Música

El aura de Gilda sigue sonando a 25 años de su temprana y trágica muerte

Sergio Arboleya/Télam

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Figura icónica de la música tropical y de la cumbia y referencia de la pelea de las mujeres por ganarse un lugar en una escena dominada por los varones, Gilda pasó de la popularidad a la inmortalidad a los 35 años, cuando el 7 de septiembre de 1996 murió en un accidente junto a su hija, su madre y tres músicos, en el kilómetro 129 de la ruta nacional 12, camino a Chajarí, Entre Ríos.

Según testigos, la colisión que le costó la vida a la intérprete se produjo cuando un camión de la empresa brasileña Interpress, tras morder la banquina, intentó volver al camino e impactó de frente contra el vehículo donde se desplazaba la comitiva, que pegó contra dos autos particulares y volcó varias veces.

Como producto del accidente, además de la estrella también fallecieron su hija Mariela Magnin de 10 años, su madre Isabel Scioli de 50, y Gustavo Babini, Raúl Larrosa, Elbio Mazzuco y Enrique Toloza.

Con una actividad musical tan breve como arrolladora, la creadora de cumbias inolvidables como “No me arrepiento de este amor”, “Corazón valiente”, “No es mi despedida” y “Fuiste” y el fatal desenlace de su vida que la encontró en la cumbre del éxito, la catapultaron al imaginario popular argentino.

El colectivo en el que viajaba la artista, y que se encuentra en el lugar del accidente, es hoy un santuario en el que se prolongan los milagros que ya se le atribuían en vida; en tanto, sus restos descansan en el Cementerio de la Chacarita.

Gilda, cuyo nombre real era Miriam Alejandra Bianchi, nació el 11 de octubre de 1961 en la Ciudad de Buenos Aires y se crió en el barrio de Villa Devoto.

Comenzó la carrera de maestra jardinera y el profesorado de Educación Física aunque debió interrumpirlos en 1977 al fallecer su padre para hacerse cargo del hogar, la música le tendría un mejor lugar reservado.

Desde que apareció en escena, tras responder a un aviso impreso en el que pedían vocalistas para un grupo musical, Gilda supo revolucionar la música tropical con su rostro angelical y su dulce voz, un cóctel que contrastaba con el tipo de música que era hasta ese momento sólo patrimonio masculino.

Fue entonces cuando la artista adoptó el seudónimo Gilda en tributo al personaje que encarnó Rita Hayworth en la película del mismo nombre y que la consagró como mito erótico.

Con seis álbumes de estudio, el primero “De corazón a corazón”, lanzado en 1992, y el último, “Si hay alguien en tu vida”, en 1996, los recopilatorios y grandes éxitos de Gilda ya suman una treintena de ediciones desde su fallecimiento.

A poco más de seis meses de su trágico final, la publicación del primero de los discos póstumos, “Entre el cielo y la tierra”, fue entonces un suceso de ventas que le hizo sombra a otros lanzamientos de fuerte impacto como “Alta Suciedad”, de Andrés Calamaro, y “Blood on the dance floor”, de Michael Jackson.

Muchas de sus canciones fueron versionadas por bandas y artistas de diversos géneros musicales, esfumando las fronteras no solo estilísticas de la mano de Attaque 77 con “No me arrepiento de este amor”, Los Enanitos Verdes con “Tu Cárcel” sino también barreras idiomáticas con la versión en francés de “Corazón Valiente” interpretada por Pablo Krantz.

Entre la larga lista de reconocimientos, también forman parte de homenajes Los Charros, Vicentico, Sharon la Hechicera y Natalia Oreiro, quien además interpretó a la cantante en “Gilda, no me arrepiento de este amor”, el filme de Lorena Muñoz que se estrenó el 15 de septiembre de 2016.

Entre otras representaciones artísticas que se hicieron de la artista, en 2015 su vida se vio retratada en la obra de teatro “Gilda”, escrita y protagonizada por Florencia Berthold, y en su única biografía “Gilda, la abanderada de la bailanta”, publicada por Alejandro Margulis en 2012.

El auge en tiempo presente que abreva en el carisma y el ángel de Gilda sumó este año el lanzamiento de nueve singles que constituirán el álbum “Por siempre Gilda”, donde el repertorio inmortalizado por ella es asumido por Soledad Pastorutti, Brenda Asnicar, Natalie Pérez, Chita, Zoe Gotusso Rocío Igarzábal, Feli Colina, EMME, An Espil, e India Marte, en un trabajo bajo dirección musical de Lito Vitale.

Pero aún sin la carga simbólica y local del suceso, el aura de Gilda también alcanzó a youtubers e influencers de otras latitudes como la dupla española Sebas y Nuri del canal SN Challenge -muy pendiente de la cultura argentina- y el afamado británico Lewis Shawcross.

Shawcross, quien se interesa por géneros musicales de estas latitudes como rock latino, reggaetón y merengue, logró que su reacción a partir de “No me arrepiento de este amor”, que subió el 9 de diciembre de 2020, ya supere las 578.000 vistas.

CRM con información de la agencia Télam

Su santuario a la vera de la ruta y la construcción de un mito popular

Como fragmentos de una procesión tan federal como improvisada, cientos de fanáticos y devotos de Gilda de distintas partes del país se reúnen cada aniversario en el santuario montado en el kilómetro 129 de la ruta 9, en Entre Ríos, para recordar a la cantante devenida en santa milagrera que falleció hace 25 años en ese mismo lugar en un accidente.

El 7 de septiembre de 1996 a las 7 de la tarde un camión chocó de frente con el micro en el que Gilda -menos conocida como Miriam Alejandra Bianchi- viajaba para dar un show en Entre Ríos junto a su familia y sus músicos. Estaba en la cresta de su carrera musical.

Por el impacto fallecieron tres miembros de su banda, el chofer del ómnibus, Gilda, su madre y su hija: tres generaciones de mujeres se interrumpieron de manera instantánea.

Desde entonces, para sus fanáticos el cuerpo de Miriam descansa en el Cementerio de la Chacarita pero para sus devotos el alma de Gilda todavía está ahí, en Ceibas, Entre Ríos, en el lugar exacto donde murió.

Es que si bien la tragedia sacudió al mundillo de la música tropical donde ella, una maestra de Villa Devoto muy lejos de los estereotipos pulposos del género se había ganado un espacio; también avivó los rumores que ya habían empezado a circular sobre la capacidad sanadora de Gilda.

“Yo no hice un santuario, ese nombre se lo pusieron los medios, la gente. Mi objetivo era hacerle un monolito, un lugar donde poder recordarla”, había explicado a Télam en 2016 Carlos Maza, herrero y dueño del predio que también fue el fruto de una promesa.

Si bien él había conocido a Gilda por su sobrina, que era presidenta de “La única”, uno de los primeros club de fans, la idea de hacer un monolito surgió de manera inexplicable, cuando decidió cortar un tronco con una foto y una placa y llevarlo a Entre Ríos para recordar el lugar donde había fallecido la cantante.

“Después entendí que fue algo personal. Mi segundo hijo nació con cáncer y pocos días antes de la cuarta operación, veo en la tele a una nena llorando que contaba que su madre se había curado con Gilda. En ese momento pensé: ¿Por qué no a mí?”, contó Maza.

“No tengo una explicación. Simplemente me aferré a eso, a prometerle que si mi hijo salía bien yo me iba a encargar de que su lugar estuviera siempre lindo. Hoy pienso que todos tenemos una misión”, reconoció en aquel entonces Maza.

Pero aquel pequeño monumento no alcanzaba para contener el desmadre de ofrendas y pedidos a la “Santa de la bailanta” que llegaban de todo el país. Entonces Maza construyó una glorieta. Pero aquella glorieta tampoco alcanzaba, entonces Maza construyó un galpón. Pero aquel galpón, dijeron las autoridades entrerrianas, era un peligro potencial -y exponencial- para los vehículos que circulaban. Entonces Maza lo cruzó al terreno de enfrente.

Pero el terreno de enfrente era privado y no podían permanecer ahí, entonces Maza lo compró: “Mi hijo hoy tiene 25 años y me dio un nieto”.

CRM con información de la agencia Télam