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Festival de Venecia

Guillermo del Toro cumple su sueño con ‘Frankenstein’: “Me da miedo la estupidez humana, no la inteligencia artificial”

Guillermo del Toro posa sonriente tras presentar su soñado 'Frankenstein' en Venecia

Javier Zurro

Venecia —

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El cine de Guillermo del Toro es un cine poblado de monstruos. Uno donde ellos, además, no son los malos, sino que el cineasta les escucha, les comprende y hace que el espectador se emocione. El cineasta siempre ha hecho una defensa de los bichos raros manifestando que él es uno de ellos. Quizás por ello siempre, desde pequeño, ha estado obsesionado con Frankenstein, la novela de Mary Shelley que reinventa el mito de Prometeo y muestra a un doctor que, jugando a ser Dios, crea un monstruo inmortal.

El cine, de la mano de James Whale, creó además un imaginario eterno para el personaje. Aquel bicho con la cara verde —algo que sabemos por las fotografías y por las declaraciones del equipo, ya que el película es en blanco y negro—, dos tornillos en el cuello y una cabeza alargada quedó clavado en las retinas de todo el mundo. No hay quien piense en Frankenstein y no tenga en la cabeza la imagen generada por el cine.

Por ello, acercarse a un mito tan grabado en piedra era un riesgo enorme que Del Toro ha deseado desde siempre. De hecho, si uno lo piensa, hay en sus películas siempre muchos ecos del relato de Mary Shelley, tanto en su gusto por la estética del relato gótico, como en el acercamiento al monstruo que ha mostrado en títulos como La forma del agua —por la que ganó el Oscar a la Mejor película y Mejor director— e incluso Pinocho, que no es sino una reformulación del mismo mito.

La pasión que siente el mexicano por la criatura se siente en cada fotograma de su ambiciosa y espectacular adaptación que ha producido Netflix —se estrenará en cines el 18 de octubre y en la plataforma el 7 de noviembre—, que le ha dejado cumplir por fin su sueño. Frankenstein es, sin duda, un filme de Guillermo del Toro. Se nota en su gusto por los colores, por una violencia física, que roza el gore, pero sobre todo en el amor que siente por la criatura, a la que humaniza y cuida. Lo hace desde su propia concepción visual, que se aleja del mito creado por Whale y que le aporta incluso belleza, algo acrecentado por la elección de Jacob Elordi como el monstruo. Elordi consigue lo casi imposible, ofrecer una excelente interpretación bajo la máscara que emociona. Uno sufre con él, y le come la tostada a un Oscar Isaac pasado de vueltas.

Como en todo el cine de Del Toro hay gusto por la artesanía, por el efecto práctico en vez de por el CGI, por el vestuario pomposo, los escenarios góticos y por mostrar que la escala de su sueño era así de impresionante. Sus dos horas y media se beben y se disfrutan, y su cambio de punto de vista (a lo Rashomon) mostrando la visión de Víctor Frankenstein y la de su creación es un acierto. Sin embargo, también hay varios de los males de Del Toro, ciertas frases que rozan la dedicatoria adolescente, destellos del imaginario que se repiten de otros títulos (imposible no pensar en La cumbre escarlata) y algún subrayado innecesario (ese “Yo soy el monstruo”) marcado por la omnipresente música de Alexandre Desplat.

Nos venden que somos blanco o negro, y no es así, somos multicromáticos, somos de muchos colores, somos personajes imperfectos y hay q ser imperfectos

Guillermo del Toro Cineasta

Lo más bonito de esta mirada a Frankenstein es que, algo también habitual en el cine del director, consigue que la historia de Frankenstein sea completamente actual. Su película habla del amor y del perdón, dos valores en declive, pero sobre todo de cómo, algo que ya está en la frase promocional del filme, los monstruos son los que juegan a ser dioses, no sus criaturas. Y eso se puede leer como un ataque directo a líderes ególatras que señalan al diferente y a aquellos que no entienden.

El propio Guillermo del Toro subrayó el aspecto político de su película en la conferencia de prensa cuando subrayó que en la historia “los mayores tiranos se consideran víctimas” y que “vivimos una época de terror e intimidación” en la que es más importante que nunca “el amor y el perdón, y el arte es amor”. “La cuestión central en la novela es qué es lo que nos hace humanos, y para mí no hay nada más importante que seguir siendo humanos. Nos venden que somos blanco o negro, y no es así, somos multicromáticos, somos de muchos colores, somos personajes imperfectos y hay que ser imperfectos para entendernos”, dijo.

Oscar Isaac, Guillermo del Toro y Jacob Elordi en Venecia presentando 'Frankenstein'

A Del Toro la tecnología no le asusta. “No me da miedo la inteligencia artificial, me da miedo la estupidez humana que es mucho más abundante”, dijo a los periodistas y también aseguró que no le preocupaba “el tamaño de las pantallas” donde se fuera a ver su Frankenstein, sino que considera que la discusión en el cine ahora mismo tiene que ver con “el tamaño de las ideas, de la ambición”, y recordó que El callejón de las almas perdidas se vio afectada por la COVID, por lo que uno nunca sabe qué va a pasar con sus creaciones y remarcó la responsabilidad de saber que le van a ver en 300 millones de hogares al ser una producción de Netflix.

Poder haber hecho esta película es algo más que un sueño, porque para él Frankenstein es “una religión”. “Fui criado en la religión católica, y cuando vi a Boris Karloff como el monstruo de Frankenstein entendí por fin lo que era un santo”, lanzó con ironía y no tuvo problemas en confesar que todo lo que había dirigido hasta ahora ha sido un camino para poder hacer esta obra: “Lo digo muy en serio, todo lo que he hecho desde Cronos hasta ahora, todo lo que he aprendido, todas las ideas me han traído hasta aquí”. En todo este tiempo vio que aquella novela que le fascinó también podía ser vista como la historia de un padre y un hijo, algo que entendió cuando él mismo fue padre.

Se deshizo en detalles que dejaron claro que tiene en su cabeza cada detalle del filme. Por ejemplo, en este rediseño que justificó como basado en estatuas de mármol y alabastro no quería puntos, sino subrayar su belleza, pero sin dejar de ser fiel al contexto histórico, por lo que el pelo del monstruo es de diferentes colores porque está hecho de diferentes calaveras humanas. Todo un derroche de imaginación que ahora le hacen enfrentarse al vértigo de qué hacer después. De momento solo tienen clara una cosa, que ahora mismo tiene “depresión posparto”.

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