Anticipo: “Ensayo sobre la Justicia. Del oráculo a la razón”, de Horacio Rosatti
Crimen y castigo. Estamos acostumbrados a concebir la sanción como una consecuencia de la transgresión. Una consecuencia no solo en sentido funcional, en tanto una motiva a la otra (el crimen genera el castigo y no al revés), sino en sentido temporal, pues una acontece antes que la otra (el crimen precede al castigo y no al revés).Sin embargo, no siempre fue así.
Cuando en el Edipo rey de Sófocles el Oráculo de Delfos le anticipa a Layo, rey de Tebas, que su hijo habrá de asesinarlo y se casará con su esposa, lo que está haciendo al predisponerlo para que cometa el delito de filicidio no solo es establecer una relación causal subjetiva que desvinculará el castigo del crimen —pues el niño es penalizado de muerte aun cuando es inocente de todo delito—, sino aplicar un criterio de precedencia temporal, en el que primero está el castigo (divino) y después el delito (humano).
El presente ensayo se ubica, temporal y espacialmente, en el período de transición que discurre desde el sistema de administración de justicia que seguía la secuencia “primero el castigo, después el delito” —que habilitaba a penalizar a quien no había cometido crimen alguno—, hacia el régimen que actualmente aplicamos, caracterizado por la precedencia temporal inversa (“primero el delito, después el castigo”).
Este libro analiza sucesos ocurridos en una comprimida geografía (Tebas, Atenas, Colono, Corinto, las montañas Citerón, Delfos y otras comunidades cercanas) en la cual ciertos hombres comenzaron a desafiar el paradigma que les impedía evaluar libremente sus propios comportamientos, conforme a normas también propias, y desligarse de un destino tan inexorable como ajeno. Se trata, en suma, del nacimiento de la justicia como un quehacer típicamente humano.
No hablamos de la justicia como un saber humano, sino —fundamentalmente— como un actuar humano; por ello, este ensayo recurre a la literatura y al teatro antes que a las experiencias de la burocracia judicial.
Ha dicho el filósofo estadounidense Richard Rorty que escritores como Walt Whitman, Henry James y Marcel Proust, entre otros, han contribuido de un modo más eficaz al surgimiento de la ética individual y las instituciones democráticas que los teóricos que han escrito sobre el tema.¿No se aprende mejor —al menos desde lo emotivo, que es una forma válida de conocimiento— qué son la justicia y la injusticia humanas en una tragedia griega o en una obra de Shakespeare que en un tratado escrito por especialistas? ¿No está en las obras clásicas la clave para entender aquello que se vuelve tan difícil de definir?
Puesto que este ensayo sobre la justicia busca entenderla antes que definirla, recurrirá a relatos y personajes paradigmáticos de la cultura occidental para encontrar las claves del fenómeno.No importa si esas personas y los acontecimientos que habrían protagonizado son reales o imaginarios, o si parten de un hecho real que la literatura u otra arte distorsionó con el tiempo. Lo que importa es que nos hacen reflexionar de un modo apasionado sobre aquello que llamamos justicia.
El libro se compone de dos capítulos, precedidos por esta introducción y finalizados con un epílogo. En cada capítulo se analizan sucesos desarrollados o imaginados a muy poca distancia —menos de cincuenta kilómetros—, pero referidos a épocas muy lejanas entre sí. El primer núcleo de sucesos, que expone Sófocles (496 a.C.-406 a.C.) y tiene como eje a Edipo y su hija Antígona, habría ocurrido en Tebas y sus alrededores entre 1285 a.C. y 1250 a.C., aproximadamente. El segundo, que conocemos por la Apología de Platón (428/7 a.C.- 347 a.C.) y la de Jenofonte (431 a.C.-354 a.C.) y refieren al juicio de Sócrates (470 a.C.-399 a.C.), tuvieron por escenario a Atenas y sus cercanías hacia el 399 a.C.
Existen importantes diferencias entre estos relatos. En primer lugar, una diferencia de género, pues mientras se discute la existencia de Edipo y, en tal caso, si ocurrieron o no los sucesos que Sófocles describe en torno a él y a su familia, en especial a su hija Antígona —lo que significa vacilar entre el relato histórico y la ficción, respectivamente—, no hay dudas de que Sócrates existió y su muerte fue decidida a través de un juicio, por lo que los textos de Platón y Jenofonte, que narran el famoso proceso, se inscriben en el relato histórico, más allá de la confianza que nos merezcan en cuanto a la exactitud de lo que describen.
En segundo lugar, existe una diferencia estructural entre los relatos de Sófocles sobre Edipo y Antígona y las apologías de Platón y Jenofonte que aluden al juicio de Sócrates, pues, aunque hoy podamos leerlas como piezas literarias, es preciso recordar que las tragedias sofocleanas fueron escritas para ser actuadas, musicalizadas y cantadas, y que el hecho de que solo se haya conservado el texto escrito pero no la escenografía ni la música originales nos impide percibir —más allá del intento que suponen las representaciones teatrales actuales— todo aquello que diferencia a un libro de un espectáculo operístico .
Pero lo interesante de comparar estas narraciones, más allá de las diferencias estilísticas señaladas, estriba en que, aunque refieren a hechos muy distantes en el tiempo, ambas fueron escritas durante el llamado Siglo de Oro de Atenas.Es decir que sus autores (Sófocles, Platón y Jenofonte, a los que habría que agregar a Sócrates pues la narración de la defensa que él mismo intentó en su juicio lo convierte en autor) no solo eran contemporáneos, sino también coterráneos.Esta proximidad temporal y espacial, y el hecho de que varios de los autores citados se conocieran, permite comprender mejor las semejanzas y diferencias existentes en los relatos.
Volviendo a la configuración de este libro, el capítulo 1 (que sigue el camino de Tebas) se afirma en el análisis de la tríada tebana de Sófocles, compuesta por Edipo rey, Edipo en Colono y Antígona si se las nombra según su orden lógico, o Antígona (circa 443 a.C.), Edipo rey (circa 429 a.C.) y Edipo en Colono (ante 406 a.C.) si se las nombra en el orden histórico en el que fueron escritas. Si bien cada una de estas obras tiene autonomía, leerlas vinculadas ayuda a comprender mejor el paradigma que las domina.
Desde el punto de vista conceptual, el análisis de Edipo rey y de Antígona (en gran medida Edipo en Colono puede ser considerada —al menos en lo referente al tema de la justicia— como una obra complementaria de ambas) permite comprender la relación entre ignorancia, libertad, obediencia y responsabilidad bajo el paradigma dominante en la época en que los sucesos narrados habrían acontecido, con el agregado de que —tal como se dijo— son descriptos por alguien que vive en el umbral que divide a ese paradigma del que rige hasta nuestros días.Las preguntas que agobiaron a los personajes trágicos de Sófocles resuenan en la actualidad: ¿Qué tan libres somos (o cuán condicionados estamos) para responder por nuestros actos? ¿Cuánto margen tenemos para desobedecer la ley que consideramos injusta?
El capítulo 2 de este ensayo (que sigue el camino de Atenas, pues allí se desarrolla la trama) analiza distintos aspectos que surgen del juicio público a Sócrates, celebrado en el año 399 a.C., contado por Platón, su más brillante discípulo y testigo presencial del proceso, y por Jenofonte, de acuerdo a su propia reconstrucción. Las apologías que describen el juicio, tal vez el más connotado de la historia occidental, proyectan sus interrogantes a la actualidad: ¿Qué relación existe entre la justicia y la verdad? ¿Es conveniente que la función judicial no sea ejercida por magistrados, sino por el pueblo a través de jurados? El epílogo resume algunas enseñanzas que se derivan de los análisis que lo precedieron.
0