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Cuatro grupos de empresas están detrás de más de un tercio de las muertes que ocurren en el mundo cada año

Chimeneas de una fábrica eléctrica.

Esther Samper

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Estar sano, es decir, disfrutar de un completo bienestar físico, mental y social, es un don que depende de numerosos factores que interaccionan entre sí. Aunque solemos sobrevalorar el papel de la sanidad, lo cierto es que los elementos más decisivos en nuestra salud se dan fuera de los centros de atención primaria y de los hospitales. Tanto es así que la genética, los comportamientos, las condiciones socioeconómicas, el nivel educativo, las redes sociales de apoyo y las características del lugar en el que vivimos influyen, junto a otros muchos factores, en un 89 % sobre la salud humana

Como explica el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, de la misma forma que la paz no se origina en el campo de batalla ni la justicia en los juzgados, la salud tampoco comienza en las clínicas o en los hospitales. En ese sentido, unas ambiciosas políticas públicas pueden tener mucho más efectos sobre la salud de una población (al promover y proteger la salud y prevenir las enfermedades) que amplias inversiones en Salud.

Dentro del amplio e intrincado conjunto de factores que inciden sobre nuestra salud, las empresas tienen también un papel muy relevante. Las prácticas de las compañías, positivas o negativas, tienen también un gran impacto sanitario sobre las sociedades humanas. No obstante, estas influencias comerciales sobre la salud suelen recibir relativamente poca atención, a pesar del elevado número de muertes que provocan

Para luchar contra este fenómeno, la revista médica The Lancet publicó hace unos meses una serie especial de artículos que analizan, con diferentes enfoques, cómo las empresas impactan sobre la salud de las personas, un concepto conocido como “determinantes comerciales de la salud”. También se plantean diferentes estrategias para poner límite a la influencia negativa de dicha industria sobre la salud de la población del planeta.

En el editorial que acompaña a la serie de artículos se expone el caso que ocurrió durante la pandemia de COVID-19. Diversas compañías farmacéuticas, que recibieron una importante inversión pública, vendieron sus vacunas, tratamientos y tests al mejor postor, lo que causó una desigualdad sanitaria global que costó más de un millón de vidas, mientras las empresas cosechaban beneficios multimillonarios. 

Las prácticas empresariales que se pusieron en marcha para obstaculizar el acceso a los antirretrovirales por parte de pacientes con VIH en países con bajos ingresos a finales del siglo pasado o la desinformación que extienden las empresas de leche de fórmula para socavar la lactancia materna son otros claros ejemplos del impacto negativo sobre la salud de determinadas actuaciones comerciales. Más allá de los efectos sobre la salud, determinadas prácticas comerciales pueden contribuir a las desigualdades raciales o de género. Por ejemplo, la industria tabacalera mundial estuvo, en el pasado, asociada al colonialismo y a la esclavitud y, hoy en día, multitud de anuncios en numerosos países siguen cosificando a la mujer como un objeto sexual.

Las muertes detrás de grupos empresariales

Ciertas multinacionales están intensificando sus efectos negativos sobre la salud humana y del planeta, al tiempo que fomentan una mayor desigualdad social y sanitaria. Cuatro sectores económicos en particular (tabaco, alcohol, combustibles fósiles y productos alimentarios insanos) están detrás de, como mínimo, un tercio de las muertes mundiales cada año, según el estudio sobre la carga global de las enfermedades en 2019. Los productos ofrecidos por dichas empresas causan, directa o indirectamente, un total 19 millones de muertes anuales en el mundo (el 34% del total de 56 millones de muertes) desencadenadas por cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y enfermedades crónicas respiratorias, entre otras, y también provocadas por la crisis climática.

La estimación anterior es bastante conservadora y es probable que, en realidad, el daño sanitario sea aún mayor de lo calculado. Otras empresas que afectan de forma negativa a la salud de las sociedades humanas son aquellas dedicadas a las apuestas, a la comercialización de leches artificiales o a la minería. Algunas soluciones políticas podrían atajar este daño, pero no se están implementando en multitud de países, y los perjuicios que provocan algunos productos y prácticas comerciales suponen un gran costo a los individuos y a las sociedades.

El director de la OMS señala que nuestro sistema socioeconómico global actual prioriza, ante todo, la generación de beneficios empresariales cada vez mayores y el crecimiento económico, sin tener en cuenta cómo esto impacta sobre la salud, el medio ambiente y las sociedades. Es más, Tedros Adhanom explica que “cuando las ganancias están amenazadas, algunas empresas y otros actores con intereses comerciales directos socavan deliberadamente las políticas de salud pública, incluido el asesoramiento de la OMS, a través de grupos de presión, amenazas legales, autorregulación ineficaz, distorsión de las pruebas científicas, encubrimiento de sus prácticas y otras acciones”. 

Repensar las prácticas empresariales

Los autores de la citada serie de The Lancet señalan que el conflicto entre los beneficios empresariales y la salud de las personas no es nuevo. Sin embargo, Rob Moodie, profesor de Salud Pública de la Universidad de Melbourne (Australia), apunta a que “ahora estamos en una situación en la que las ganancias están muy por encima de la gente o el planeta”.

Comprender mejor la compleja influencia de las compañías, con efectos positivos y negativos, es esencial para establecer leyes que frenen o pongan límites a aquellas acciones empresariales que supongan un riesgo para la salud mientras se potencian otras (por medio de inversiones u otras acciones) que promuevan la salud y el bienestar. En la revista médica hacen un llamamiento para dar importancia y reforzar la inversión en el estudio de esta materia: “La Salud Pública no puede mejorar ni mejorará sin medidas en los determinantes comerciales de la salud, desde el nivel local al global”.

Actuar de forma decidida sobre los determinantes comerciales de la salud no solo supondría evitar multitud de muertes, sino también disminuir de forma notable el impacto de las enfermedades (diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares...) que más azotan a las sociedades de los países ricos y también de las enfermedades infecciosas que impactan especialmente a los países en desarrollo.

Desde el año 2020, la OMS está emprendiendo una serie de iniciativas para repensar el modelo económico y que este se centre más en indicadores sanitarios y de bienestar en lugar de otros puramente monetarios como el producto interior bruto. Según The Lancet: “La salud debe convertirse en una consideración crucial de los marcos de inversión y los mercados mundiales de capitales. Para ello será necesario adoptar modelos económicos diferentes, nuevas medidas legislativas y reglamentarias, la defensa y la rendición de cuentas por parte de la sociedad civil y una mejor responsabilidad social de las empresas”. En 2024 la OMS publicará el primer Informe global sobre los determinantes comerciales de la Salud, que se acompañará, a su vez, de una conferencia global sobre esta cuestión.

La investigadora en Salud Pública y autora de uno de los artículos en The Lancet Anna Gilmore sostiene que muchas de las muertes de los pacientes están provocadas por productos y prácticas de las grandes corporaciones, muchas de las cuales son totalmente evitables. La experta solicita a los profesionales sanitarios que “se unan al llamamiento en favor del cambio y presionen a los gobiernos para que tomen medidas, entre otras razones porque los sistemas sanitarios no pueden hacer frente a la carga de morbilidad que provocan actualmente algunas empresas y al costo que ello conlleva”.

ES

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