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Ghosting: así son los daños de terminar una relación desapareciendo sin decir nada.

Foto: Pixabay

Cristian Vázquez

Diario.es —

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En los últimos años, el ghosting se puso de moda: terminar de forma abrupta una relación sin hacerlo de forma explícita o cara a cara, a través de algún mensaje o simplemente “desapareciendo”. De esta manera, la persona que decide cortar el vínculo evita afrontar la instancia de la ruptura en persona y dar las explicaciones del caso. Deja de responder las llamadas y los mensajes y desaparece, como si se hubiera convertido en un fantasma (ghost, en inglés).

No es un fenómeno nuevo, por supuesto. Muchas personas lo han hecho a lo largo de distintas épocas. Tampoco es una cuestión exclusiva de las relaciones de pareja: también se habla de ghosting cuando una persona deja de responder a otra que la considera su amiga, e incluso se aplica en los casos en que alguien se va de una fiesta sin despedirse de nadie y los demás se dan cuenta solo cuando lo buscan y ya no lo pueden encontrar.

Sin embargo, las redes sociales y las formas de vincularse mediatizadas por las nuevas tecnologías han propiciado que estas actitudes, que hasta no hace mucho tiempo eran más bien excepcionales, se hayan tornado cada vez más frecuentes en las historias de pareja. Y no después de unos pocos encuentros, cuando ni siquiera se puede hablar con propiedad de “relación”, sino en casos en que ambas personas llevan ya varios meses o incluso más de un año viéndose con asiduidad y, en teoría, “construyendo algo”.

Ghosting fue una de las palabras del año en 2015 para varios medios del mundo angloparlante, debido a que la prensa informó que esa había sido la forma en que Charlize Theron decidió terminar su relación con Sean Penn (versión que la actriz desmintió unos meses después). Desde entonces, no solo se ha hablado del tema cada vez más, sino que incluso comenzaron a publicarse artículos en revistas científicas acerca de esta cuestión.

Estudios recientes sobre el ghosting

Los estudios señalan que los sectores de la población que más acostumbran a recurrir al ghosting son los más jóvenes, en particular los menores de 30 años. De acuerdo con un estudio de 2018 realizado por una investigadora de la Universidad de Western Ontario, Canadá, hasta un 65% de los encuestados reconocieron haber “desaparecido” de una relación en algún momento de sus vidas.

El 72% dijo haber estado del otro lado: que otras personas se hayan ido de sus vidas sin decirles ni una sola palabra. Las conclusiones de este trabajo apuntan que “los desarrollos tecnológicos han influido sobre los procesos tradicionales de disolución de relaciones”. Otro artículo buscó una relación entre esta actitud y lo que los investigadores llaman “teorías implícitas sobre las relaciones”.

Estas son básicamente dos tipos de creencias: por un lado, la del “destino”, según la cual existen personas que “deben” encontrarse, enamorarse y estar juntas; y por el otro, la del “crecimiento”, que sostiene que los sentimientos se construyen en cada relación. Los hallazgos de estos investigadores mostraron que las personas que creen en el “destino” ven el ghosting como algo positivo, muestran intenciones de practicarlo y en efecto ya han terminado relaciones de esa manera, mucho más que las personas del otro grupo.

Un estudio del año 2019, por su parte, también elaborado en Estados Unidos, destaca que el ghosting deja por lo general a quien lo sufre “con preguntas o incertidumbre”. Y confirma que este fenómeno en las relaciones románticas “demuestra la evolución de los procesos de relaciones mientras se adaptan a las tecnologías emergentes, que ofrecen posibilidades digitales para escapar de las relaciones no deseadas sin tener que romper”.

Repercusiones psicológicas de “desaparecer”

En general se entiende que la actitud de la persona que desaparece es de cobardía: prefiere evitar el momento de comunicar a la otra persona que quiere interrumpir la relación (el famoso y temido “tenemos que hablar”) y se dedica a actuar como si allí no hubiera pasado nada.

Esto suele venir acompañado de bloqueos en todas las redes sociales y en ocasiones también dejar de acudir a lugares que eran frecuentados por los dos. Además de cobardía, cuando alguien “desaparece” incurre en una falta de respeto hacia la persona abandonada, y desde luego le genera perjuicios.

El ghosting tiene “repercusiones psicológicas significativas”, explica un artículo del psicólogo Óscar Castillero Mimenza. Entre las primeras repercusiones se encuentra la incertidumbre por desconocer qué pasó, si el otro no responde porque tuvo algún problema grave, si necesita ayuda, etc. La falta de certezas luego se traslada a la propia relación: a menudo aparece la angustia por no saber qué ha ido mal, si la relación continúa o no, o si en algún momento podrá hablar con el otro para poder entender y cerrar la historia.

Efectos a largo plazo

Tras una ruptura sobreviene un momento de duelo, cuyas características dependen de cómo haya sido el vínculo, de cuánto tiempo haya durado, del afecto y el compromiso emocional desarrollado por cada persona, etc. Pero si una de las dos personas se esfuma, para la otra todo es más difícil, pues el duelo no tiene un comienzo preciso.

Solo comenzará después de varios días, que pueden ser de mucho dolor. Un dolor que posiblemente luego se intensifique, pues la persona abandonada se sentirá despreciada y maltratada por alguien que, de un día para otro, ha decidido hacer como si aquella nunca hubiese existido. Los efectos negativos, menciona Castillero, también pueden ser de largo plazo.

Es posible que quien sufre la “desaparición” de su pareja tenga dificultades en el futuro para confiar en otras personas. De hecho, atravesar esta situación podría ser causa de que padezca filofobia, el temor irracional a enamorarse. Y, además, personas con problemas de autoestima, ansiedad o depresión pueden sentir confirmados sus pensamientos negativos, ansiedad, pensamientos de suicidio y miedos previos. Es decir, tales problemas podrían resultar exacerbados.

Por otra parte, los perjuicios del ghosting en ocasiones también alcanzan a la persona que se esfuma. Los remordimientos y sentimientos de culpa que pueden surgir podrían afectar a esa persona a futuro. No solo eso: si la razón para “desaparecer” sin decir nada es el miedo al conflicto, al asumir una actitud como esta ese miedo se afianzará y será cada vez más dominante. Así, huir de las relaciones de forma abrupta y sin diálogo puede convertirse en un patrón de conducta que perjudique a la propia persona y a otras con las que se cruce en el futuro.

C.V.

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