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Raíces Entrevista

Nadia Szachniuk y una voz que cautiva entre lo académico y lo popular

Nadia Szachniuk

Claudia Regina Martínez

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Muchos se sorprendieron con su voz allá por junio de 2021 cuando la escucharon en el acto oficial en homenaje a los fallecidos por Covid en la Argentina. Allí conmovió cantando “Zamba para no morir”, acompañada en la guitarra por Juan Falú. La salteña Nadia Szachniuk alcanzó aquella vez a un público más amplio. Pero el que sigue de cerca lo que sucede en la música popular sabía hacía rato de la existencia de esta cantora de voz delicada y potente, que se mueve con ductilidad en muchos géneros pero se siente plena sobre todo en el folklore.

Pelirroja de piel blanquísima, Szachniuk, de 40 años, estudió canto lírico pero canta coplas y vidalas del norte argentino con total naturalidad. A lo largo de su carrera, se fue moviendo siempre entre lo académico y lo popular. Docente en la licenciatura en música argentina de la UNSAM, en medio de la pandemia, decidió volver a Salta después de vivir 20 años en Buenos Aires.

En esta entrevista con elDiarioAR por Zoom desde esa provincia, hablamos de sus inicios en la música, de su dúo con Eva Sola (con el que ganó ya dos Premios Gardel a mejor álbum de grupo de folklore), del disco con composiciones de Juan Falú y su tío Eduardo Falú, que grabó con el guitarrista tucumano, y de su carrera solista, entre otras cosas.

-¿Por qué volviste a Salta?

-Después del 2020 que me pasé encerrada en Buenos Aires, en el 21 dije: “Otro año así, no”. Fue una buena oportunidad para hacer algo que probablemente no hubiese hecho nunca, porque a mí me encanta Buenos Aires, vivía feliz de estar ahí. Pero fue también un impulso que tenía que ver con algo que ya venía pasando de antes. En el 2019 renuncié al coro donde estuve 15 años, el Coro Nacional de Jóvenes, que ahora tiene otro nombre, y me fui tres meses a Europa. Empecé a tirar lazos y a armar proyectos con gente de allá. Cuando volví a los pocos meses empezó la pandemia. Pero un poco la idea era seguir viajando. En un momento pensé incluso en irme un tiempo a vivir a Europa. Estaba como medio suelta de terreno. Y decidí venirme a Salta a pasar lo que quedaba de la pandemia hasta que me pudiera volver a mover hacia afuera. Con mi compañera, la Eva, con quien tengo el dúo Eva y Nadia, habíamos quedado, a causa de la pandemia, a la mitad de la grabación de nuestro segundo disco. Entonces dijimos, bueno, ya que estoy en Salta y todo es un poco más fácil acá, retomemos el disco. Y fue una gran decisión. Eso me hizo volver a conectarme con la música, los artistas y las artistas de Salta, los espacios, la cultura y un montón de amigos que no veía hace muchos años. Me quedé primero tres meses. Volví a Buenos Aires, agarré el resto de mis cosas y me volví para acá. Me quedé en una zona hermosa de montaña. Y finalmente fueron ya dos años. En el medio viajé mucho. Hice un viaje largo a Europa de nuevo el año pasado. Y ahora estoy un poco con una pata en un lugar y otra en otro. Ya todo volvió a una especie de normalidad y eso hace que tenga muchas dudas de si tengo que vivir en Salta o no, porque tengo bastante más trabajo en Buenos Aires. Obviamente la calidad de vida acá es mejor. Y además fui generando cosas a lo largo de este tiempo.

-O sea, ¿es imprescindible para un/a músico/a estar en Buenos Aires?

-Más o menos. Cuando hay crisis más, porque nadie te paga un pasaje o alojamiento y te volvés loca tratando de generar cosas. Y te perdés experiencias. Yo he tenido que decir que no a muchas cosas lindas. Acá no puedo trabajar mucho. Hago cosas pero por amor al arte. Es un tema ese del federalismo supuesto que hay en nuestro país. No es tan federal como pensamos. O como dicen. Y la verdad que eso da pena. A mí me encantaría poder vivir acá y trabajar tranquila, pero no es tan fácil.

-¿De dónde te viene la música?

-En mi familia hay una tendencia a la música bien clara. Pero no había profesionales. La primera que se dedicó profesionalmente fui yo. Mi abuela tocaba el piano. Por el lado de mi mamá hay varios cantores y cantoras. Y por el lado de mi papá también. Así que había una relación especialmente con el canto. Mis viejos cantaron en coros de jóvenes. Y nosotras (ella y su hermana Mara) de chiquititas también. La música empezó siempre con la música coral, lo cual, la verdad, agradezco. Empezar cantando con otros es una cosa bien distinta de empezar un instrumento que lo estudiás individualmente. Tenés una relación más individual con la música, que también es necesaria y preciosa, pero la experiencia de cantar con otros es altamente valiosa para el espíritu pero también para la educación auditiva y musical. Aunque vos no sepas mucho música, las personas que cantan en coro tienen una noción de la armonía, de lo que es cantar a voces. Y eso es muy importante. Me parece que es algo de lo más sanador que tiene la música.

-Cuando terminaste el secundario, ¿enseguida te pusiste a estudiar música? ¿Tenías clarísimo que querías hacer eso?

-Sí. En Salta en esa época existía una escuela de música nada más. Yo no tenía idea de que se podía vivir de la música. Entonces en vez de decir “me voy a estudiar música a Buenos Aires”, que hubiera sido lo lógico, dije: “me voy a estudiar musicoterapia”. Pensaba que necesitaba darle un marco más formal, de carrera universitaria. Cuando estaba estudiando me di cuenta que para ser musicoterapeuta tenés que saber música. Entonces empecé a estudiar música. Y después me mudé con un conjunto de personajes a una casa enorme, todos estudiantes. Era una casa que pertenecía al chelista (Claudio) Baraviera, de la Camerata Bariloche. Le alquiló la casa a dos alumnas. Una de ellas era la Eva. Y la casa era tan grande que se superpobló de gente. Y caí yo. Éramos seis viviendo ahí. Y en esa melange empecé a ver cómo mis compañeros vivían de la música. Como hippies, obviamente, pero vivían de la música. Hacían laburitos chiquititos, tocaban en un casamiento… Y empecé a ver que efectivamente había una posibilidad de hacer música profesionalmente. Terminé la carrera, ejercí casi nada e inmediatamente ya estaba trabajando en un coro rentado, el de la UCA, y cantaba también en otros coros. Empecé a trabajar en el ámbito coral, de los ensambles vocales, y rápidamente entré al Coro Nacional de Jóvenes. Y ahí ya sí encontré la manera de decir “sí, me dedico a la música y tengo una estabilidad económica”. Eso para mí fue muy importante y me dio vía libre a algo que ya sabía que quería hacer, que era dedicarme al canto. Eso sí que lo sé desde muy chica, pero me parecía que en este mundo no alcanzaba. Y, bueno, al parecer alcanza. Igual todavía a veces lo dudo (risas). Porque no es fácil.

-¿Y siempre fue en paralelo la música académica con la música popular?

-Siempre fue paralelo en el sentido de que la música coral te da una visión muy amplia del repertorio universal. En el coro hacés mucha música popular y mucha música sacra, música de otros lugares, de otros compositores, de otras épocas. Eso me hizo conocer mucha música desde muy chiquita. Además mis abuelos escuchaban música clásica todo el día. Tenía el oído acostumbrado. Pero a la vez la música folklórica desde muy chica me cautivó y siempre fue lo que más disfrutaba. Mis viejos iban al coro polifónico de esa época y era todo un grupo de gente de todas las edades que todos los viernes iban a nuestra casa y había guitarreadas hasta cualquier hora. Esa fue mi verdadera historia con la música popular, porque el director del coro, Julio Reynaga, que es un músico importante acá en Salta, me inició en un montón de música, en la del Dúo Salteño, la de (Joan Manuel) Serrat, un montón de autores que, por ahí, no sé si hubiera conocido tan joven. Un poco ahí nacieron las dos cosas paralelas y después cuando me fui a Buenos Aires siempre continué cantando folklore. Apenas llegué armé un dúo con el guitarrista Marcos O'Farrell. Después tuve un dúo con Diego Rolón y ahí ya fui armando los proyectos. En el medio estudié mucho canto lírico, hice la carrera de música barroca en el Conservatorio Manuel de Falla, hice mucha música contemporánea. Canté muchísima música barroca en esos casi nueve años que dediqué a eso. Y a la par estaba en el Coro Nacional. Para mí fue muy bueno el recorrido vocal porque todo lo que fue técnica me dio un background importante para cantar cualquier cosa.

-Hablemos del dúo Eva y Nadia, con el que te presentás el 2 de marzo en el Café Berlín.

-Con la Eva nos encontramos en el secundario. En los pasillos, en los recreos, nos juntábamos a cantar. Acá se canta mucho folklore en Salta. Un día nos encontramos en el carnaval de Tilcara. Teníamos 13, 14 años. Yo nunca había ido ni a Tilcara ni a un carnaval. Ella tampoco. Me bajé del bondi y me la encontré. Y me dice: “Estoy parando en un lugar que es un bar, donde se canta música a la noche. Vení”. Fui al otro día a la tarde y era espectacular. Se llamaba La Mula Plateada. Se armaban unos quilombos ahí tremendos en pleno carnaval. El carnaval tilcareño de hace 25 años, que la gente del pueblo salía a cantar por todas las calles. Hermosísimo. Y me enamoré para siempre. Escuché por primera vez en vivo a las copleras. Y ahí nos pasó algo con la Eva, que fue muy loco: ya conocíamos algunas canciones. Andaba dando vuelta el disco De Ushuaia a la Quiaca, de León Gieco y toda esa gente. Entonces algunas vidalas y cosas ya las conocíamos. Las teníamos en la memoria sin saberlo. Esa noche nos pusimos a cantar coplas de comparsa y con la Eva empezamos a hacer dos voces y nos recopamos y no paramos más. Se armó un grupo con otras amigas que siempre nos juntábamos a cantar coplas. Durante el resto de los años que viví en Salta -hasta los 18- cantamos coplas, vidalas. Cada vez que podíamos nos juntábamos. Y en el 2011 la Eva, que se dedica al chelo barroco, vivía en Italia, a donde había ido a estudiar, y vino con una orquesta barroca a tocar a Buenos Aires. Fuimos a una fiesta en una casa y nos pidieron que cantemos. Empezamos a cantar después de un montón de tiempo que no cantábamos juntas. Y el dueño de la casa, que yo no sabía ni quién era, empieza a decir: “¡Qué maravilla! ¡Les quiero grabar un disco!” Nosotras pensamos que el tipo hablaba de borracho. Y al otro día nos llamó y nos dijo: “Quiero grabarles el disco por medio de la Universidad de Congreso de Mendoza”. Y así fue. La Eva se vino de Italia. Grabamos el disco en Buenos Aires, ella se volvió. Ella vivió hasta hace seis o siete años en Europa. Entonces el dúo tuvo una vida muy itinerante. Grabamos ese disco, lo presentamos con una gira y después la Eva se volvió a Italia y no pudimos hacer mucho más. Ganamos el Gardel al año siguiente, en el 2012. Pero no podíamos proyectar demasiado porque cada una tenía sus cosas. En el medio yo grabé mi disco solista, hice otro plan, y recién en el 2021 pudimos grabar el segundo disco del dúo, que también ganó el Gardel.

-¿Y tu carrera solista?

-Estos últimos dos años me pasaron un montón de cosas profesionalmente que fueron muy lindas, tanto con el disco con la Eva como con el disco que grabé con Juan Falú (ver abajo). En este momento estoy sosteniendo y manteniendo esos dos proyectos y un poco se me quedaron atrás las ideas que tenía para cosas más solista. Me permití tomarme un tiempo porque a Luna atrás, que fue mi primer disco solista, le puse muchísima energía y muchísimo trabajo. Mi carrera solista por ahí no es como la de otros artistas. Siempre estoy asociada a otres. Cuando hice mi disco solista, la idea, la energía, la producción, la logística, la producción artística, las decisiones finales, eran mi responsabilidad. Pero trabajé en los arreglos, que son de alguna manera el contenido más fuerte de ese disco, con dos músicos: Bruno Moguilevsky y Alejandro Starosielski. Trabajamos más de un año muy intensamente. Fue de a tres y eso se nota. Después hice un trabajo con el Seva Castro, unos discos grabados en Portugal, y con él seguimos tocando. Tengo un montón de ideas pero no he tenido ni el tiempo ni la energía para dedicarles realmente lo que para mí necesita un trabajo así. Tampoco tengo mucho apuro, porque tengo proyectos activos en este momento. También tengo un proyecto con un laudista (Ariel Abramovich), que acabo de comenzar en Europa. Grabamos dos videos, pero es un disco. Tenemos todo un repertorio armado. Es espectacular. Y tiene bastante que ver con lo que quisiera hacer como solista. Al final me parece que lo de solista o no solista a mí se me entremezcla. Es un concepto un poco mercantilista que yo no termino de abordar. No me parece que yo haya hecho algo solista realmente nunca, en el fondo.

-¿Cómo nació el proyecto con Juan Falú?

-Antes de la pandemia con Juan lanzamos un video para el 24 de marzo. En ese momento fue super improvisado y apresurado y no sabíamos ni por qué. Cuando me vine a Salta un día hacía mucho tiempo que no hablaba con él. Lo llamé y nos pusimos un poco al día. Quedó ahí. En junio de 2021 me llama y me dice: “Mirá, me voy a Salta, porque me llevan del Ministerio de Cultura para tocar en el acto de Güemes y te propuse a vos para que cantes el himno nacional y otras cosas”. Bueno, buenísimo. Todos embarbijados, mucho protocolo. Entonces de repente, de la nada, aparece esa situación. Yo ahí con el ministro, con el gobernador de Salta, cantando el himno. Y con Juan. Esos días por supuesto guitarreamos, nos pusimos a cantar. Fue un placer enorme porque yo hacía tanto que no cantaba con nadie. Ese reencuentro la verdad que fue como un bálsamo. Y ahí me entusiasmé. Al poco tiempo me llamaron para que vaya a Buenos Aires a cantar al acto por los muertos por Covid, en el CCK. Se armó toda una cosa inesperada totalmente en medio de la pandemia. En esos días de compartir con Juan, le sugerí: “Che, Juan, tengo una idea hace rato, pero nunca me animé a proponértela porque puede ser que te ofenda”. Porque yo no sabía si era una ofensa o era un homenaje. No terminaba de entender. Y me la jugué y dije: “Quiero hacer un disco donde se encuentren el Juan compositor con el Eduardo compositor. Donde hayas obras tuyas y obras de él, interpretadas por vos”. Y Juan, me acuerdo, se estaba poniendo los zapatos, estábamos en su casa, estaba agachado. Y así agachado se da vuelta y se emociona y me dice: “¡Qué maravillosa idea! Nunca se me hubiera ocurrido”. Inmediatamente fue a la computadora, sacó una lista de sus canciones y me la dio y me dijo: “Bueno, empecemos a elegir”. Y en unos meses teníamos el repertorio elegido. Se grabó en el CIAM, en el estudio de Tecnópolis.

-¿Van a seguir presentándolo este año?

-Ya tenemos varias fechas. No solamente es una disco que a mí me gusta cantar y que a él le gusta tocar. Tiene un valor patrimonial. A Juan le da satisfacción saber que estamos recuperando un montón de canciones que estaban un poquito en el olvido, algunas, y otras que están recontra remil grabadas. Eso fue una discusión cuando empezamos a armar el repertorio. Hay muchos hits de Eduardo. Y dijimos: ¿Qué hacemos? ¿Hacemos los hits o hacemos algo que permita conocer cosas nuevas? Hicimos un mix, porque no queríamos dejar afuera algunas canciones. Era muy importante que algunas como “La Nostalgiosa”, “Las Golondrinas”, “Resolana” estuvieran. Y lo mismo con canciones que también ya son muy conocidas de Juan. Tenían que estar.

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

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