Estos son los cuatro problemas de conducta más comunes en perros

Inés Aguerri Alonso

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El entorno, el espacio, la educación, problemas de salud o el temperamento y la genética de cada uno de ellos. Diversos son los factores que pueden llevar a nuestro perro a padecer problemas conductuales que resienten nuestra convivencia con ellos, a pesar de que ninguna de estas situaciones son su culpa, ni las hacen con intención de molestar.

Tratar de comprender lo que les sucede para ayudarlos a solucionarlo requiere paciencia, cariño y la ayuda de un etólogo si es necesario. Aun así, es mucho más fácil hacerlo cuando tenemos un mínimo conocimiento del por qué de estos problemas de conducta. 

Para saber cómo enfrentarnos a ellos en busca de un final feliz para todos, Inma Manresa Elson, etóloga, esclarece qué hay detrás y cómo podemos ayudarlos a mejorar. 

1. Mi perro no quiere separarse de mí

Quizá hayas notado que cuando llega la hora de irte de casa y tu perro se queda solo empieza a ladrar y aullar, destroza todo o incluso hace sus necesidades justo cuando estás a punto de salir por la puerta. 

Es probable que estos comportamientos indeseados se deban al trastorno de la separación, conocido hasta hace poco como ansiedad por separación, cuyo término cambió porque no siempre es la ansiedad lo que se esconde detrás de estas conductas.

Eso sí, la ansiedad canina se manifiesta de dichas formas y es muy común entre nuestros perros, de hecho, entre el 20% y el 40% de los canes que recurren a un etólogo sufren ansiedad y desórdenes de comportamiento, según un estudio publicado en The Journal of the American Veterinary Medical Association. 

Para prevenir el trastorno de la separación, debemos ser conscientes de que los perros son “seres sociales que están programados para estar acompañándonos siempre, o casi siempre, por eso debemos enseñarles desde cachorros a quedarse solos sin necesidad de sufrir o si ya es tarde, hacerles entender con paciencia que se van a quedar solos pero vamos a volver”, explica Manresa. 

En otras ocasiones, los destrozos pueden ser resultado de la frustración o el aburrimiento, lo que se previene enseñándoles a jugar con diferentes objetos, haciendo dinámicas de olfateo o juegos de detección a pequeña escala dentro del hogar para que se queden saciados cuando nos vamos.

Otra opción es que estos comportamientos se deban al efecto señal, es decir, cuando el comportamiento natural del perro aflora al no estar los humanos para inhibirlo con nuestras restricciones. 

En todos los casos es necesario pasar mucho tiempo con el perro, dejarlo solo en casa lo mínimo posible y haber jugado con él para dejarlo saciado. Según Manresa, la paciencia es la clave porque “son procesos lentos que a veces duran muchos meses, incluso pueden llegar a requerir medicación farmacológica”.

2. Siempre tiene mucho miedo

El miedo es una emoción innata de muchas especies para salvaguardar nuestra integridad física. La dificultad llega cuando ese miedo se convierte en patológico y deriva en fobia. 

Esto principalmente ocurre cuando educamos a un perro en un entorno pobre de estímulos. “Si empiezan a salir a la calle un poco tarde, aquello que no han escuchado o no han visto en el entorno donde han crecido, ahora les pueden causar miedo”, apunta la etóloga. 

De ahí la importancia de aprovechar la época de socialización de los cachorros, donde tienen menos miedos y mayor curiosidad. Como recalca Manresa, “aunque esta etapa no es una ventana que se cierra herméticamente, la curiosidad va decreciendo conforme avanza su edad. Entonces será más difícil quitar esos miedos”.

Gracias a la concienciación social de la adopción, muchos perros adultos son adoptados. Puede ser que hayan socializado previamente, pero también puede ser que provengan de, por ejemplo, entornos rurales donde han pasado gran parte de su vida tranquilos sin muchos estímulos a su alrededor.

“Exponerlos de golpe y porrazo a toda la densidad humana, tráfico, luces, vibraciones del suelo o al tacto del asfalto puede hacer que se vean sobrepasados desarrollando, incluso, una patología conocida como síndrome de privación o miedos generalizados”, explica Manresa. 

Entonces, podemos intentar que se adapte poco a poco, con cuidado, tiempo y delicadeza, aunque lo mejor será que antes de arrastrarlo y empujarlo a enfrentar sus miedos, sea un especialista quien haga un plan de trabajo paulatino en fases adaptado a su situación.

El miedo a las tormentas, a los petardos o a las personas también son muy frecuentes en canes. A pesar de que se pueden hacer trabajos de modificación de conducta gracias al conocimiento científico canino, debemos poner de nuestra parte, ya que en función de cómo respondemos nosotros a ese miedo animal, ellos mostrarán una manera u otra de aprendizaje. De hecho, varios estudios confirman que captan nuestros estados de ánimo y pueden contagiarse de ellos. 

3. Es agresivo con otros perros

Esto suele deberse a una socialización muy pobre, es decir, a un bajo contacto con animales de su propia especie desde cachorros. Según Manresa, “al no saber relacionarse con ellos sienten temor. El miedo es la emoción subyacente a la mayoría de comportamientos de violencia entre perros”.

Por ejemplo, en el caso de perros adultos, los etólogos suelen fijar una expectativa: “La resocialización es muy complicada en animales adultos, entonces, bajamos el listón de nuestra exigencia e intentamos que toleren animales a una cierta distancia hasta conseguir un paseo más o menos normal y que no limite mucho la vida de sus tutores”, explica Manresa.

4. No quiere hacer sus necesidades fuera de casa

Esto es bastante frecuente, sobre todo en cachorros, que es algo normal, pero también en animales adultos. En ambos, pero sobre todo en estos últimos casos, debemos pensar que no lo está haciendo para molestar, sino que muchas veces “puede ocurrir después de sufrir un evento traumático en los paseos o bien porque no han aprendido a hacerlo bien en la calle desde pequeño”, anota Manresa. 

En ambos casos emplear el castigo es contraproducente, por lo que debemos tener paciencia y repetir el proceso de salir a la calle las veces que haga falta hasta que entienda donde tiene que hacer las necesidades o pierda paulatinamente el miedo.  

IAA