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Woody Allen: “En EEUU la gente se ofende todo el tiempo, y a la prensa le encanta esa gente”

Woody Allen presentó 'Golpe de suerte' en Venecia y allí se reunió con un pequeño grupo de periodistas para responder sus preguntas

Javier Zurro

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Woody Allen sigue de gira por Europa. Si su anterior película, Rifkin’s Festival, se rodó en San Sebastián y se presentó en el Zinemaldia, con Golpe de suerte ha vuelto a la ciudad que tan buenos resultados le dio con Medianoche en París. Europa se ha convertido para Allen en un refugio artístico. Tras el estallido del Me Too y la vuelta de las acusaciones de su hija adoptiva de abusos sexuales ―un cargo por el que nunca fue juzgado por falta de pruebas―, Estados Unidos dejó de producir sus películas… y de estrenarlas. Su anterior obra sigue sin verse en su país, y Golpe de suerte ―que llega a las salas españolas el 29 de septiembre― parece que correrá el mismo destino a pesar de las buenas críticas a este thriller con toques de humor que tiene mucho que ver con Match Point.

A pesar de ello, Allen confesaba en el pasado Festival de Venecia que, a sus 87 años, no pierde la ilusión de que “un loco” le de el dinero para rodar una idea que tiene para un filme en su ciudad, Nueva York. No parece que vaya a suceder. A pesar de ello no tiene ningún tipo de rencor hacia EEUU, y subraya lo mucho que le han querido siempre y apoyado incluso con películas que cree que no lo merecían.

En un encuentro con un reducido grupo de periodistas en el Festival de Venecia tras las buenas críticas de Golpe de suerte, Allen ―que este lunes 18 tocará con su banda de jazz en Barcelona―, explicaba que siempre ha tenido “mucho cariño en EEUU”. “Siempre han sido muy amables, los críticos de EEUU y el público pasaron por alto los errores de mis películas cuando comencé y escribieron solo sobre las cosas buenas. He tenido mucho éxito con el público americano, pero es verdad que en Europa inmediatamente me apoyaron. En cuanto hice mi primera película en Francia, en Italia y en toda Europa, me trataron como a uno más, y con el paso de los años, si hacía una película que no era tan bien recibida en EEUU, en los países europeos encontraban cosas buenas. Ha sido muy interesante. En Europa siempre he sentido más cariño desde el corazón”, apunta.

Woody Allen responde siempre como un humorista. Primero da la parte seria, y luego remata con un gag final. Lo demuestra cuando analiza a qué cree que se debe ese cariño europeo que no ha recibido en EEUU estos años. “La gente siempre me lo pregunta y solo se me ocurren dos cosas. La primera es que cuando empecé me encantaban tanto las películas europeas y las veía tanto que se te meten en la sangre y eso luego es lo que surge, esa influencia. La segunda posibilidad es que mis películas ganaran algo con la traducción, que traducidas fueran mejores”, dice culminando su chiste.

En sus guiones se ha reído de casi todo, y aunque sí crea que la gente ahora se ofende más, asegura que no tiene ningún problema en quitar frases de sus guiones si considera que se ha pasado de la raya. Incluso confiesa que lo ha hecho en alguna ocasión: “Sí, creo que sí me ha pasado. Si estoy escribiendo o haciendo una película, o incluso filmándola, y veo que algo que creía que era gracioso no lo es, sino que es simplemente insultante, lo quito del guion. Ahora bien, si considero que es un punto importante del guion para la película y alguien me dice que cree que a la gente no le va a gustar, pero yo pienso que es honesto e importante para el filme, entonces no me importa, lo dejo. Pero hay veces que yo creo que algo es inteligente, divertido y brillante y no lo es. Es estúpido, o simplemente ofensivo, y lo quitamos”.

Si estoy escribiendo o haciendo una película, o incluso filmándola, y veo algo que creía que era gracioso no lo es, sino que es simplemente insultante, lo quito del guion

Woody Allen Director de cine

A pesar de que él quite frases si ofenden, sí cree que el clima hace que todo ofenda. “No sé si aquí pasa también, pero en EEUU estamos atravesando un período en el que la gente se ofende todo el tiempo. Mira lo que ha pasado con la nariz de Bradley Cooper ―al actor le acusaron de antisemitismo por la prótesis de nariz usada en Maestro―. Por favor, dame un respiro. Siempre encontrarás algunas opiniones fuertes, alguna pequeña minoría que dará su opinión y se ofenderá. Es algo tan estúpido… es que no había ni rastro de antisemitismo. Ni rastro. Pero siempre puedes encontrar gente que se ofenda, y la prensa ama a esa gente, porque de repente tienen una polémica. Era aburrido escribir sobre eso, pero si ya pasa de ser una simple película a hablar de antisemitismo… Y en EEUU pasan muchas cosas así”, opina.

Lo de la nariz de Bradley Cooper a él le parece una minucia. En Annie Hall aparecía caracterizado con todos los estereotipos de los judíos ortodoxos para mostrar cómo la gente se los imagina. Esa no es una escena que ahora quitaría del guion. “Todavía la haría. Tienes mucho tiempo para pensar si algo es ofensivo. Lo veo en los dailies [material de cada día de grabación en un rodaje], en el montaje, en el primer montaje del filme. Si yo veo algo ofensivo y mi montador está de acuerdo conmigo, si es algo cruel con la gente o insultante, podemos vivir sin esa escena. La gente está pagando mucho dinero por ver una película. Demasiado dinero. Mi hija fue a ver el otro día Megalodón 2, la película esa del tiburón, y le costó la entrada 27 dólares. Yo iba al cine por 27 céntimos de dólar”.

“Los jóvenes no pueden permitirse el lujo de ir al cine. La gente paga para ver películas y yo no busco hacerles pasar un mal momento ni hacer que se vayan de la proyección o que sientan que fueron insultados y que había algo terriblemente ofensivo. Pero tampoco quiero pensar todo el rato que esto o lo otro es ofensivo. Que a los afroamericanos no les gustará esto. Que a las mujeres no les gustará eso. Que a los judíos no les gustará lo otro. O a los asiáticos no les gustará. Ya sabes, ser políticamente correcto”, zanja.

Niega que ser director de cine sea un trabajo duro, al revés. “Un trabajo duro es ser taxista, o alguien que pica piedra en la calle, eso sí que son trabajos duros. O un maestro. El mundo del espectáculo no lo es. Entras por la mañana, te ofrecen un café, todos quieren hacer las cosas por ti. Les dices qué tienen que hacer y lo hacen. Si les dices que algo está mal, lo hacen de nuevo. O les das las gracias. Yo siempre he sido un vago. Nunca fui alguien como Spielberg o Scorsese, que son las diez de la noche y todavía están buscando la perfección. A mí eso nunca me importó. Yo a las seis de la tarde acabo. No me importa si la última toma no fue buena, será lo suficientemente buena. Yo me voy a casa, ceno y veo el partido de baloncesto o el de béisbol”, dice.

Por si fuera poco uno termina una película en “seis meses, ocho como mucho”, y el resto del año “no hay nada que hacer”. “Es que se podría decir que alguien que ha trabajado en cine como director o como escritor o como actor nunca ha hecho un solo día de trabajo completo en su vida. Siento que nunca he hecho un día de trabajo como el de un hombre que va a una oficina y se sienta en un escritorio todo el día. Así que no, este trabajo no requiere energía, como mucho un poco de energía, pero nada más”.

Yo siempre he sido un vago. Nunca fui alguien como Spielberg o Scorsese, que son las diez de la noche y todavía están buscando la perfección. Yo las seis de la tarde acabó esté como esté

Woody Allen Director de cine

Aunque no sea uno de sus grandes éxitos de crítica ―pese al Oscar de Penélope Cruz―, Allen siempre pone como ejemplo a Vicky Cristina Barcelona. La considera una de sus grandes obras, pero sobre todo la recuerda como una de las mejores experiencias rodando. Una que le demostró que no hace falta saber un idioma para conmoverte. “Hay momentos de esa película con Penélope y Javier Bardem que todavía no sé lo que dicen. Ellos improvisaron y empezaron a gritarse y discutir. No hablo ni una palabra de español, pero podía ver que aquello era maravilloso. No tengo que conocer el idioma para saber que la emoción estaba allí”, recuerda

En Golpe de suerte aparece, cómo no, el tema del azar, pero Allen sabe que cuanto más dinero tienes, más probabilidad de tener mejor suerte: “Los ricos tienen mucha suerte, claro. En la vida lo más importante es la salud. Lo segundo más importante es el conocimiento. Y la tercera cosa más importante es el dinero. Es importante en la vida tener suficiente dinero. No tienes que ser rico, pero hay que tener suficiente dinero para sobrevivir”.

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