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Los socioliberales dan la sorpresa y empatan con una ultraderecha que no suma para gobernar en Países Bajos

Rob Jetten, líder del D66, celebra los resultado de las elecciones en Países Bajos.

Samuel Witteveen Gómez

Ámsterdam —
30 de octubre de 2025 15:34 h

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Rob Jetten, un político joven y carismático, líder de los liberales progresistas (D66), es el gran vencedor de las elecciones en Países Bajos. Con 26 escaños, su partido empata con el ultraderechista Geert Wilders y su Partido por la Libertad (PVV) que cae con fuerza y pierde 11 representantes en el Parlamento.

La unión de ecologistas y socialistas (GroenLinks-PvdA) no alcanzó sus objetivos, descendiendo de 25 a 20 escaños. El líder Frans Timmermans aceptó la derrota y presentó su renuncia: “No logré convencer a suficiente gente. Tomo plena responsabilidad y dejo el liderazgo en manos de una nueva generación”.

Los conservadores (VVD) respiraron aliviados al lograr 22 escaños, un descenso de 2. Contaban con que su convulso Gobierno junto a Wilders, les pasaría factura, pero lo cierto es con este resultado podrían volver a ser claves en un futuro Gobierno.

El cristianodemócrata CDA, liderado por Henri Bontenbal, aparece como otro gran ganador de la noche y suma hasta alcanzar 18 escaños. Pudiendo también tener un papel de peso en una futura coalición.

Pese al empate entre liberales y la ultraderecha de Wilders, este último no podrá sumar suficientes apoyos debido a los vetos que pesan sobre él. Los conservadores lo excluyen de una futura coalición, reprochándole su “iresponsabilidad”, después de que Wilders dinamitara el Gobierno de coalición que compartían el pasado junio. Liberales y cristianodemócratas también lo excluyen de un futuro pacto, debido a sus demandas anticonstitucionales contra la minoría musulmana.

Jetten compareció exultante en una sala repleta en Leiden, donde sus seguidores agitaban banderas neerlandesas y europeas, al grito de “sí se puede”, su lema de campaña. “Millones de neerlandeses se despidieron hoy de una política de la negatividad, de odio e impotencia”, dijo el líder de los socioliberales.

Jetten, de 38 años, supo aprovechar el centro político vacante después de que Mark Rutte –actual secretario general de la OTAN– dejara el poder y su partido abriera la puerta a Wilders. Si consigue formar gobierno, Jetten se convertiría en el primer ministro más joven de Países Bajos y el primero abiertamente homosexual.

Miembros del partido D66 celebran los buenos resultados que muestran los sondeos al cierre de las urnas el 29 de octubre de 2025, en Leiden, Países Bajos.

El ultraderechista Wilders atendió a los medios frente a su oficina en el Parlamento, de forma escueta y con un tono bastante más compungido que el que acostumbra. Wilders reconoció que los vetos le pasaron factura pero se congratula de haberse “mantenido firme” y no se arrepiente de haber abandonado el gobierno.

El veto de los conservadores de VVD provocó que parte los votantes de Wilders hayan acudido a otras opciones en la derecha. La formación ultraderechista JA21 pasa de 1 a 9 escaños, y podría ser clave a la hora de formar una coalición. El partido ultra FvD crece también, de 3 a 7.

La televisión pública planteó posibles coaliciones de gobierno. Por ejemplo, una coalición entre los liberales de D66, conservadores de VVD, el partido democristiano CDA, y el partido de derecha radical JA21. Este conjunto sumaría 75 votos de los 150 del Parlamento, necesitando un parlamentario más para alcanzar la mayoría de 76. El partido Unión Cristiana, con 3 votos, podría completar la coalición. En cualquier caso, las negociaciones se esperan arduas y podrían alargarse durante meses.

Campaña marcada por el discurso antimigración

El gran avance de los liberales progresistas de D66 llega tras una áspera campaña, marcada por altercados violentos e intimidación a políticos. La propia sede de los liberales sufrió destrozos después de que una protesta antinmigración desembocara en disturbios en La Haya.

Los mensajes contra la inmigración y la supuesta “islamización” de Países Bajos expresados por el conjunto de la ultraderecha terminaron permeando el centro político. Incluso los liberales de D66 y la unión de ecologistas y socialistas (GroenLinks-PvdA) dejaron atrás su habitual discurso de apertura y solidaridad para acercar sus posiciones a un marco de mano dura. Ahora, la consigna que más se escucha es “recuperar el control sobre la inmigración”. 

Es especialmente el discurso agresivo e islamófobo de Wilders el que crispa el debate y termina teniendo reflejo en las calles. En una de sus pocas apariciones televisivas durante la campaña, preguntado por la masacre en Gaza, afirmó: “Yo hubiera hecho lo mismo que Israel”. Y en un debate sobre el precio de la canasta de la compra: “La solución es terminar con la ayuda al desarrollo. Los africanos pasarán hambre, pero nosotros al menos no”. 

También se reveló, en los días finales de la campaña, que desde el entorno de Wilders se estaban difundiendo imágenes generadas con IA. En ellas se veía, entre otros, al líder de la izquierda Frans Timmermans siendo detenido por la policía y a chicas rubias perseguidas por jóvenes de piel oscura. 

Veto a Wilders

Pero antes de nombrar a un primer ministro, se deberá armar una coalición en un panorama muy fragmentado. Países Bajos conoce una larga tradición de coaliciones y no es raro que hasta cuatro partidos se unan para formar un gobierno. 

Los liberales-conservadores de VVD vetaron a Wilders y su Partido por la Libertad (PVV) después de que este dinamitara el anterior Gobierno. No son las ideas de Wilders, según la líder Dilan Yesilgöz, lo que motiva la exclusión, sino su “irresponsabilidad”. El veto hace prácticamente imposible que Wilders vuelva al poder. 

Para lograr una coalición, el futuro Gobierno deberá reunir 76 apoyos en el Parlamento de 150 escaños. Las negociaciones, en cualquier caso, se alargarán durante meses.

La extrema derecha dinamitó el gobierno

Las elecciones se celebrarondespués de la caída el pasado junio del Gobierno liderado por Dick Schoof, un alto funcionario sin adscripción a ningún partido. La coalición, que apenas se mantuvo 11 meses en pie, unió al PVV del ultraderechista Geert Wilders, el partido de los liberales-conservadores (VVD), el partido democristiano Nuevo Contrato Social (NSC) y el populista Movimiento Granjero-Ciudadano (BBB).

El primer Ejecutivo liderado por la ultraderecha tuvo una vida tempestuosa. Wilders, que renunció a ser primer ministro, mantuvo una doble función de socio mayoritario y líder de su grupo en el Parlamento. Este arreglo le permitió tanto influir en las decisiones del gabinete, como liderar la oposición a su propio Gobierno cuando no lograba sus objetivos.

El Gobierno de Schoof se desmoronó después de que el líder ultra exigiera aplicar un plan de diez puntos contra la inmigración que incluía desplegar el Ejército en las fronteras y la expulsión de los ciudadanos sirios, aunque tuvieran permiso de residencia temporal. Los socios de Wilders no expresaron ninguna crítica a los planes, pero la realidad jurídica frenó una vez más las ambiciones del ultraderechista. Wilders sabía que el plan era irrealizable a corto plazo y utilizó esta maniobra para dar la puntilla a una coalición de compromisos en la que él nunca se sintió cómodo. 

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