Massa prevé anunciar hoy una inflación de menos del 5% y empieza a negociar alzas del 3% mensual de marzo a julio

En una entrevista con el diario Perfil el pasado fin de semana, Sergio Massa anticipó que el índice de precios al consumidor (IPC) de diciembre, que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundirá hoy, estará por debajo del 5%, igual que en noviembre, cuando fue del 4,9%. En la mayoría de los países del mundo, incluso en la Argentina de las últimas tres décadas, otro 4,9% de inflación mensual y un cierre de año con 95% anual, la mayor desde la hiperinflación de 1990, sería una muy mala noticia, pero en un país que tocó el 7,4% en julio, el mes en que se sucedieron tres ministros de Economía, parece un dato aliviador.

Se evitó el regreso de la híper, una amenaza que advertían economistas ortodoxos varios. Tampoco se solucionó de raíz el flagelo. Pero montado sobre el descenso gradual del IPC, Massa, a través de su secretario de Comercio, Matías Tombolini, y su nuevo subsecretario de Políticas para el Mercado Interno, Gustavo Faskowicz -un experto en bases de datos que reemplaza a Anastasia Daicich-, ya ha comenzado a anticipar a las empresas de consumo masivo que la extensión de Precios Justos, vigente desde noviembre hasta marzo con alzas mensuales de hasta el 4%, será de marzo a julio con incrementos de hasta el 3% y no sólo en supermercados, según comentó uno de los ejecutivos que visitó estos días las oficinas públicas de Diagonal Sur.

En una de las firmas de alimentos que esperan la convocatoria de Sergio Massa admiten que si la inflación de diciembre se mantiene por debajo del 5%, parece razonable que desde marzo los aumentos se moderen hasta el 3%"

En el equipo de Tombolini se muestran prudentes, mientras la mayoría de las compañías todavía no fueron citadas a las reuniones individuales sobre el futuro de Precios Justos: “Aún no tenemos definida ninguna propuesta de sendero, se está trabajando en eso”. En una de las firmas de alimentos que esperan la convocatoria admiten que si la inflación de diciembre se mantiene por debajo del 5%, parece razonable que desde marzo los aumentos se moderen hasta el 3%. De todos modos, señalan que hay tensión porque suben los costos del flete, la energía y algunos insumos importados que no se consiguen por el demorado Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) sino que se pagan al contado con liquidación (CCL), casi al doble que el dólar oficial. A su vez, las fábricas producen al filo del parate porque las compras externas se consiguen a último momento ante un ritmo de aprobaciones de SIRA que aceleró en el comienzo del año pero sigue atrasado. En una láctea sostienen que, aunque desde un principio supusieron que el acuerdo de precios de Massa iba a extenderse a lo largo del año electoral, les está costando cumplir ya con la actual pauta del 4% porque la leche cruda subió 6% en noviembre y 8% en diciembre, al tiempo que la combativa Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera (Atilra) adelantó de marzo a diciembre las paritarias.

En el Gobierno calculan que la inflación núcleo -la que descuenta los incrementos estacionales- se acomode en diciembre en el 4,6%. Explican las razones por las que el IPC se modera.

Primero, porque el shock internacional de los precios de las materias primas por la guerra de Ucrania se ha estabilizado.

Segundo, porque tampoco se cumplieron las alertas de Rodrigazo (1975), y las paritarias no se desbordaron sino que han servido para una leve recuperación de un salario que viene de perder un cuarto de su poder de compra en el gobierno anterior.

Tercero, la tasa de interés real (ajustada por inflación) se mantiene positiva (por encima del IPC) desde hace cinco meses y sólo irá bajando en la medida en que se consolide la merma del indicador de precios.

Cuarto, la economía se enfrió pero sin un crash. De hecho, el pequeño comercio creció en diciembre pasado, después de cinco meses de baja, y el éxito de la temporada de verano alimenta la ilusión del peronismo de que la elección no está perdida, como se creía hasta hace poco por impacto de la inflación récord en 32 años.

Quinto, la relativa calma de los dólares financieros (MEP y CCL) por efecto de la mejor percepción del riesgo argentino de parte de los inversores, que desde hace dos meses se vuelcan a comprar acciones y títulos públicos de la Argentina, los mismos activos que se usan para operar en estos mercados cambiarios. El interés de los brokers se vincula a la expectativa de que el próximo presidente sea pro mercado, ya sea de Juntos por el Cambio o Massa. En cambio, el dólar blue continúa ascendiendo, y presiona sobre la inflación de enero, no por una relación directa con los precios sino porque el mercado ilegal influye en las expectativas. El valor en las cuevas se agita por la demanda de argentinos que se van a veranear en el exterior o que necesitan pagar la tarjeta de crédito y por la menor oferta de los turistas extranjeros, que ahora pueden cambiar con sus plásticos en el MEP. De todos modos, en el equipo económico esperan que pronto se ecualicen, como otras veces, las cotizaciones del blue, el MEP y el CCL.

El dólar blue continúa ascendiendo, y presiona sobre la inflación de enero, no por una relación directa con los precios sino porque el mercado ilegal influye en las expectativas"

Sexto, que Precios Justos sea un acuerdo más abarcativo de productos que el anterior Precios Cuidados.

Séptimo, una política fiscal “no expansiva”, el cumplimiento de la meta de déficit primario (antes del pago de deuda) del 2,5% del PBI, comprometida con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Octavo, que se sobrecumplió el objetivo fijado con el Fondo de financiamiento del rojo de las cuentas públicas con emisión monetaria: debía ser del 0,8% del PBI y terminó en 0,65%. Aunque en el Gobierno reconocen que hay impresión de billetes por otros lados, como por el dólar soja y la intervención del Banco Central en el mercado de deuda, reivindican que en general se la esteriliza con letras, salvo en enero, cuando el mercado demanda siempre más liquidez.

Noveno, el sobrecumplimiento de la meta con el Fondo sobre reservas, en más de US$ 400 millones. La idea de Massa y compañía es continuar por la misma senda, quizá con alguna baja de tasas, pero con la ilusión de que los salarios y las jubilaciones les ganen a la inflación en los próximos meses. Eso contribuiría a mejorar al peronismo en las encuestas. Se supone.

El cálculo de los empresarios

En Punta del Este, los grandes empresarios que veranean por allí creen que efectivamente la inflación puede morigerarse. De eso conversaron algunos de ellos en el cumpleaños de Mauricio Filiberti, accionista de Edenor, que invitó a su socio en la empresa, José Luis Manzano, y a José Urtubey, Juan Nápoli, Sebastián Bagó padre e hijo, Gabriel Martino, Luis Galli, Damián Pozzoli, Cristiano Rattazzi, Martín Cabrales, Facundo Prado, Miguel Sulichin, Martín Redrado, Federico Salvai, Carolina Stanley, Rodolfo D'Onofrio, Zulemita Menem, Alejandro Gravier, Valeria Mazza, Pappo Rocca, Nacho Viale y su madre, Marcela Tinayre, según contó Perfil. Uno de ellos destacaba la habilidad de Massa para ir incluyendo a todos los sectores en Precios Justos y no descartaba que para abril la inflación sea entre el 3,5% y el 4,5%. El ministro quiere ubicarla en 3 y algo. El temor del empresario citado radicaba en que para esa altura del año los sondeos aún reflejen el malestar de la sociedad con el peronismo y desde Cristina Fernández de Kirchner para abajo presionen por revertir el ajuste del gasto público.

Otro de los comensales también celebraba que el ministro hubiese disipado el riesgo de hiperinflación y concedía que quizás llegue a abril con un 4%. Aunque optimista, advertía que el próximo gobierno deberá emprender la difícil tarea de unificar el tipo de cambio, dado que el actual régimen distorsiona el comercio exterior y desalienta la inversión. Para ello, comentaba tres opciones: la dolarización, que ya no sólo pregona Javier Milei sino varios economistas de Juntos por el Cambio y diversos banqueros; un sistema bimonetario, que permita usar en forma indistinta el peso o el dólar, como propone Redrado; o una salida del cepo más parecida a la Mauricio Macri en 2015, opción más cercana a la de Massa, en la medida en que logre achicar la brecha cambiaria, algo que por ahora no ha conseguido.

Un empresario evaluaba que podría bajar la inflación del 95% al 80% en 2023, reconocía que ya eso supondría un éxito de Massa, pero dudaba de que le alcanzaría para proyectarse como candidato presidencial.

En el cumpleaños en el restaurante La Olada, un tercer empresario se mostraba todavía preocupado por la inflación y la falta de dólares, que puede agravarse si no llueve lo suficiente para cosechar bastante soja y maíz en el segundo trimestre. Evaluaba que podría bajar la inflación del 95% al 80% en 2023, reconocía que ya eso supondría un éxito de Massa, pero dudaba de que le alcanzaría para proyectarse como candidato presidencial. Algunos de los invitados apostaban directamente a la oposición. No sólo Salvai, Stanley y Redrado, que acaba de sumarse a la gestión de Horacio Rodríguez Larreta con la expectativa de convertirse en su canciller. También el financiero Gabriel Martino acompaña al jefe de Gobierno porteño. Igual, hasta los más opositores reconocen que un gobierno de Juntos por el Cambio sólo podría recuperar el acceso a los mercados internacionales de crédito en su segundo año. Los inversores quieren ver para creer, una lógica que también padece el equipo económico de Massa.

Entre los economistas que rodean a Cristina Kirchner se entusiasman con la baja de la inflación, por más que reconozcan que la merma allana el sueño presidencial del abogado tigrense. La atribuyen al mayor ordenamiento fiscal y monetario sin que lesione el nivel de actividad, a los acuerdos de precios condicionados a las importaciones y a la cohesión política que logró el ministro. Consideran que si continúa así, la población percibirá mayor certidumbre y bienestar y, por tanto, resultará innecesaria una relajación fiscal para afrontar las elecciones. Confían en que podría lograrse la meta de Massa de un 60% de inflación en 2023. Con ese número, una economía en crecimiento, empresarios que les comentan a los K que no ven mal al jefe del Palacio de Hacienda y ante la amenaza de la estabilidad democrática en el vecino Brasil, concluyen que podrían vencer en las urnas.

Pero, además de los precios, al ministro le preocupan los dólares y la deuda en pesos. Por eso, citó a cenar a los principales banqueros de la Argentina al quincho del vicepresidente del Macro y jefe de River, Jorge Brito, para convencerlos de aceptar el canje de bonos con el que inició el año y pateó vencimientos por tres meses. Aún quedan muchos acumulados para antes de las primarias de agosto próximo. Pero al menos lograron superar las expectativas en el trueque: en el Gobierno calculaban que el 60% lo aceptaría y llegaron al 67%. La calificadora de riesgo crediticio S&P calificó primero a los viejos títulos como en default selectivo, pero después elevó la nota de los nuevos porque mejoró el perfil de los vencimientos. En el equipo económico esperan que en marzo comiencen a clarificarse quiénes serán los candidatos presidenciales y entonces puedan emprenderse canjes a más largo plazo. Consideran que a los opositores no les conviene seguir agitando el fantasma de un default, como hicieron en 2022, porque si ganasen, necesitarían del mercado interno para financiar el rojo que existirá en 2024.

AR/MG