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El newsletter semanal de música en vivo de elDiarioAR.

El pulso es la unidad mínima para medir el tiempo en la música. Y tomar el pulso es el modo que tenemos los humanos de verificar que estamos vivos. Este espacio tiene que ver con la música y con un modo muy particular de estar vivos. Acá van a encontrar las coordenadas para llegar a los mejores conciertos de la ciudad y alrededores y también nos daremos el tiempo para pensar ese ritual tan longevo y a la vez tan vigente de ver música en vivo.

¿De qué hablamos cuando hablamos de música en vivo? De lo que pasa arriba y abajo del escenario. De lo que pasa con el cuerpo y con la mente cuando estamos en un recital. De las ganas que tenemos de encontrarnos en conciertos y de esos shows que marcaron nuestra vida y nunca vamos a olvidar.

Autor: Hernán Siseles

En busca del mejor concierto de 2022

Pulso - Balance 2022

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La hora de las listas ha llegado. En estos días que le quedan al 2022 sabremos cuáles fueron los mejores libros, los mejores discos, las mejores canciones, las mejores películas y las mejores series del año. ¿Podemos incluir entre esas categorías la del mejor show musical del año? Claro que sí. Podemos hacernos desde este espacio la pregunta por el o los mejores recitales del año y podemos invitar a todo el que está leyendo estas líneas a que también se la haga. Pero será difícil encontrar una respuesta que conforme a todos aún más que en el resto de las categorías porque los conciertos son momentos únicos e irrepetibles, de los cuales en muchos casos no queda un registro fiel. Se hace difícil establecer comparaciones sobre un hecho al que no podemos volver más que con la memoria y tan atravesado por la experiencia personal que tuvo cada uno. Con quién fuimos a dicho evento, en qué circunstancia e incluso desde qué ubicación vimos el concierto son factores determinantes en el recuerdo que hayamos guardado.

Difícilmente todos los que intentemos este ejercicio de buscar el o los recitales más destacados de 2022 hayamos asistido a los mismos. El año que se termina fue realmente inabarcable en materia de conciertos: después de los dos años de pandemia, en los que llegó a estar totalmente suspendida por momentos la actividad musical, el público se volcó masivamente a los recitales y trató de capturar una oferta desmesurada, que iba desde los grandes estadios a los pequeños clubes de música de la ciudad. Por eso se complica desde el vamos establecer el corpus para este análisis. Cada uno fue guiado a los recitales a partir de una combinación de factores, en los que obviamente están el gusto musical adquirido y la curiosidad frente a aquello que no conocemos tanto, pero donde también juega la fuerza de voluntad para desplazarse hacia un punto específico de la ciudad y juntarse con una multitud y, desde ya, las posibilidades económicas. A todos seguro se nos escapó algo y, por más videos que podamos encontrar en YouTube, no es fácil replicar a través de pantallas la experiencia de un recital al que no fuimos.

Por supuesto que hubo eventos musicales de una relevancia social muy marcada. El fenómeno Coldplay no solo fue un récord en cuanto a asistencia de público ni tiene que ver exclusivamente con la cantidad de fans que pueda tener el grupo en Argentina. Las características específicas del concierto que Coldplay estaba ofreciendo, de enorme impacto visual y sonoro, tuvo en Buenos Aires una repercusión mayor que en cualquier otra ciudad del mundo. Si hubo diez estadios de River colmados fue porque se estaba poniendo en escena un tipo de show diferente a todo lo que conocíamos, algo que ya deja de ser un recital y se convierte en una experiencia sensorial o emocional que nadie se quiso perder. El FOMO (fear of missing out, el miedo a quedarse afuera) alcanzó su pico en los días que pasó Coldplay en Argentina.

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En cuanto a los músicos locales, hubo un hecho que marcó claramente la cancha. Los conciertos de Fito Páez por los 30 años del disco El amor después del amor fueron un verdadero hito para todos los que se formaron en la escuela clásica del rock argentino. Fue un encuentro definitivamente atravesado por la nostalgia, pero que también nos revelaba a un artista súper vital en su madurez, que llegando a los 60 años puede ponerse al hombro una gira de primer nivel en cuanto a lo técnico y artístico, cubriendo todo el país para luego tomar la ruta hacia Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Además, se confirmó finalmente que el cierre de semejante gira será, como muchos pidieron a través de las redes, con un concierto el 1 de abril en el Estadio de Vélez, donde fue presentado el disco treinta años atrás.

Como contrapeso a ese ejercicio de nostalgia, tenemos el más puro presente con su potencia e incertidumbre, la llegada de lo nuevo y las señales hacia el futuro. Este año será recordado como el del gran despegue de la música urbana en vivo. Una nueva camada de artistas que ya había revolucionado la industria musical a partir de números desorbitantes en las plataformas de streaming -que superan a los de cualquier otro artista argentino de otras épocas y a muchas leyendas de la música internacional- tuvo su prueba de fuego, enfrentándose por primera vez a audiencias masivas en los recitales. Duki, Trueno, Wos, Nicky Nicole, María Becerra, Dillom, Cazzu son nombres que seguramente muchos ni conocían hace dos o tres años y hoy agotan tickets de grandes estadios en cuestión de horas. Es un fenómeno como nunca se había visto en Argentina, que habrá que dejar decantar para comprender en toda su magnitud, pero al que ningún aficionado a la música puede ser indiferente.

El deseo de volver a juntarnos se expresó de forma categórica en los grandes festivales de música, tanto en Buenos Aires como en el interior del país. Con diferentes dimensiones y perfiles en cuanto a su estética y programación, los festivales trabajan sobre su propia marca para capturar el público y vender entradas más allá de los nombres que luego podrían integrar su cartel. Cosquín Rock, Lollapalooza, Quilmes Rock, el debutante Primavera Sound y el reciente Music Wins demostraron que Argentina sigue siendo tierra fértil para esta experiencia que las generaciones más jóvenes parecen amar pero cierta porción del público, tal vez más adulto, todavía cuestiona. Conciertos como el de Bjork en Primavera Sound o el de Magnetic Fields en Music Wins probablemente se hubieran disfrutado más en salas cerradas donde el sonido no se escapara tanto. Pero, según han revelado algunos productores de shows, los festivales son a veces la única opción para poder costear y hacer rentable la visita de ciertos artistas extranjeros.

Al margen de esos grandes eventos, Buenos Aires se sigue distinguiendo como un centro urbano en el que la música en vivo explota desde todos sus rincones. Además de los clásicos teatros porteños, de los grandes estadios y de clubes de música que ya son un clásico como Niceto Club, Vorterix, La Tangente, La Trastienda o el Konex, también se fueron instalando nuevos espacios, con una programación incesante y cuidada dentro del estilo de cada uno: Bebop Club orientado al jazz, Strummer Bar hacia el rock, Artlab en la electrónica experimental y Café Berlín ofreciendo un ámbito ideal para conciertos íntimos de artistas de todos los géneros de la música popular. Si bien ahora, de cara a la temporada de verano, la actividad musical va a migrar hacia puntos específicos de la costa y el interior del país, el que no fue este año a algún recital en Buenos Aires es porque no quiso.

Uno de los puntos de la ciudad más destacados por su actividad musical fue el Movistar Arena de Villa Crespo. Si bien aún existe un conflicto y reclamos de los vecinos por el modo en que este nuevo espacio cambió la dinámica del barrio, el público asistió masivamente a todos los conciertos que allí se programaron. Por ese escenario pasaron algunos de los recitales más comentados de este año, desde el mencionado tour de Fito al Disciplina Tour de Lali, pasando por el regreso a los escenarios porteños de Andrés Calamaro y las dos funciones consagratorias de Conociendo Rusia. Por su gran tamaño y moderna infraestructura, este espacio se convirtió en una buena alternativa a opciones como el Luna Park y el mítico Estadio Obras, que este año recuperó una actividad musical sostenida.

La elección de lo mejor, como ya se ha dicho, está absolutamente atravesada por el recorrido musical de cada uno y por lo que espera cada uno de esos conciertos. En lo personal, para no escapar a la misión que yo mismo propuse, tiendo a valorar todos los recitales que desacomodan mi horizonte de expectativas, que me cambian la idea previa que yo podía tener de lo que es un recital. Hay muchos artistas a los que disfruto de ir a ver una y otra vez, con los cuales necesito tener ese contacto en recitales al menos una vez al año, como quien vuelve a ver a la familia en navidad. Pero prefiero destacar en este espacio algunos artistas que este año vi por primera o segunda vez y que trajeron algún tipo de novedad a sus conciertos, como Rosalía, C.Tangana e incluso Jorge Drexler.

Si tengo que mirar ese podio y buscar rasgos comunes, encuentro artistas que son extranjeros pero de habla hispana -lo que los vuelve lejanos y cercanos a la vez- y que reformularon, cada uno a su manera, la experiencia de un concierto. Rosalía, prescindiendo completamente de músicos acompañantes y logrando un juego audiovisual totalmente novedoso en su interacción con las cámaras y las pantallas. C. Tangana, montando una escena de película sobre el escenario, con más de treinta músicos sentados en las mesas de un bar de ensueño, cantando en estado de gracia mientras las copas se vacían y se vuelven a llenar. Y Drexler, presentándose como un cantautor maduro que se da permiso para el baile y para explorar junto a su banda las más variadas rítmicas y sonoridades mientras conversa con su público sobre el origen del amor a partir del encuentro de dos organismos unicelulares en la era del Mesoproterozóico. No me atrevo a decir que fueron lo mejor del año, pero sí puedo celebrar en este balance a estos tres referentes de la música en español que este año intentaron dotar a sus conciertos de algún lenguaje nuevo, sin esquivar ese ritual tan necesario y primal de juntarnos a muchos en un mismo lugar para cantar a los gritos una canción.

HS

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¿De qué hablamos cuando hablamos de música en vivo? De lo que pasa arriba y abajo del escenario. De lo que pasa con el cuerpo y con la mente cuando estamos en un recital. De las ganas que tenemos de encontrarnos en conciertos y de esos shows que marcaron nuestra vida y nunca vamos a olvidar.

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