre todo porque el Kremlin ha rechazado las dos exigencias prioritarias de Zelenski, que cuentan con el apoyo de Trump: un alto el fuego incondicional y una cumbre trilateral.
Un encuentro Trump-Zelenski-Putin fue una de las propuestas del emisario norteamericano al presidente ruso, pero éste simplemente la ignoró. Según la CNN, Trump visualizaba la cita con Putin como una antesala de la cumbre con los tres líderes, pero el mandatario ruso se ha apresurado a echarle agua al vino.
“Para llevar a cabo las negociaciones se deben crear las condiciones y todavía queda lejos”, ha dicho Putin, sin atreverse, una vez más, a contrariar plenamente a Trump. Pero la realidad es que el presidente ruso no tiene ninguna intención de sentarse con el dirigente ucraniano. Por un lado, porque lo estaría legitimando, y por el otro, porque el único representante de Kiev con quien quiere compartir mesa es con aquél dispuesto a firmar la rendición.
Zelenski, aunque apoya el esfuerzo de Trump, teme quedar en fuera de juego. Este jueves escribía en X: “Ucrania no tiene miedo a las reuniones y espera el mismo enfoque valiente de la parte rusa.”
El profesor británico Ian Garner, especialista en propaganda rusa, critica la decisión norteamericana en X: “Dar a Putin una reunión glamurosa con Trump: no hacer nada para conseguir que Rusia ponga fin a la guerra, hacer que Putin parezca un igual para la propaganda nacional y global.”
Putin, reincidente
No sería la primera vez que Putin, al verse acorralado, ofrece una salida de compromiso que convence momentáneamente a Trump, aunque a menudo sin avances reales hacia la paz. Lo hizo en marzo, cuando se abrió a discutir el alto el fuego de 30 días propuesto por Washington y Kiev, si bien, en realidad, lo rechazó enterrándolo bajo condiciones.
Una semana después, cuando Trump le planteó una tregua aérea sobre infraestructuras civiles y energéticas, Putin decidió declarar un alto el fuego unilateral solo para las instalaciones de energía. A la vez, accedió a debatir otro alto el fuego en el Mar Negro, pero a cambio de que se le levantaran varias sanciones y se le permitiera reconectar a Rusia al sistema bancario SWIFT. Es decir, condiciones inasumibles para los aliados occidentales.
Luego, en abril y en mayo, tras algunos de los bombardeos más mortíferos con misiles rusos, decretó dos treguas cosméticas de pocas horas para convencer a Trump de su disposición para la paz.
Y, cuando tuvo la impresión de que el presidente norteamericano ya no se contentaba con sus gestos, planteó las primeras conversaciones directas entre Rusia y Ucrania en tres años, unas reuniones que solo han dado como fruto varios intercambios humanitarios de prisioneros.
¿Un ultimátum más?
Si Putin ha sido reincidente en su táctica para ganar tiempo durante los seis meses de negociaciones, Trump también lo ha sido a la hora de no cumplir sus amenazas contra Rusia.
Primero, prometió un acuerdo de paz en Ucrania en 24 horas. Después, se puso como límite los primeros cien días de mandato. Cuando fracasó, hasta tres veces dio a Putin un plazo de dos semanas para que detuviera los combates. E incluso el nuevo ultimátum ha sido oscilante: inicialmente tenía como fecha límite el 2 de septiembre, pero al cabo de unos pocos días lo acortó hasta este viernes.
Las posiciones no podían parecer más alejadas en vísperas de la visita del emisario de Trump a Moscú. Putin había insistido en que mantenía sus objetivos de máximos en Ucrania y había criticado las “expectativas excesivas” del presidente norteamericano.
Además, el expresidente ruso Dmitri Medvédev había amenazado públicamente a Trump con represalias atómicas por el ultimátum. Trump le había respondido calificándolo de “fracasado” y avisándole de que “vigilara sus palabras”, aunque más tarde el Kremlin pidió “calma” para evitar una escalada nuclear.
El siguiente movimiento lo protagonizó Moscú ese mismo día. Horas después de predicar la disuasión nuclear, decidió dejar de respetar, tras casi 30 años, la moratoria en el despliegue de misiles de corto y medio alcance. Desde 2019, el Kremlin había observado unilateralmente este tratado de la época soviética, cuando Trump, en su primer mandato, optó por descolgarse.
El Gobierno ruso justificó el cambio de criterio por las amenazas del “occidente colectivo”, pero la coincidencia en el tiempo con el distanciamiento con Estados Unidos no pareció casual.
Rusia como pretexto
Sin embargo, el acuerdo para la reunión de la semana que viene rebaja la tensión y las posibilidades de que el ultimátum de Trump culmine en nuevas restricciones a la economía rusa. Aún así, cabe la posibilidad de que el líder norteamericano se ciña a su hoja de ruta y decida aplicar sanciones a los países que comercien con Rusia.
Una fuente de la Casa Blanca aseguraba el miércoles a Reuters que la idea de imponer sanciones secundarias a Rusia seguía prevista, si bien la reunión Putin-Witkoff había ido bien.
Sin ir más lejos, pocos minutos después de que el avión del enviado de Trump despegara de Moscú de regreso a Estados Unidos, el presidente firmó una orden ejecutiva con aranceles adicionales del 25% a India que entrarán en vigor dentro de tres semanas. El motivo, sus compras de petróleo ruso.
En el decreto, Trump hacía constar lo siguiente: “Las acciones y políticas del Gobierno de la Federación Rusa continúan representando una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”. Y amenazaba con actuar del mismo modo con los países que, como India, compran carburante ruso.
Esto sugiere que, para Trump, la vía de las negociaciones con Rusia sobre Ucrania sigue un camino y que la vía de los aranceles y las sanciones sigue otro, aunque, interesadamente, los mezcle en su afán por librar una guerra comercial con el mundo.