Desde lejos cerca Opinión

¿Cuántas opciones son demasiadas?

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El sitio de sátiras El Mundo Today tituló un video: “Una pareja lleva desde agosto tratando de decidir qué ver en Netflix”. La pareja contaba que hace meses que sólo revisan la lista sin elegir. “Nosotros lo que más vemos es el catálogo de Netflix, series y películas hace años que no vemos”, decían.  Todos hemos estado ahí en algún momento, paralizados por las miles de opciones que nos ofrece una plataforma de películas, o los 57 tipos de cerveza tirada, o las 43 formas de preparar un café. Y es que tener opciones es genial, nos permite elegir lo que queremos, pero hay veces que sólo queremos algo básico sin tener evaluar un montón de productos que no conocemos bien. 

Un estudio mostró que no siempre queremos más opciones. Lo hicieron con un pequeño experimento en el que dentro de un supermercado se puso un stand para promocionar una marca de dulces, de distintos sabores como durazno o cereza. En un caso se pusieron 24 tipos de dulce en exposición para que la gente pudiese probar, en el otro 6. La lógica sería que a más opciones más chances habría de que justo alguna sea la perfecta para ese comprador, y por lo tanto haya más ventas. Pero no, al contrario. Cuando había 24 dulces para probar, más personas paraban frente al stand para chusmear, tomar una muestra y ver qué onda. Pero menos compraban. Sólo 3% de las personas compró uno de los dulces cuando había 24 variedades mientras que el 30% cuando sólo había 6 opciones. Porque queremos opciones pero no tantas, y cuando son demasiadas a veces nos paraliza, preferimos no comprar nada antes que tener que pasar tiempo resolviendolo. 

Y con la multiplicación de las posibilidades viene también un miedo: el de equivocarnos, la posibilidad de arrepentirnos después. Y eso no sólo hace que nos cueste más decidir, y puede sumar a la parálisis, sino que también quedemos menos satisfechos con las decisiones que sí tomamos.

En un experimento similar al de los dulces, a un grupo de personas le dieron la posibilidad de elegir un chocolate entre 30 tipos mientras que otro grupo elegía entre 6. Mientras las personas que eligieron entre 30 dijeron que habían disfrutado más el proceso de selección, también mostraron que estaban menos satisfechos con la decisión que tomaron, les gustaba menos el chocolate. Con la mayor cantidad de opciones también crecen las expectativas de elegir el chocolate perfecto. Y si resulta no serlo, es nuestra responsabilidad, por haber elegido mal. 

Pero hay distintas formas de tomar estas decisiones, y según qué camino sigamos puede haber diferencias en cuán felices nos vayamos con nuestra elección. A grandes rasgos, hay dos formas de tomar una decisión: buscar lo mejor o conformarnos con lo que es suficiente. 

La primera opción nos lleva a hacer un búsqueda exhaustiva que nos permita evaluar todas las posibilidades y analizarlas en los diferentes criterios. ¿Es esta la mejor serie que puedo ver esta noche?, ¿Qué puntaje le pusieron en las plataformas? ¿Qué dijeron los críticos? Y no nos vamos a sentar a ver una hasta que no hayamos revisando todo en profundidad.

Otra opción, es decidir buscando que algo sea lo suficientemente bueno, que nos deje conformes, aunque no sea lo mejor. ¿Esta serie me va a entretener un rato?, ¿Me va a poner de buen humor? No necesita ser la mejor serie de todos los tiempos, solo algo que cumpla su función para la noche: entretenerme. 

Esa diferencia, entre querer que cada decisión nos lleve a la mejor de todas las opciones posibles o elegir algo que nos satisfaga, no sólo afecta cuánto tiempo y cabeza le dediquemos al tema, sino también cuán felices podemos quedar con la opción que elijamos.

En las investigaciones que se han hecho sobre el tema, quienes buscan quedar conformes, suelen quedar más contentos con sus decisiones que quienes quieren maximizar y obtener lo mejor. En un estudio, por ejemplo, le hacían una serie de preguntas a las personas sobre cómo toman decisiones. Preguntas como “aunque esté contento con mi trabajo, ¿siempre estoy buscando mejores oportunidades?” o “¿nunca me conformo con algo que no sea lo mejor?”  y luego lo relacionaban a sus niveles de arrepentimiento y optimismo. Lo que encontraron es que quienes tienden a buscar la mejor opción, suelen estar menos contentos con sus decisiones y se arrepentirán más que quienes se conforman con algo razonable. 

Esto podría ser interpretado como un elogio de la mediocridad, pero es en realidad más un llamado a elegir qué decisiones son a las que realmente vale la pena dedicarles tiempo y esfuerzo. Porque maximizar tiene sus ventajas. Hay estudios que muestran que quienes tienden a buscar lo mejor de lo mejor suelen conseguir empleos con salarios más altos. Hay temas en los que vale la pena dar vueltas, y otros en los que no. 

Pero sobre todo, casi tan importante como elegir la opción correcta, es que esa opción nos deje contentos. Elegir lo mejor pero sentir que no lo hicimos no sirve de mucho. “Como regla general, a los que maximizan les va mejor pero se sienten peor”, resumió en una entrevista Barry Schwartz, profesor de psicología y uno de los principales investigadores sobre el tema. 

Queremos tener más libertad para elegir en los distintos ámbitos de nuestra vida, más opciones entre las cuales escoger. Pero en algunos casos, el exceso de opciones nos puede paralizar y nuestra forma de tomar decisiones nos puede llevar a que en lugar de estar más contentos con nuestras elecciones, nos pese más pensar en todas las opciones que no elegimos, todo lo que nos perdimos. 

OS