Mariana Enriquez, sobre la IA: “Es imposible que reproduzca lo humano porque nunca podrá enamorarse ni tener un trauma”

“Los escritores somos unos bichos raros”, ha sido una de las primeras declaraciones de Mariana Enriquez durante su intervención en el Hay Festival Segovia de España, al reflexionar sobre cómo dar charlas, conceder entrevistas con público y firmar libros se ha convertido en una actividad para los autores igual de obligatoria que la propia escritura. La argentina ha visitado este viernes el certamen para repasar su trayectoria junto al periodista Miquel Molina, sobre el escenario del Teatro Juan Bravo.
“En realidad es raro que la gente venga a ver a un escritor hablar, porque un escritor escribe”, ha añadido, “pero también es muy sintomático de los tiempos en los que vivimos, de la necesidad de la gente de verle la cara al autor”. La responsable de títulos como Nuestra parte de noche y Un lugar soleado para gente sombría ha reconocido que ella no tiene ningún problema con hacerlo, y que es algo que personalmente le gusta, pero entiende que sea “injusto” para los compañeros “más solitarios, a los que no se les da bien hablar en público, o que les da pudor”.
Al mirar atrás en su trayectoria, ha bromeado con que cuando ella comenzó en los noventa, los escritores solamente acudían a eventos “muy grandes” como ferias del Libro: “Cuando yo era chica la gente iba a ver a Paulo Coelho y si te tocaba a la misma hora, era mejor no ir. Que habáramos no era tan común”.
La IA, todavía “un robot medio tonto”
La presencia de los escritores en eventos públicos que permitan a sus lectores escucharles en directo –e incluso tocarlos– ha tomado más relevancia en tiempos en los que la IA lleva tiempo irrumpiendo e impregnando poco a poco todas las industrias culturales. “Es bueno que la gente quiera vernos, igual que ir a ver si las bandas de música realmente pueden reproducir lo que suena en sus discos. Todos tenemos una sensación muy vertiginosa con la IA porque implica una lejanía con lo humano”, ha valorado.
Mariana Enriquez considera que todavía es “raro” que esta pueda replicar exactamente una novela, un poema, o una actuación, porque “el robot es todavía medio tonto, pero es cuestión de tiempo”. Aun así, opina que es “imposible que pueda reproducir lo humano, porque aunque pueda razonar, no puede sentir dolor, enamorarse, estar deprimida o alegre. No puede tener un trauma ni odiar a los padres. Igual a su programador, pero no va a ser lo mismo que odiar a una madre con todo lo que implica odiar su útero”.
Para la escritora, esta circunstancia conlleva que es algo que siempre se “debería notar en el resultado final”. La autora ha descrito este momento “tan embrionario” del desarrollo de la tecnología como “muy angustiante”, porque está generando dudas sobre dónde está la realidad, qué noticias lo son o la propia presencia de los autores: “Yo no soy un holograma”.
Marina Enriquez ha reflexionado igualmente en torno a cómo ha cambiado el consumo cultural diario, con la consiguiente rebaja en el nivel de exigencia: “Es un problema que tiene que ver con la velocidad a la que lo hacemos”. La escritora advierte que es en el periodismo donde “más nota” esta transformación, por lo “cortos que son ahora los textos”: “Antes los escribíamos larguísimos, eternos, y ahora muy breves, muy prácticos. Empieza a haber como un periodismo especializado para un determinado grupo de gente, y eso es antidemocrático”.

Aun así, Enriquez ha explicado que no es “muy pesimista” porque aunque el momento sea preocupante, realmente no podemos augurar qué va a suceder y hacia dónde se va a dirigir: “Es como si estuviéramos en medio de un divorcio, cuando no sabes si vas a acabar matando a la otra persona o ser amigos, como si estuvieras entre contratar a un asesino o presentarle a tu nuevo novio”.
Escribir deprimida (y darte cuenta años después)
Anagrama acaba de publicar Cómo desaparecer completamente, una novela que escribió hace dos décadas, pero que todavía no se había publicado en España. Enriquez ha reconocido que no suele corregir lo que escribe, pero que en este caso apenas tenía un PDF con el libro, y esto provocó que tuviera que leerlo en repetidas ocasiones: “Al revisar tanto el texto recordé mucho el momento en el que fue escrita, entre la crisis económica argentina de 2001 y un momento personal terrible”. La escritora había tenido que dejar de vivir en La Plata porque ya no podía pagar el alquiler, regresando al barrio de su infancia, algo que no tendría por qué haber sido una mala noticia, pero que cuando “te ves obligada” a hacerlo, “nunca está bien”.
Entonces no tenía trabajo fijo y varias editoriales, a las que ha dado la razón, le habían rechazado una novela que describe como “espantosa”. El contexto político estuvo marcado por una violencia de protestas, muertos en la calle y saqueos. Además, aunque no considere que el volumen sea autobiográfico en los hechos, sí que lo fue en cuanto a su estado de ánimo, que ha definido como el “desastre”. “Es un libro sobre la catástrofe de un chico, de su alrededor familiar y social. Yo estaba en la misma sintonía empática de pasarla pésimo. Estaba deprimida, cosa de la que me di cuenta leyéndola veinte años después”, ha compartido.
Pero no todos los personajes de Enriquez están tan tristes y desasosegados, como el bondadoso tío Luis de Nuestra parte de noche. “Hay algo de entrar en cierto tipo de oscuridad que no es del todo honesto como narrativa. No hablo de creíble, sino de honestidad. Estos personajes funcionan como especie de recordatorio para el lector, para mí y los propios personajes, de que no todo va a tener que ir hacia la oscuridad absoluta y el fin. También hay gente noble”, ha reivindicado.
Mirar con espanto
La autora no tiene claro que el contexto político actual, marcado por el gobierno de Trump en Estados Unidos, el genocidio de Gaza o el auge de la extrema derecha, conformen una nueva era peor que las anteriores. Enriquez ha recordado que precisamente septiembre fue el mes en el que se produjeron los atentados del 11S y el Golpe de Estado de Pinochet en Chile, y valorado que “por una cuestión de consumo de información hoy estamos más expuestos, y eso nos estresa un poco más”.
No obstante, considera que “la sensación de mirar al mundo desde una capital sudamericana es que siempre todo fue un espanto”: “Sinceramente, no veo un salto de calidad del espanto demasiado importante”. A la escritora le preocupa tener la sensación de que “nada es muy inesperado”: “Estoy igual de angustiada que siempre, quizás con un poco más de resistencia que de costumbre, lo cual no es bueno, pero es la verdad”.
0