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El primer hallazgo arqueológico que vincula a la Confitería del Molino con el Palacio del Congreso de la Nación

El espacio entre el piso de madera y el contrapiso constituyó una especie de sello que los aisló y eso permitió que las servilletas se mantuvieran en perfectas condiciones de preservación.

Ana Breccia / Juan Ignacio Breccia

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La Confitería del Molino fue bautizada como “La Tercera Cámara”. Era el ámbito de reuniones frecuentes pre y post sesiones. “El Congreso no contaba con los edificios Anexos, con lo cual la rosca política se llevaba a cabo en la Confitería”, cuenta Ricardo Angelucci, secretario técnico administrativo de la Comisión Bicameral del Congreso Administradora del Edificio del Molino. Era asimismo un foco cultural muy importante. La política convivía con el tango y la literatura. Gardel, Arlt, Mujica Láinez y Beatriz Guido, entre otros, eran concurrentes del Molino, escribían y componían allí, y los políticos que tomaban un café previo a la sesión eran testigos privilegiados. Cuenta una historia que Alfredo Palacios se olvidaba adrede un sobretodo en el Molino para tener la excusa de siempre regresar y tomar un coñac.

El Edificio del Molino y el Palacio del Congreso de la Nación son dos edificios contemporáneos. Ambos de 1916. El primero, de estilo Art Nouveau; el segundo, neoclasicista. Se destaca del Molino que es uno de los pocos casos del país que, siendo un edificio de gran envergadura, no haya sido proyectado y construido por el Estado ni por la aristocracia, sino a pulmón de un emprendedor inmigrante italiano. Comparable en este sentido con el Palacio Barolo. Es posiblemente el principal exponente del Art Nouveau en la Argentina, y uno de los primeros en América Latina. Tenía un espíritu de la Argentina que se vislumbraba, impulsaba y catapultaba a principios de siglo hacia el futuro, una suerte de vorágine o éxtasis cultural, que sucumbió en ruinas al borde del derrumbe. Posiblemente haya denominadores comunes, o por lo menos puedan trazarse correspondencias, entre el futuro promisorio pero incumplido del Molino y el del país. Como una profecía fallida.

Un taxista alguna vez nos habló acerca de un mito urbano. Una historia según la cual existe un túnel que conecta espacialmente a ambos edificios. Como una suerte de cordón umbilical que jamás hubiera sido cortado. Este relato nos atrapó, y decidimos apelar a los protagonistas para develar el misterio. Así fue que, en una recorrida por la obra de restauración, acudimos a los profesionales de la materia. La respuesta al respecto fue concluyente.

La Línea A de Subterráneo, la primera en América Latina, y signo de modernización de la metrópoli, se construyó en 1913, coincidente con el eje cívico de la Avenida de Mayo, y anterior a los edificios. Por debajo del subte también corría el Ferrocarril Oeste que en su tramo bajo tierra llegaba hasta Puerto Madero. Estos túneles lógicamente representan una barrera física para cualquier tipo de conexión espacial entre el Palacio del Congreso y el Edificio Del Molino. Pero a pesar de ello, el mundo subterráneo nos deparó una conexión distinta a la que buscábamos.

Existe en nuestro léxico el uso frecuente de metáforas de la medicina para referirnos a términos del campo del urbanismo. Por ejemplo, cuando hablamos de la “congestión” del tránsito, o cuando nos referimos a las “arterias principales” como las avenidas o autovías más importantes de la ciudad. Cuando en arquitectura se habla de “patologías” para edificios con problemas que deben resolverse como si estuvieran enfermos, o cuando pensamos en los “pulmones” como aquellas áreas reservadas al crecimiento de un parque. De hecho, el “sistema circulatorio” es estudiado tanto en medicina aplicado al cuerpo humano como en urbanismo aplicado al tránsito de la ciudad. Siguiendo este razonamiento, el mundo subterráneo es para la ciudad la sala de máquinas que la hace funcionar. Allí se esconden bombas, como en nuestro cuerpo el corazón, y circulan redes de agua, luz, gas, cloaca y lluvia. Incluso también circulan personas. Son sus entrañas. Es bajo tierra donde se esconden los secretos de la ciudad.

Y fue bajo la superficie que yacía un hallazgo. Una conexión más entre el Congreso y la Confitería. Pero no una conexión física, sino de índole política, social e histórica. Un elemento tan sencillo como complejo, tan endeble como resistente. Una serie de servilletas y envoltorios de azúcar de la Confitería Del Molino se escondieron por cuarenta años debajo de los pisos de madera del Congreso de la Nación. Quizás sea tan equivalente este hallazgo como el sobretodo de Alfredo Palacios sobre el respaldo de una silla del café. Un elemento material de un edificio que pretendemos olvidar en el otro para tener la excusa de volver.

Sandra Guillermo, coordinadora del equipo de arqueología del Edificio del Molino, cuenta en diálogo con elDiarioAR los detalles técnicos de los elementos hallados, los procesos y los valores que representan para la comunidad.

-¿Cómo fue el hallazgo de las servilletas en el Congreso?

Un día avisaron a la coordinadora general de la obra que un equipo de restauradores del Congreso durante las tareas que estaban realizando al levantar un piso de madera, en uno de los salones de la planta baja [...], habían encontrado un papel de envolver con el logo de la Confitería del Molino y una servilleta también con el mismo logo, en un espacio libre entre el piso de madera y el contrapiso, el cual no tenía más de 25 cm de alto. Me pidieron entonces que fuese para allí. El propósito no solo fue conocer los hallazgos y traerlos al Molino, sino también para mi era importante ver el espacio en donde habían sido recuperados, dado que en arqueología el contexto de hallazgo es tan importante como el/los objetos, ya que nos proporcionan información de diferente tipo y comprender las asociaciones que pueden ser observadas. 

-¿De qué época datan las servilletas y de qué material son?

La servilleta es de papel, es cuadrada y por lo que se pudo inferir a partir de otros objetos con los que estaba asociada y por servilletas similares que recuperamos en el interior del Edificio del Molino, pertenecerían a las últimas dos décadas de funcionamiento de la Confitería, es decir entre los años 80´ y 90´ del siglo XX.

-¿Cuáles fueron las condiciones/factores que hicieron que se conservaran en el tiempo? 

Se conservaron porque estuvieron en un ambiente relativamente estable, en cuanto a las condiciones variables imperantes por un amplio lapso temporal. El espacio entre el piso de madera y el contrapiso constituyó una especie de sello que los aisló y eso permitió que se mantuvieran en perfectas condiciones de preservación.

-¿A qué estudios y procesos fueron sometidos estos elementos?

Cualquier objeto que haya estado bajo ciertas condiciones ambientales durante muchos años en un lugar con poca circulación de aire, cuando se lo retira de ese espacio lo primero que se hace es estabilizarlo para que el cambio brusco hacia las nuevas condiciones no lo afecte de manera que active procesos internos, que lo comiencen a deteriorar, generándole una fragilidad que puede llegar a producir con el tiempo su pérdida. Lo que se hizo en este caso fue hacerles inicialmente una limpieza en seco con cepillos de cerdas suaves y pinceletas, se los desplegó, dejándolos extendidos y se los colocó en un contenedor específicamente realizado con material libre de ácido. Paralelo a esto se les llevó a cabo un registro fotográfico general y en detalle, y con ello se hizo una comparación con los otros objetos y logos de materiales recuperados en el Edificio del Molino.

-¿Se encontraron otros elementos del Molino en el Congreso anteriormente y viceversa? 

No, son los primeros hallazgos de la Confitería del Molino que se han encontrado en el edificio del Congreso, y de ahí la importancia que reviste. Del Congreso contamos con diferentes tipos de objetos y evidencia que muestran que adquirían los productos, tales como remitos de pedidos efectuados, notas de entrega, entre otros.

-¿En qué radica el valor de este hallazgo?

El valor que posee es permitirnos ver a través de ellos, que son piezas/objetos materiales concretos, la presencia del consumo de productos de la Confitería del Molino en el Congreso. Es decir, el otro lado de ese vínculo que hasta ahora solo provenía desde la Confitería. Efectivamente allí se consumió in situ alguno de los productos. Conocemos las personas que formaban parte del Congreso y que asistían con frecuencia a la Confitería, también como el lugar era considerado y llamado la “tercera cámara”, con relación a que allí se seguían conversando las temáticas tratadas en la sesiones y ahora se puede también agregar que los productos también estaban en el Congreso. Un ida y vuelta en donde ahora tenemos ambas partes y la evidencia material que hace superar la suposición de que ello ocurría, para pasar a contar con la evidencia de que así efectivamente era.

AB/JIB

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