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Once unicornios, ninguna líder mujer: la brecha de género presente en el boom tecnológico argentino

Las mujeres representan el 24% del trabajo en ciencia y tecnología

Delfina Torres Cabreros

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En las últimas semanas seis empresas tecnológicas de origen argentino alcanzaron una valuación de US$1.000 millones, lo que llevó al país a más que duplicar su cantidad de “unicornios” y a ubicarse al tope de la región, solo por detrás de Brasil. Vimos a sus líderes posar en fotos institucionales y reunirse con ministros del Gobierno. Vimos también que de los 11 unicornios argentinos, ninguno está liderado por mujeres y los datos muestran que la participación femenina en el sector no llega al 25%. Las mujeres están, de algún modo, en la periferia del escenario que ilumina el boom de las tecnológicas argentinas.

La situación no le quita mérito ni le agrega responsabilidad a los emprendedores detrás de los unicornios. Es el reflejo de una historia larga; una réplica más de la desigualdad subyacente. Pero, tal como señala un informe reciente de Cippec realizado con el apoyo de la empresa Salesforce, revertir la tendencia aparece como un asunto urgente, sobre todo de cara al futuro. Si las mujeres se quedan fuera del sector más productivo y prometedor de la economía, la brecha de género no solo tardará en achicarse sino que incluso podría hacerse más profunda. 

El informe de Cippec, que lleva la firma de Paula Szenkman, Estefanía Lotitto y Sofía Alberro, señala que 1 de cada 10 dólares producidos en la Argentina y más del 20% de las exportaciones provienen de sectores de ciencia y tecnología. Estos sectores tienen un gran potencial de transformación y generación de empleo de calidad. Su valor agregado casi duplica al del resto de las industrias y en la región ofrecen salarios entre un 25% y 65% superiores al promedio —según el país— tienen menores niveles de informalidad y absorben trabajadores de diversos niveles educativos. 

Según el último informe del Observatorio Permanente de la Industria del Software y Servicios Informáticos (Opssi), correspondiente a junio pasado, en la Argentina el 50% de los profesionales del sector tenían un salario de entre $77.000 y $151.000 y un 25% recibía remuneraciones superiores, lo que muestra niveles más elevados que el promedio general de los trabajadores. Además, la informalidad en el sector es la mitad que en el total de la economía en Argentina: 15% contra 36%.

Solo un tercio del total de ocupados en ciencia y tecnología son mujeres y, si dentro del rubro se considera solo a las ocupaciones directamente vinculadas con las tareas centrales (por ejemplo, se deja fuera al personal administrativo o de limpieza que trabaja en en esos sectores), las mujeres representan el 24% en la Argentina. 

Las mujeres suelen desempeñarse en sectores menos dinámicos y productivos que los varones, lo que explica que sus empleos sean de peor calidad (el 34,3% de los trabajadores asalariados varones trabajan en la informalidad mientras que en las mujeres el dato es 37,5%, según la EPH del primer trimestre 2020) y tengan menores salarios. Este fenómeno está relacionado con la segmentación horizontal que ocurre en el mercado laboral y asigna trabajos tradicionalmente considerados femeninos o masculinos a los distintos géneros. Las mujeres, por ejemplo, son mayoría en el servicio doméstico y en la enseñanza.

No es un problema exclusivo de la Argentina. El informe retoma datos del Foro Económico Mundial y señala que en las diez mayores empresas tecnológicas de Silicon Valley, en promedio, solo el 18,3% de los puestos de tecnología están ocupados por mujeres. Además, las mujeres son menos propensas a crear startups. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) correspondientes a 2018, entre las startups innovadoras en busca de capitales de riesgo para inversión solo el 11% tiene como fundadora a una mujer, número que baja a 10% en la Argentina. Información provista por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires muestra que solo el 8,7% de las startups están compuestas exclusivamente por mujeres.  Además, las empresas con al menos una mujer entre sus fundadores tienen menores probabilidades de recibir financiamiento. Y cuando lo reciben, el monto es 23% menor que las startups creadas por varones. 

Tampoco es un problema de nivel educativo. Las mujeres son mayoría entre los ingresantes a la universidad, pero representan menos del 30% en las ramas de ingeniería y ciencias aplicadas y menos del 15% de las inscripciones a carreras relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TICs).  “La segregación horizontal y vertical sigue siendo elevada: ellas se concentran en actividades humanísticas y en los estadios iniciales de la carrera científica”, apunta el informe.  

Lo llamativo es que esto no siempre ha sido así: las mujeres fueron pioneras en las primeras carreras TIC en Argentina y en el mundo. Según un estudio de la Fundación Sadosky, la Carrera de Computador Científico de la Universidad de Buenos Aires, la primera del país, tenía un 75% de estudiantes mujeres en los años 70 y un 61% en los 80. A partir de ahí, la tendencia ha sido en detrimento de las mujeres hasta alcanzar los números actuales. “A partir de los 80, y a medida que las computadoras empezaron a ocupar cada vez más espacios de la vida cotidiana y las empresas tecnológicas comenzaron a ser cada vez más influyentes, los varones empezaron a copar estos espacios”, precisan las autoras. 

No siempre ha sido así: las mujeres fueron pioneras en las primeras carreras TIC en Argentina y en el mundo.

Pero incluso entre mujeres especializadas en ciencia y tecnología muchas no consolidan carreras profesionales en esos ámbitos (son el 40% de los egresados per solo el 24% de los ocupados en el sector) ya sea porque no toman puestos de trabajo o bien los abandonan en algún momento. Esta situación es conocida en la literatura especializada como “tuberías con fugas” y se utiliza para describir cómo las mujeres abandonan los campos de ciencia y tecnología en todas las etapas de sus carreras. Las normas sociales y culturales, la internalización de estereotipos acerca de la aptitud de las mujeres, junto con prácticas educativas rígidas, minan la confianza de las mujeres y constituyen las principales barreras a la participación plena y terminación educativa.

Existen programas que buscan estimular la formación y contratación de mujeres en el sector como la Ley de Economía del Conocimiento reglamentada este año y programas otros de mentoría y aprendizaje impulsados por organizaciones de la sociedad civil como el caso de Chicas en Tecnología, pero hay un larga lista de iniciativas que se podrían sumar. Promover la participación de mujeres en ciencia y tecnología es una tarea urgente para revertir el aumento de la brecha de género —señalan Szenkman, Lotitto y Alberro—. Es, además, una oportunidad de aumentar la diversidad de habilidades en actividades que son centrales para el desarrollo económico“.

DTC

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