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Sobre este blog

Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

ESI para nativos digitales

Derecho de las infancias. La educación sexual integral es un derechos de niños y niñas y una herramienta para detectar y prevenir abusos sexuales.

Soledad Vallejos

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Habla sobre un escenario claramente escolar. Sobre ella penden guirnaldas de colores; a su espalda, sentada a una mesa embanderada con un pañuelo gigante violeta, la escucha una compañera de lucha argentina. “Ponerse del lado de las víctimas es el primer acto de justicia. Nuestra meta es estar seguras también en internet”, dice la activista mexicana Olimpia Coral Melo y cuatrocientos adolescentes de secundaria estallan en aplausos. En el Instituto “Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield”, la escuela de uno de los clubes de fútbol más conocidos de Argentina, lo que había empezado como un día cualquiera se terminó convirtiendo en jornada de activismo y educación sobre violencia digital para una comunidad educativa en cuya convivencia la Educación Sexual Integral (ESI) resulta fundamental.

Chicas y chicos tenían en el auditorio, ante sí, a la responsable de que la lucha contra la violencia digital hacia las mujeres tuviera un nombre, el suyo, en su país. Era la misma mujer que luego cruzó las fronteras con ese activismo: exigir normas con perspectiva de género capaces de proteger a las mujeres, en particular a las jóvenes, en espacios virtuales, que cada vez tienen más peso en la cotidianeidad analógica. Ella les hablaba precisamente en vísperas de que la Cámara de Diputados de la Nación terminara sancionando esa norma en Argentina, donde se convirtió en la Ley 27.736, que se incorporó a la normativa sobre violencia hacia las mujeres. Coral Melo les habló de “hacer las cosas por placer, no para complacer”, les contó su propio caso, el de una adolescente de Guachinango que un día descubrió que su ex novio había circulado imágenes íntimas de ella sin su consentimiento. A lo largo de una hora y media de charla recordó cuánto sufrió, pero también cómo se reconstruyó, cómo la salvaron la ayuda de su madre y las mujeres que encontró por un camino convertido en lucha. 

“No hace falta ser amigas para ser compañeras, para ser sororas”, advierte la mexicana en uno de los videos que, desde el auditorio, registraron caseramente los teléfonos celulares de alumnos y docentes. Tampoco eso fue casual: porque el encuentro no era una herramienta sólo para las y los adolescentes, el equipo docente del bachillerato luego volvió sobre el contenido de la charla. Es “un valioso recurso para enriquecer nuestros conocimientos y reflexionar acerca de la propia práctica docente”, explica la rectora del secundario, Gabriela Maisnik, para quien se trata de seguir “pensando juntos”.

En la escuela, el proyecto de transversalizar los contenidos curriculares de cada ciclo lectivo con contenidos de ESI como indican la ley nacional (Nro 26.150, de 2006)  y el marco normativo, y la normativa porteña (Nro 2110, del mismo año), no es un tema menor, advierte Maisnik. Habitualmente, “se trabaja articulado entre todos los niveles del Instituto: realizando diferentes actividades planificadas en los espacios curriculares o como actividades especiales”, como la presencia de Coral Melo. 

“Venimos trabajando en relación a la prevención de las violencias, entre muchas otras cuestiones”, detalla la psicóloga y docente Soledad Fuster, referente ESI en el colegio. Fue justamente el contacto que, como institución, ya venían sosteniendo con la Organización Género y Tecnología -Gentic, dedicada al activismo contra la ciberviolencia de género y la violencia digital- el que terminó de atar cabos.

“Todo se dio de un momento a otro”, dice Fuster para explicar que, por inquietudes surgidas dentro mismo del colegio, se comunicó con Gentic para concertar una charla especial sobre violencia digital. “Queríamos hablar sobre estrategias de prevención en el mundo virtual, y nos ofrecieron invitar a Olimpia, que justamente en esos días estaba en Argentina” para presenciar el tratamiento del proyecto de ley con su nombre en el Senado.

La oferta de la ONG se tradujo en un sí de la escuela; el sí, en revuelo. Entre un momento y otro, el Senado aprobó por unanimidad la iniciativa -y la volvió a enviar a Diputados, para que la Cámara hiciera lo propio tras dos modificaciones de términos sencillos pero con implicancias nada menores- y la agenda de Coral Melo ya no fue la misma. “De un viernes a un lunes mandamos mail a familias y estudiantes, y les informamos que íbamos a recibir a Olimpia. Les contamos quién era y por qué era importante ese encuentro. La institución dispuso todo lo que pudo para recibirla y que los estudiantes pudieran realmente no sólo recibirla bien a ella sino también armar un espacio adecuado para que disfrutaran, valoraran la charla. Todo estuvo pensado y hecho en ese poco tiempo, y se consiguieron hasta las sillas para que 400 chicas y chicos no se sentaran en el piso. Para que hubiera una disposición a escuchar, aprender y reflexionar”, recuerda la docente. 

Días especiales

El de la vida online no es un tema menor para las generaciones de chicas y chicos que nacieron en un mundo con internet y conciben la virtualidad y las redes como espacios naturales de la vida cotidiana. 

En el país, este marco legal flamante viene a mitigar, reparar, prevenir y sancionar existe desde hace tiempo. Desde hace al menos tres años, con la irrupción de la pandemia de Covid-19 y la inevitable imposición de la virtualidad en la vida cotidiana, el equipo docente del Instituto detectó una dimensión desconocida que no podían ignorar, y de manera muy particular en las “Jornadas ESI”, que cada establecimiento está obligado a realizar por ley tres veces al año. 

—Además de la inevitable situación de virtualidad que imponía el confinamiento, ¿qué particularidad imprimió la pandemia a las jornadas de ESI?

—La diferencia fundamental fue que en pandemia se crearon espacios de acompañamiento y tutorías. Se organizaron jornadas en entornos virtuales, considerando emergentes y temas específicos de ESI -explica la rectora Maisnik.

Esos emergentes se combinan con “las temáticas planteadas desde el ministerio de Educación”, y los abordajes se deciden “de acuerdo con las cuestiones que veamos como más relevantes en el período”, añade la referente Fuster.

Si durante la pandemia el foco estuvo puesto en cómo construir ciudadanía digital, cuando la realidad imponía que estaba lejos de ser algo secundario, en la vida post pandemia el eje parece haberse corrido un paso hacia adelante: cómo hacer para que chicas y chicos vivan y convivan en esos entornos de manera segura. Cada Jornada, y cada actividad especial, es diferente, explica Fuster, porque sus contenidos se terminan de perfilar en diálogo entre el equipo docente -que incluye a los referentes ESI- y las inquietudes de alumnas y alumnos, que pueden hacerlas llegar “a través de formularios, o en buzones y (que) son anónimas en general”. “Lo que hacemos es dar a veces la opción de que pongan el nombre si quieren, porque después de cada jornada se pide una valoración de los estudiantes, donde pueden compartir aquello que más valoraron, sugerencias para próximas jornadas y compartir temas que les interesarían tratar en próximos encuentros”, añade. Las más de las veces, eso se combina con una dinámica propia de la institución: la información siempre circula, y por eso también es posible trabajar “articuladamente con profesores, preceptores, tutores, departamento de orientación, todo”.

La confianza es un camino de ida y vuelta, y las Jornadas ESI y actividades especiales vinculadas al tema terminan convirtiéndose, coinciden directiva y docente, en “días especiales”. Para Fuster, “tiene que ver con la transversalidad”. “Si bien se trabaja durante Jornadas, reconocimos la ESI como un eje transversal, y desde ahí se vivencia y se trabaja en lo cotidiano: desde el momento de dar las consignas para actividades, desde pensar las estrategias de intervención, desde acompañar las singularidades, hasta promover prácticas y espacios inclusivos”, explica. La inclusión tiene para ella un peso propio más allá de lo diverso: “apunta a las condiciones de equidad para toda la comunidad educativa”.

“Paraguas que nos protegen”

Entre nivel inicial, medio y superior, por aquí circulan alrededor de 2500 estudiantes, y sin embargo en horas de clase el murmullo es ínfimo. Los claustros del Instituto son un espacio de pasillos amplios, de ventanales por los que entra a raudales la luz del sol, desde las instalaciones del Club. Todo es azul y blanco, como la bandera de Vélez, y las paredes resplandecen de blancas a despejadas, salvo por unos muy pocos carteles con información para la comunidad educativa. La excepción es un paraguas de cartulina a medias dibujado, a medias hecho de collage, sobre un papel afiche amarillo. A un lado, dos papeles manuscritos dicen “La ESI”, y sobre él, recortados y pegados, siete papelitos recuerdan definiciones de por qué la Educación Sexual Integral resguarda derechos y eso es bueno para chicas y chicos, porque “enseñar ESI desde el nivel inicial hasta el secundario es proteger a las infancias y adolescencias”. “La ESI es un derecho y los derechos son como paraguas que nos protegen”, afirma el cartel más grande, a la derecha del paraguas. La rectora Maisnik  lo señala con orgullo al pasar: “lo hicieron los chicos”. 

La escuela sola no puede, ni tampoco debe, coinciden Maisnik y Fuster. El trabajo necesariamente es en red, en conexión con especialistas de organizaciones del Estado y de la sociedad civil, como la Dirección General de Educación Privada del gobierno local, el Ministerio Público Tutelar, el Hospital Vélez Sarsfield, el Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes, la Defensoría zonal, o la ONG especializada en la lucha contra el grooming Argentina Cibersegura, la Fundación Micaela García. Los docentes “profesionales de trayectoria en constante capacitación”, trabajan también en diálogo con las familias, porque muchas veces las situaciones de la institución tienen su correlato fuera de ella. 

“Estamos en continuo aprendizaje”, ratifica Fuster. Por eso cada año, y dentro de cada año, cada Jornada, todo puede cambiar. La clave es la flexibilidad: “las vamos presentando en diferentes formatos, que pueden ser charlas expositivas a cargo de profesionales invitados. O pueden ser organizadas por docentes y profesionales de la institución, y desde ahí lo trabajamos en diferentes formatos: charlas, actividades de producciones lúdicas, análisis de películas. Todos los años implementamos modalidades diferentes”.

En pleno confinamiento, las Jornadas -necesariamente virtuales- trabajaron fuertemente sobre acoso virtual y contaron con la participación del Ministerio Público Tutelar (para hablar de derechos), el Ministerio Público Fiscal, la Fundación Micaela García (para “analizar y saber cómo actuar ante situaciones de maltrato y vulneración de derechos”), la Defensoría del Pueblo y referentes del Área de Violencia de Género de Vélez (para abordar las “nuevas masculinidades”). El año pasado, chicas y chicos trabajaron consignas en clase antes de ver películas como Preciosa, Tu vestido rosa, Yo nena, yo princesa; luego, volvieron en clase sobre algunos de los temas surgidos en las proyecciones. En 2023, en cambio, la programación contempló tres propuestas distintas y específicas para cada curso en el mismo horario: a la mañana 1er año podía elegir, por ejemplo, entre “Deporte y ESI”, “Sexualidad responsable” o “Vínculos adolescentes”, y 4to tenía a disposición encuentros sobre “Derechos sexuales y reproductivos”, “Comunicación no violenta” o “Diversidad e inclusión”; a la tarde, 2do podía optar entre “uso responsable de redes sociales” o “Juegos y apuestas virtuales” (un hábito que los especialistas detectan como creciente entre la población adolescente, al calor del uso de dispositivos individuales y accesibles en cualquier momento del día), mientras que 3ro tuvo la posibilidad de participar de un encuentro sobre “amistad, identidad y vínculos”, “hábitos saludables en la conducta alimentaria” o “violencia digital”.

En búsqueda de culpables 

Desde el escenario, la argentina Florencia Villegas contemplaba cómo los rostros de chicas y chicos traducían las palabras de Coral Melo. “Al principio la charla fue medio revoltosa, hasta que ellos empezaron a escuchar”, recuerda con una sonrisa. La escucha se volvió atenta cuando la mexicana y la argentina hablaron en primera persona sobre los efectos de ser víctimas de la viralización de imágenes íntimas sin consentimiento, cómo se convirtieron en sobrevivientes y finalmente en activistas. “Ahí empezaron a escuchar y sorprenderse de un montón de cosas. Se les notaba en sus caras que varios no sabían que estaban haciendo algo mal”, señala Villegas.

En  un mundo social en el que los dispositivos e internet son condición de existencia, como es el de estas generaciones de adolescentes, las formas de la violencia digital no son desconocidas. Son parte de la agenda de la vida cotidiana. Y sin embargo, si hasta hace semanas no había una ley que las nombrara, cómo podría esperarse que chicas y chicos lo hicieran de manera reflexiva.

En algún tramo de la historia de Coral Melo se escucharon sollozos suavecitos. La historia de una podía ser la historia de muchos. Posiblemente por eso, y por el desenfado capaz de romper barreras con el que habla la mexicana, la empatía se instaló en el salón. Ese fue el momento que aprovechó la mexicana para decir: “bueno, y ahora, como sus profesores me lo han permitido, les pido que me entreguen sus teléfonos, así miramos las fotos”. La zozobra duró el segundo eterno entre el silencio y la carcajada de la activista, que contagió al auditorio. Recién cuando quedó claro que había sido un chiste, el encuentro siguió adelante.

“Aunque a hombres y mujeres les pueda pasar esta violencia, el 90% de las víctimas somos mujeres y niñas, y desgraciadamente el 98,9% de los victimarios son hombres”, dijo Coral Melo. Luego señaló hacia distintos rostros adolescentes y añadió: “no quiere decir que el culpable seas vos, vos, vos. ¡No! Quiere decir que tomemos conciencia de que lo virtual es real, de que nuestros cuerpos desnudos en internet desgraciadamente son parte de una explotación sexual, y que tengan mucho cuidado. Hay muchos discursos violentos y hay muchas trampas de un sistema machista, como por ejemplo OnlyFans”.

“Tampoco significa que voy a venir a señalar a vos, a tí, a todas, y decirles ‘¿por qué te dejas grabar?’, porque sería revictimizar. La culpa no es de la persona que confió, de la que mandó el video, de la que mandó la nude. La culpa de es de la persona que lo difunde, que lo distribuye, que lo compila, que lo baja, que le da like. Entonces para prevenir yo no puedo decirles ‘¡no lo hagan, che!’, porque desgraciadamente todas y todos podemos vivir con una política abstencionista pero eso no significa que se vaya a acabar la violencia. Si lo van a hacer, piensen si son cosas que a ustedes realmente les gusta. Si les da placer o lo hacemos para complacer”, continuó, para señalar la delgada línea que puede separar al sexting de la violencia digital.

Cuando la charla terminó, “se quedaron algunos alumnos. Nos esperaron y se pusieron a charlar con Olimpia y conmigo. Nos felicitaron”, recuerda Villegas. Hablar en voz alta de esas experiencias y las posibilidades de cuidar y respetar instaló algo distinto. Para la activista, “fue muy buena la experiencia y creo que a ellos les sirvió un montón. No sólo a los alumnos sino a profesores que había ahí presentes”.

El peso de una norma

Gracias a la Ley Olimpia, la Ley de Protección Integral a las Mujeres Argentina incorporó la protección de “los derechos y bienes digitales de las mujeres, así como su desenvolvimiento y permanencia en el espacio digital”, y estatuyó el derecho a “que se respete su dignidad, reputación e identidad, incluso en los espacios digitales”. Además, reconoce como violencia a aquellas conductas “que atenten contra su integridad, dignidad, identidad, reputación, libertad, y contra el acceso, permanencia y desenvolvimiento en el espacio digital o que impliquen la obtención, reproducción y difusión, sin consentimiento de material digital real o editado, intimo o de desnudez, que se le atribuya a las mujeres, o la reproducción en el espacio digital de discursos de odio misóginos y patrones estereotipados sexistas o situaciones de acoso, amenaza, extorsión, control o espionaje de la actividad virtual, accesos no autorizados a dispositivos electrónicos o cuentas en línea, robo y difusión no consentida de datos personales”, todas ellas situaciones cada vez más frecuentes y contra las cuales, sin embargo, la acción legal aún resulta ardua. La norma también preve que las plataformas deberán quitar por orden de la Justicia aquellos contenidos que ejerzan violencia, al tiempo que deberán asegurar “los datos informáticos relativos al tráfico, a los abogados y contenido del material suprimido” durante al menos 90 días (renovables por otros 90 días), de manera de facilitar la investigación. 

La iniciativa se aprobó a mediados del mes de octubre, en un año político -y legislativo- inusual por la tormenta en que se convirtieron las elecciones presidenciales. En su último tramo fue apoyada por unanimidad, con votos de todos los bloques partidarios. Antes de que terminara el mismo mes, el Poder Ejecutivo la promulgó.

Quedó registrada con el número 27.736, y acarrea también una modificación de la Ley 26.485, que ahora incorpora como la protección de la “dignidad, reputación e identidad, incluso en los espacios digitales”

En los 17 años transcurridos desde la sanción de la Ley de ESI, su aplicación cambió vidas de maneras tan concretas que quedaron registradas en las estadísticas. En 2019, un estudio del Ministerio Público Tutelar detalló que el 80% de niñas, niños y adolescentes que denunciaron haber sufrido o presenciado abusos pudieron reconocerlo gracias a las herramientas que les dio la ESI en las escuelas. Dos años después, algo más del 50% de chicas y chicos que participaron de un relevamiento realizado en cinco provincias afirmaron que gracias a los contenidos de la ESI pudieron identificar situaciones de violencia en sus grupos de amigos. Un análisis publicado en 2022 por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, en base a datos de 2019, advirtió que la tasa de embarazo adolescente se redujo casi en un 60%.  

Reclamar es clave; enseñar a hacerlo, parte del camino. “Por ahí te dicen ‘pero le dije a Tal que estaba pasando esto y no me dio bolilla’. Y bueno, vas a buscar a otro. SI le contás y no hace nada, bueno, no me importa: voy a buscar a otro. Nunca hay que quedarse de brazos cruzados. Siempre les insisto en esto: ‘tienen derechos, nadie debe tratarlos mal’. Hay que buscar hasta al presidente si hace falta”, añade Fuster. 

Días después, el nuevo presidente electo dejaría trascender que durante su mandato, que comenzará el día en que la Argentina cumple 40 años ininterrumpidos de democracia, posiblemente la ESI deje de ser obligatoria en todos los niveles.

SV/MA

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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.

En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo. 

El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad. 

Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.

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