Mi vida anterior es un logro artístico derivado de una amistad progresiva y confiada entre dos mujeres: una que necesita romper un tremendo bloqueo de muchos años, y otra que percibe esos primeros mensajes, subrepticios pedidos de auxilio, y sabe canalizarlos con ánimo solidario; sabe recibir esas confidencias que van develando la historia de una sobreviviente que más tarde, ya liberado ese secreto y con la necesidad de mediar la revelación a su hijo adulto, le dirá a su amiga que la incita a escribir un libro, que lo haga ella, que es periodista y guionista de tevé. Es decir, Teresa Donato.
Con esa meta, la protagonista de la historia, que elige preservar su identidad, recibirá el nombre de Mariana y se prestará a entrevistas más formales que, una vez desgrabadas, sumarán mil quinientas páginas. De las que surgirá, trabajando con el dramaturgo –y actor, director, cantante, cineasta– Dennis Smith, esta obra tan tocante y perturbadora donde hijo y madre van desgranando, desde sus respectivos puntos de vista, sus vivencias; sus sentimientos profundos, encontrados, acallados… Sucede en un espectáculo enriquecido poéticamente por canciones que parecen brotar de la acción escénica, ser su banda sonora natural. De Gal Costa a Piazzolla-Ferrer, sin dejar de lado a Armando Manzanero.
A la salida de la función resulta palpable la afectación del público que –más allá de la calidad general de la representación, de su dinamismo y constante interés– se lleva una comprensión ampliada pero no idealizada de los desprendimientos a largo plazo del accionar atroz, inhumano de la dictadura militar, parcialmente cívica y eclesiástica.
Un secreto a dos voces
Para despejar ciertas dudas y comparaciones, vale remarcar que Teresa Donato conoció en 2018, en Brasil, a la mujer rebautizada Mariana en la novela de no ficción Dos veces desaparecida y en la pieza teatral Mi vida anterior. Dos realizaciones entrelazadas y, al mismo tiempo, separadas y diferentes: el texto escénico, como quedó dicho en sociedad con Dennis Smith que –con esa velocidad del rayo característica en él– avizoró enseguida el potencial dramático de esas frondosas entrevistas que fueron antecedidas por el puro parloteo en la madrugada de dos amigas incentivadas por vinito rosado.
Momentos en los que Mariana comienza a romper el hielo que la escudó durante décadas y consigue hablar de aquello que nunca había verbalizado. Esas revelaciones iniciales que TD escucha atenta, comprensiva, sin cálculo alguno, dándole cauce y apoyo al desahogo del corazón de su visitante que, en varios viajes a Buenos Aires, se hospeda en su casa.
En abril de 2022, Mariana le comenta a Teresa que su hijo le pidió que le contara esa historia que, por recortes que le llegaron, sabe que ha sido silenciada. Y hasta le ha sugerido que escribiera un libro para no tener que oírla directamente de sus labios… “Y entonces Mariana me propone que fuese yo, que estaba al tanto de tanta data, quien lo escribiese”, refiere ahora Teresa Donato, que reaccionó “loca de alegría por la propuesta, pero muerta de miedo ante la idea de escribir mi primer libro”.
Ahí comenzaron las entrevistas con otro cariz, con un objetivo claro donde aplicar su experiencia como periodista; entrevistas que después habría que editar para darles forma literaria mientras que cumplía con otros compromisos laborales. En febrero de 2023, a Erika Halvorsen le cae la ficha de que podría haber una obra de teatro anidando en ese material, y cuando Teresa se lo comenta a Dennis Smith –con quien estaba escribiendo el guion de una película– ya saben ustedes cómo reaccionó.
Para la obra, faltaba editar de otra manera las mil y pico de páginas de entrevistas y trabajar conjuntamente la dramaturgia de Mi vida anterior, que pudo presentarse finalmente en el marco del FIBA (Festival Internacional de Buenos Aires), previo ensayo con invitados de Mariana, presente con su hijo. Una suerte de semimontado que salió a pedir de boca, en la escena y en la platea.
Entretanto, Donato continuó laburando en la novela titulada Desaparecida dos veces, ahora con el respaldo de Mariano Valerio, de Editorial Planeta, que saldrá a la venta en noviembre próximo. “Elegí correrme y darle la primera persona a Mariana, sumándole otras voces de familiares y amigos que dicen lo suyo sobre la protagonista. Todo para contar la vida cotidiana de una mujer muy joven en la lucha armada que cae detenida en las peores condiciones, esposa de un militante que muere en acción, madre de un niñito al que siempre intenta proteger. Mariana es una persona que se suma a otras, que contribuye a desplegar el relato que se viene haciendo. Ella, con la sinceridad de alguien que muy joven se las arregló como pudo para seguir adelante”.
La culpa del sobreviviente y el síndrome de Estocolmo
En la obra teatral, entonces, en una actuación de enorme plasticidad, Smith alterna el personaje de Francisco en distintas edades, y el de su madre dando su versión de los hechos. De niño, Francisco se pregunta qué es tener un padre héroe; un padre del que se inventa recuerdos, lo representa en un playmovil con barba, Che Salvador; y a los 14 recibe de su abuela, como regalo de cumpleaños el acta de defunción, muerto por tres disparos. Mariana narra su entrada en la clandestinidad, su huida con el niño en brazos después de despedirse de las cosas de su casa, de abrazar la ropa de su marido de apenas 24, muerto en combate: “Se van a quedar con todo menos con nosotros”. No le queda otra que dejar a Francisco con su abuela materna.
Al cabo de poco tiempo, Mariana es secuestrada, cae en la Cueva, los ojos vendados, desnuda, golpeada, un balde por inodoro, comida en plato de lata. Entre los torturadores, hay uno que se prenda de ella, la trata mejor, le hace favores, la obliga a tener sexo con él (“la que coge con Beto no soy yo, tampoco sé quién es”). Gracias a él, puede mandarle un mensaje escrito a su hijo, luego verlo jugar en una plaza; finalmente escapar a Brasil y comprobar que es considerada una traidora, culpable de haber sobrevivido. “Es raro salvarse. Si estuviera muerta, me recordarían con respeto…”.
La inquietud queda planteada al público: ¿qué habrías hecho en su lugar, en semejantes circunstancias?, ¿de qué habría servido resistirse a los primeros avances de Beto que, además, tiene algunos gestos propicios que pueden salvarte de una muerte más que probable?
Mariana experimenta la denominada culpa del sobreviviente, sufrida por personas, cuya vida se ha salvado en situaciones donde otras personas han muerto -un accidente, una masacre- y alimentan el sentimiento de haber traicionado. El caso más extremo de esta carga emocional es el de los sobrevivientes de la Shoá, que ha sido analizado, entre otros, por el psicoanalista austríaco Bruno Bettelheim, quien precisamente estuvo un año en Dachau y Buchenwald, en su libro Sobrevivir. El Holocausto una generación después. Por su lado, Simone Veil –que fuera ministra de Salud de Francia en los ’70, asumiendo un rol decisivo en la legalización del aborto– deportada a los 16 a Auschwitz, donde perdió a parte de su familia, pudo reconocer más tarde sus “sentimientos de amargura, una fuerte incomprensión, incluso una hostilidad bastante generalizada”.
Con el correr de los años, muchos otros rescatados confesaron no haber logrado regresar del todo de los campos; de tanto dolor, tanta desesperanza y humillación. Un trauma que entra en la clasificación de trastorno de estrés postraumático que, a estos sobrevivientes, les causó un bloqueo que les impidió dar testimonio y, asimismo, franquearse con sus familiares y amigos. La Mariana de la obra teatral estuvo 50 años sin poder contarle a nadie sobre su vida anterior, en la década de 1970.
A ella acaso la alcanzó en cierta medida el síndrome de Estocolmo, descrito a comienzos de los años ’70 por el psiquiatra sueco Niels Bejerot. Trastorno que fuera representado en forma extrema en el controvertido film Portero de noche (1973) de la italiana Liliana Cavani, con Charlotte Rampling y Dirk Bogarde. Ella como una exprisionera que muy joven había tenido una relación sadomasoquista con un médico del campo de concentración. Ambos se reencuentran casualmente en Viena doce años después y reproducen aquella situación: ella llega a calzarse una gorra de las SS, de pantalones con tiradores y entona un tema que hacía Marlene Dietrich (conocida por su firme postura antinazi).
Censurada en Italia y en otros países, estrenada con retraso, Portero de noche, película inconfortable si las hay, hoy de culto. Fue reestrenada en salas en Francia en 2012, y el año pasado reeditada en DVD, versión restaurada, por el muy exigente sello Carlotta Films. Merece señalarse que Cavani había realizado previamente documentales para la tevé (Historia del III Reich, 1962; La mujer y la Resistencia, 1965) y que en esos años era una de las muy escasas mujeres cineastas. Charlotte Rampling, por su parte, mucho antes de llegar a Duna con su mirada encapotada y siempre sin aceptar cirugías en su espléndido rostro, siguió haciendo elecciones osadas como encabezar Max, mon amour, 1986, en el papel de la esposa de un diplomático al que engaña con un chimpancé, bajo la dirección de Nagisa Oshima.
Donato y Smith, tal para cual (dicho a favor)
Después de conocer la historia de Mariana en aquellos coloquios amistosos, Teresa Donato la tuvo clara cuando decidió encarar las entrevistas para la novela de no ficción que se bifurcaría en la pieza de teatro: “Como decimos en Mi vida anterior, ella fue una chica que se atrevió a llevar a la práctica lo que otros discutían en el bar. Como escritora, supe que me tenía que bajar del banquito y guardarme el dedito acusador con el que se miraba a los sobrevivientes, traté de ponerme en su lugar. Ojalá le pase lo mismo al público que ve la obra, a los futuros lectores de la novela. El peso de estar vivos y ser considerados traidores por lo que habían sido sus compañeros resultó terrible para muchos, tuvo consecuencias graves en su salud física y mental”.
El texto teatral quedó estructurado como un fluir entre el discurrir, reflexionar, recordar de madre e hijo, de Mariana y Francisco que van aportando las piezas que arman -sin cerrarlo del todo- este relato que destila sinceridad aun en sus zonas ambiguas.
Y en un alarde de plasticidad en las finas transiciones sin subrayados, con una energía inagotable, Dennis Smith encarna a ambos personajes de manera siempre convincente. Con su atuendo oscuro, de líneas exactas, que solo se modifica por el uso o no de una chaqueta que se puede volver falda, así como una de las sillas metálicas puesta sobre la mesa del mismo material se convierte en un asiento de colectivo. Haciendo juego se integran los objetos estilizados que remiten a la comida y saliéndose de ese despojamiento esencial, el playmovil como figuración paterna y esa Virgencita de Itatí que se ilumina y que a veces salva a Mariana por caminos torcidos.
Como si no fuera más que suficiente semejante rendimiento en actuación y canto, Smith es el responsable de la puesta en escena que se desarrolla en movimiento casi perpetuo, con una coreografía impecable y, por momentos, con la funcional aplicación de una cámara que proyecta primeros planos, imágenes que potencian el sentido, los sentidos del texto.
Mi vida anterior, en Santos Dumont 4040.
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