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KPOP: coreografías, fans y música coreana en un fenómeno con cuatro generaciones

El domingo pasado en Buenos Aires fue el Concurso de K-pop América Latina

Juana Giaimo

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Cada vez es más usual encontrarse grupos de fans practicando coreografías de K-pop en plazas, frente a los edificios vidriados de Puerto Madero o cruzarse con los challenges de baile en redes sociales. Puede resultar extraño para la gente que no conoce el género. Sin embargo, el domingo pasado más de una cuadra de fila se juntó en la puerta del Teatro Vorterix para ver la final del Concurso KPOP Latinoamérica.

Fueron miles en todo el continente que audicionaron para ser parte de esta 13° edición del concurso, organizado por el Centro Cultural Coreano. Esta año contó con la conducción de Majo Martino y Eleonora Pérez Caressi y tuvo un jurado fue compuesto por los argentinos Sol Bardi y Marcelo Amante y, como invitados, J-Hoon y Hee Do de B.I.G. que también hicieron una performance de dos canciones para sus fans. Los grupos de baile se presentaron con videos pregrabados y luego el jurado les dio la devolución en vivo por videollamada. Al final, eligieron un grupo ganador argentino, Glowback, y otro latinoamericano, KBNC. Éste se llevó el primer premio y, llenos de emoción, festejaron juntos del otro lado de la pantalla a miles de kilómetros.

Hablar de K-pop es hablar de coreografías y de un fenómeno masivo pero que usa los circuitos no tradicionales para mantenerse en auge Si bien el baile también aparece en el pop occidental, en esta industria musical de Corea del Sur está completamente integrado a la identidad de una canción y, cada vez que los grupos la presentan en vivo, hacen la coreografía aunque sea en un recital muchos años después que salió por primera vez. Los lanzamiento del K-pop son conceptuales. Los conceptos pueden ir desde canciones para el verano hasta retomar el arte dramático tradicional del pansori, como hicieron los Stray Kids en “Thunderous”. El nivel de detallismo es fascinante y hace que todos los elementos que acompañan a la canción -la letra, el vestuario, el diseño gráfico y, claro, la coreografía- sean más que complementos. Por eso, este domingo de julio en Argentina cuando cada grupo que se presentó hizo un cover, no solamente incluyó la coreografía sino que también recreó todo el look original.

La búsqueda por el detalle no significa que la música debe quedar relegada. Al contrario, en el K-pop suele haber acordes inusuales, cambios de escalas, armonías inesperadas o combinación de diferentes géneros dentro de un mismo tema. La producción grandilocuente hace que sea un pop intenso con las emociones a flor de piel, ya sea el éxtasis de una fiesta o la tristeza de una relación que terminó. Las baladas tienen un rol central, en parte porque muchas veces los idols -así se conocen a estos artistas musicales -hacen los soundtracks de los K-dramas e incluso son actores.

Otra de las características claves es que no hay un integrante más importante que el resto sino que cada uno tiene una posición en el grupo, como puede ser bailarín, rapero o cantante. El líder no es la figura principal: simplemente es el responsable del bienestar de sus compañeros y muchas veces toma un rol maternal o paternal. Esta estructura -en donde todos se destacan- se diferencia de las bandas occidentales que tienen uno o dos integrantes centrales que definen la dirección del grupo. En el K-pop, si hay compositores, hacen canciones que expresan la identidad del grupo y, en las coreografías, un miembro pasa de tener un papel central en una estrofa a ser simplemente un bailarín al costado en la siguiente para dejar brillar a otro. 

Hay también algo muy cotidiano y humilde en los idols. Los streamings son más que usuales y, aunque haya miles de personas conectadas, parece una videollamada que podrías tener con un amigo. Lo hacen en su tiempo libre, mientras comen, juegan videojuegos o, si son NCT, se quejan de su conexión de wi-fi. A la vez, tienen una preparación muy profesional. Comienzan su carrera en la adolescencia cuando empiezan su período de entrenamiento en las agencias, con clases de canto, baile y actuación y también sometiéndose a dietas estrictas para responder a los estándares de belleza de la sociedad coreana. Ese período muy competitivo y estresante puede llegar a durar años y la mayoría de los trainees nunca llegan a debutar si no son elegidos. Es usual que los idols no escondan que su grupo es, en principio, la creación de una discográfica y, de alguna manera, en un mundo en donde todo parece cada vez más confuso, hacer evidente la artificialidad en vez de camuflarla se siente genuino.

Aunque los nombres que más resuenan son BTS y Blackpink, el K-pop existe desde los 90 con grupos como Seo Taiji & Boys, S.E.S. y H.O.T. y fue en los 2000 que comenzó su expansión al resto del mundo. En este momento, estamos atravesando lo que se conoce como la cuarta generación de K-pop. Parece difícil de creer porque recién en estos últimos años lo escuchamos en los medios masivos. Si bien es una industria millonaria y mainstream, los fans internacionales construyeron una red a partir de internet en donde la televisión y la radio no fueron necesarias. Se podría decir que recién ahora el resto de la sociedad se puso al día. 

La cuarta generación mostró tener la mayor cantidad de seguidores este domingo. La mayoría de los grupos de baile eligió canciones de los últimos años. Los ganadores KBNC recrearon la presentación de “Resonance 2020” de NCT mientras que las argentina de Glowback hicieron “How You Like That” de Blackpink. Ellas filmaron su video en diferentes puntos de Mendoza con los Andes de fondo, diferentes outfits y un nivel de producción similar al de un video musical real. Un grupo que se destacó fue OFF TOPIC que hizo un cover de “Bang!” de After School, una canción del 2010, para la que incluso armaron una introducción imponente con una banda de percusión mientras ellos vestían con uniformes copiando el video original.

El fenómeno se nutre de los fans. Cuando un grupo tiene un nuevo lanzamiento, lo promocionan en los music shows, programas semanales de las cadenas de televisión más importantes de Corea en donde los grupos compiten por obtener el primer puesto según diferentes variantes que incluyen las ventas físicas y digitales, votaciones en apps, streaming, entre otras cosas. Cada uno de estos primeros puestos es un logro colectivo. Son también los fans los que se organizan para traducir las letras de canciones o entrevistas (aunque hoy es más fácil encontrar contenido ya subtitulado) y para hacer compras masivas de discos físicos. Para los aniversarios del grupo o el cumpleaños de uno de sus integrantes, los fans alquilan un cartel en un lugar muy visible (como puede ser en Buenos Aires el Obelisco o un colectivo), y se juntan en cafés temáticos decorados para la ocasión. Es este mismo poder colectivo lo que llevó a que Army, el fandom de BTS, saboteara un acto de candidatura de Donald Trump, aunque el K-pop no sea un género político.

El trabajo en grupo de los idols se refleja en los fandoms y así se crea un vínculo tan fuerte que es difícil de comparar con un fenómeno occidental. Recrear las coreografías, como hicieron los grupos de baile para el Concurso KPOP Latinoamérica, es una de las tantas formas de mostrar el orgullo y la pasión que genera esta escena musical y, sobre todo, de sentirse parte de una comunidad.

JG

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