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Salarios y distribución del ingreso: ¿Cómo impacta la inflación en la calidad de vida de los argentinos?

Los trabajadores precarizados fueron quienes más vieron deteriorarse su salario con una caída del poder de compra del orden de casi el 5% en abril.

Ivo Cortazzo

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Durante los primeros cuatro meses del año, los salarios registraron un aumento del 29,1%, levemente por debajo del 32% reflejado en el índice de precios al consumidor (IPC). Según el último informe del Indec sobre índice de salarios, durante el mes de abril, los ingresos de los trabajadores, en su conjunto, tuvieron un incremento del 5,7%.

Esto significa que entre el período enero-abril, los salarios -en promedio- sufrieron una erosión con respecto a la inflación -disminución del salario real-. Este dato profundiza el deterioro del poder adquisitivo ya la caída de la capacidad de compra frente a diciembre del 2015 alcanza casi el 20%.

En este sentido, también resulta necesario analizar la evolución en la composición del salario. Por un lado, se encuentran los salarios de los trabajadores registrados del sector público, quienes percibieron un aumento durante el mes de abril de 4,1%, consiguiendo una suba acumulada del 30,6% -una disminución del 1,4% real- durante los primeros cuatro meses del año. Distinta fue la suerte de los trabajadores registrados del sector privado: durante el primer cuatrimestre, su salario real se vio disminuido en un 3,1%. En el caso de los salarios de los trabajadores del sector privado no registrados, el aumento evidenciado fue de 4,8% -durante el mes de abril-, generando una caída del poder de compra del orden de casi el 5%. Sin embargo, resulta necesario aclarar que, el índice de salarios de los trabajadores no registrados se basa en la Encuesta Permanente de Hogares (EHP), con lo cual, los datos utilizados para construir la base son de carácter meramente declaratorios -puede haber sub o sobreestimación de ingresos-.

A su vez, también es importante mencionar que, dentro del sector público hay trabajo no registrado bajo la modalidad de monotributo cuando, en realidad, se realizan tareas que tienen que ver más con la relación de dependencia que con la prestación de servicios independientes. En este caso no hay mediciones disponibles para analizar la evolución de los salarios de estos trabajadores ya que formalmente perciben un ingreso por la prestación de un servicio.

Comúnmente, empleo, desocupación y salarios tienen una correlación directa. Es decir, en términos generales, a mayor nivel de empleo (menor desocupación), mayor poder será el poder de compra de los salarios. Sin embargo, el hecho de que Argentina cuente con una muy baja tasa de desocupación -6,9%, la más baja desde el 2015- no se condice con una erosión tan significativa del poder de compra del salario frente a diciembre del 2015. Durante el gobierno de Mauricio Macri, la tasa de desocupación llegó a alcanzar casi 10,6% -terminó su mandato con 9,7%-. 

El poder de compra hoy, es muy similar al de diciembre de 2019 -con casi dos puntos porcentuales de diferencia en la tasa de desocupación-. Esto muestra que, los procesos de recuperación de ingresos son mucho más lentos que los de destrucción. 

¿Cómo impacta este proceso en la distribución del ingreso?

Si bien durante el primer cuatrimestre del año, la inflación fue del 32%, el sector de alimentos y bebidas -uno de los sectores más sensibles, sino el más- experimentó aumentos por encima del nivel general de precios. Dicho sector tuvo una variación del 41% en sus precios. Cualquier salario perdió frente al incremento de precios en los alimentos, lo cual significa que, la proporción de los salarios que hoy se gasta en alimentos es mayor que antes. Esto se traduce en que, al trabajador, le queda un excedente disponible menor para gastar en otras cosas que puedan incentivar el mercado interno, la producción y el empleo.

El impacto que genera el significativo aumento de los precios de los alimentos se evidencia fuertemente en la distribución del ingreso. Según un artículo publicado por Télam, basado en el último informe publicado por la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad (Dgeyc), la proporción de indigentes sobre la pobreza total pasó, en un año, del 29,1% al 38,5% en CABA. Esto significa que, del universo total de pobres, hay cada vez más indigentes -quienes no llegan a cubrir las necesidades alimentarias básicas-.

Mariana González, investigadora de FLACSO-CONICET y CIFRA-CTA aseveró que “la información recientemente publicada por la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires muestra un aumento en el nivel de pobreza en el primer trimestre de 2023 si se lo compara con el mismo trimestre del año anterior. En efecto, la proporción de personas en situación de pobreza pasó del 20,3% al 21,8% entre ambos períodos. A su vez, se destaca un aumento más fuerte aún en la incidencia de la indigencia, que se incrementó del 5,9% al 8,3% sobre la población de la ciudad.”

A su vez agregó que “en este período existieron tendencias en la ciudad de Buenos Aires que son análogas a las que tuvieron lugar a nivel nacional. Por un lado, la continuidad en la expansión del empleo y la reducción de la desocupación, que actuaría en el sentido de disminuir la pobreza; pero, por otro, el deterioro del poder adquisitivo de los ingresos provenientes del trabajo e, incluso en mayor medida, de los provenientes de otras fuentes, como las jubilaciones y pensiones. Esta caída real de los ingresos, que van muy por detrás de la inflación, es la que se vincula con el aumento -limitado- de la pobreza. El hecho de que los precios de los alimentos hayan aumentado más que los del conjunto de bienes y servicios puede explicar en parte la mayor expansión que tuvo la indigencia, es decir, la proporción de personas que viven en hogares con ingresos que no les permiten acceder a una canasta básica alimentaria.”

Por otra parte, uno de los esquemas a partir de los cuales el INDEC segmenta los ingresos de la población es a través de deciles -divide a la población en diez partes-. Del 100% de los ingresos, el decil 10, se queda con el 25,3% mientras que el decil 1 con el 3,3%. Esto quiere decir que del total de la “torta”, el 10% con mayores ingresos concentra más del 25% de lo generado. A su vez, la distancia entre la mediana -punto equidistante entre el valor más bajo y más alto de un grupo- del decil 1 y la mediana del decil 10 fue de 14 veces. Esto significa que entre esas personas hay una distancia de 14 ingresos del decil -medio- más bajo.

El coeficiente de Gini, que es un indicador para medir la desigualdad de ingresos al interior de la sociedad presentó, durante el primer trimestre de este año, una desmejora significativa con respecto al primer trimestre del año anterior. 

En este sentido Federico Zirulnik, economista del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO) explicó que “El coeficiente de Gini mide la desigualdad de los ingresos entre percentiles. Pero lo que se mide son ingresos nominales. Si la inflación en alimentos pega más en el percentil 1 que en el percentil 100, eso no lo capta.”

“Si bien en 2022 hubo una mejora del Gini, el 4to trimestre termino igual al 4to trimestre del 2021. A diciembre de 2022 la diferencia entre la evolución de los ingresos y el IPC interanual era más chica de lo que es ahora”, concluyó.

IC/MG

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