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COPA AMÉRICA

Argentina gana y golea, Messi dignifica

El festejo del primer gol argentino.

Andrés Burgo

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Si nuestro fútbol es un permanente yin y yang entre la gloria y la putrefacción, esta selección modelo Copa América 2021 sabe rendirle homenaje con sus luces y sombras: los salieris de Lionel Messi alternan auspiciosos primeros tiempos con desangelados complementos, pero siempre con el gol latente, a punto de nacer. Aun a medio camino entre un equipo que ataca mejor de lo que juega y de lo que defiende, Argentina goleó 3-0 a Ecuador con más sufrimiento de lo que indica la diferencia en el resultado y avanzó a las semifinales, la instancia en la que este martes jugará contra Colombia, vencedor por penales de Uruguay.

Liderado por un Messi en todos los roles posibles, asistente y goleador, Argentina cocinó su triunfo a fuego lento: en el primer tiempo convirtió Rodrigo de Paul tras una habilitación extraordinaria del capitán y en el segundo, ya sobre el final, completaron el triunfo Lautaro Martínez -tras otro pase del 10- y el propio Messi, con un tiro libre que le hace honor a su mejor torneo con la selección argentina.

No conviene menospreciar el nuevo triunfo de un equipo que está invicto en el torneo, no pierde hace 18 partidos y juega contra una historia que en las últimas décadas se pareció a una condena. El último título oficial en selecciones mayores, sin contar títulos olímpicos o en equipos juveniles, fue hace 28 años. Desde entonces pasaron 18 competiciones (nueve Copas América, siete Mundiales y dos Copas Confederaciones) y Argentina llegó a seis finales, pero una y otra vez terminó mancándose. El desafío es mayor porque, en este lapso, Brasil fue campeón once veces: ganó dos Mundiales, cinco Copas América y cuatro Confederaciones.

Tal como había demostrado en la primera fase, lo mejor de Argentina volvió a ser su voracidad inicial, siempre más convincente en su determinación para el gol que en el dominio del juego. La novedad contra Ecuador fue que si en los partidos anteriores se había puesto en ventaja en un chasquido de dedos, apenas al salir del vestuario, esta vez el gol tardó más de lo esperado (y de lo merecido). En todo caso es otra virtud de Argentina: si no consigue el 1-0, lo fuerza. A eso también se lo debe llamar variantes ofensivas.

Contra Ecuador parecía que la suerte jugaba a las escondidas, en especial después de haber desperdiciado dos situaciones clarísimas en el comienzo, como una definición de emboquillada de Martínez -tras un gran pase en distancia de Germán Pezzella- que fue evitada sobre la línea por Robert Arboleda, y un posterior remate de Messi que dio en el palo y seguramente quedará en el recuerdo como uno de los pocos mano a mano tirados a la basura por el 10.

Tras una primera fase generosa en partidos que Scaloni aprovechó para ensayar alternativas, la formación de anoche pareció dejar en claro que hay un equipo titular, o al menos un mediocampo preferido, con de Paul, Leandro Paredes y Giovani Lo Celso, y Nicolás González lanzado a la izquierda en lugar de Ángel Di María. Es una formación que asegura más vértigo que quite, acorde a una Argentina con ambición ofensiva y el gol fácil pero con la canilla de dudas todavía abierta cuando retrocede. En la defensa, en la que parecen haberse ganado el puesto Emiliano Martínez en el arco, Nahuel Molina Marcos Acuña en los laterales, y Nicolás Otamendi en la zaga central (Cristian Romero quedó al margen por lesión), repercuten las carencias de marca en el mediocampo.

Hubo un momento inquietante en que Ecuador, que había llegado a los cuartos de final sin triunfos -aunque en la previa se llegó a hablar de Gustavo Alfaro como un Frankestein para nuestra selección-, empezó a conseguir que el partido se jugara a ida y vuelta, una mala noticia para Argentina. En esa moneda revoleándose por el aire, Enner Valencia y Alan Franco no conectaron al gol por centímetros y en el contraataque llegó el 1-0 argentino, la última genialidad de Messi: el 10 habilitó primero a González y luego, tras el rebote del arquero Hernán Galíndez, asistió con la clarividencia de un genio a De Paul, quien ante el arco vacío convirtió su primer gol para la selección. Sólo había un jugador en la cancha capaz de ese pase-gol y era, perdonen la obviedad, Messi.

Pero aunque estuviera en ventaja. la ausencia de un mediocampo pensado para el corte siguió complicando a la selección desde entonces. Si ya había sido un pequeño milagro que un cabezazo de Valencia no marcara el 1-1 al final del primer tiempo, el complemento ratificó la cara más desfavorable de Argentina, un equipo que -en la primera fase y también ante Ecuador- arranca como para ganarle a cualquiera y termina como para sufrir contra cualquiera. Un puñado de centímetros evitó que Nico González tuviera el gran disgusto de su carrera con un rechazo incómodo que por poco no superó a un sorprendido Martínez.

Cada vez más desconectado entre las líneas, con Messi por única vez separado de sus compañeros y la pelota ya en posesión de Ecuador, Scaloni tardó 25 minutos del segundo tiempo en advertir que Guido Rodríguez (un cinco clásico, de más corte) no podía continuar más tiempo en el banco de suplentes. Con el ingreso del ex River, y otros retoques del entrenador, Argentina empezó a presionar (su déficit hasta entonces) y terminó de tomarles las riendas a un partido que se había complicado demasiado.

Al final llegaron los goles de Martínez, tras una recuperación de Di María y un pase de Messi a los 39 minutos del segundo tiempo, y del propio capitán, un tiro libre en tiempo cumplido que redondeó una goleada exagerada según el trámite pero en sintonía con un equipo que tiene el gol fácil y a un Messi genio como siempre y conectado como nunca.

MGF

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