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MURIÓ CARLOS REUTEMANN
El día que el Príncipe de Mónaco coronó a Reutemann

El príncipe Rainiero le entregó el trofeo a Carlos Reutemann tras la victoria en Mónaco 1980.

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De los doce Grandes Premios de Formula 1 que ganó Carlos Reutemann, el de Mónaco, el 18 de mayo de 1980, tuvo un sabor especial porque el mismísimo príncipe Rainiero lo recibió al final de la alfombra roja y se rindió a sus pies admirado por la clase de manejo que el santafesino había ofrecido bajo la lluvia.

En su sexta carrera con el equipo Williams, después de un mal año anterior con Lotus, el argentino tuvo una brillante performance en una desapacible tarde sobre el circuito callejero del Principado y sumó su décimo triunfo en la F1.

La carrera se desarrolló con una tensa expectativa desde el principio y el argentino pasó a dominarla en el último cuarto cuando el constante puntero, el francés Didier Pironi, se descontroló con su Ligier y rozó el guard-rail.

Lole Reutemann partió desde la segunda posición en una accidentada largada, con el despiste por los aires del irlandés Derek Daly (Tyrrell), que quedó fuera de acción con apenas 300 metros transitados, al igual que Jean Pierre Jarier (Tyrrell), Alain Prost (McLaren) y Bruno Giacomelli (Alfa Romeo).

En el tramo inicial de la carrera, el segundo piloto de la escudería británica, por ese entonces financiada con capitales saudíes, se mostraba expectante en el tercer lugar.

El primer golpe de escena se dio en la vuelta 24 con el abandono de Alan Jones por el diferencial roto de su Williams FW07. El santafesino quedaba segundo, a 2s.5/10 de Pironi.

El Ligier de Pironi parecía encaminarse a la segunda alegría consecutiva (venía de ganar en Bélgica) pero la lluvia, involuntaria protagonista, le otorgó otro desenlace a la historia.

Cuando los vehículos transitaban por la vuelta 55, el francés sintió que se le escurría entre las manos esa soñada victoria, cuando golpeó contra el guard-rail, a la salida de la curva del Casino.

“La segunda y tercera marchas no entraban bien. La goma trasera izquierda empezó a desinflarse y al auto le faltaba un poquito de equilibrio”, contó el santafesino, respecto de las dificultades que atravesó en el tramo final de una histórica carrera.

El francés Jacques Laffite (Ligier) estaba demasiado lejos (a más de un minuto), pero Lole jamás pensó en cambiar los neumáticos para piso seco, pese a la pertinaz llovizna que mojaba las calles monegascas.

Entonces, el triunfo llegó después de más de 115 minutos de manejo sobrio. Ya en el podio, al lado de su alteza Rainiero y su esposa, la princesa Grace Kelly; y con su mujer de entonces, “Mimicha”, el santafesino se sintió Príncipe por una tarde.

Tras la comida con el Príncipe, los honores de Montecarlo y el champagne que apenas había probado con el borde de los labios, Reutemann tomó conciencia de que estaba viviendo uno de los grandes momentos de su carrera.

Ganar en Mónaco, en el circuito más tradicional, fue como recibirse en la Universidad de la Fórmula 1 porque la mítica carrera formaba parte de la triple corona con Le Mans y las 500 Millas de Indianápolis. Esas que sueñan todo piloto de elite y que uno solo consiguió: el británico Graham Hill.

El Gran Premio de Mónaco nació en 1950 junto a la F1 y tuvo al argentino quíntuple campeón del mundo, el balcarceño Juan Manuel Fangio, como primer ganados con un Alfa Romeo. Siete años más tarde repitió con una Maserati.

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