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ECUADOR TIENE NUEVO PRESIDENTE ELECTO Análisis

Daniel Noboa, el hijo de la banana

Imagen del candidato triunfante en la segunda vuelta electora, en un cartel de campaña en Quito. La fotogenia electoral jugó a favor del empresario Daniel Noboa, de 35 años.

Alfredo Grieco y Bavio

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La inseguridad ocupó hasta tal punto el escenario politico ecuatoriano, que la grieta de correístas y adversarios pasó a un plano que en ninguna oportunidad logró siquiera un decoroso papel coprotagónico. Esto obró a favor del triunfante Daniel Noboa, ante todo por un discurso conciliador que sólo podía ganarle votos. Lo contrario ocurría con su adversaria, ganadora de la primera vuelta pero no en primera vuelta, Luisa González. La decisión final, que favoreció a la derecha, se fundó en el cálculo de la magnitud de gobernabilidad calibrado para cada candidatura.

Adiós a la grieta correísta

La intención de voto no parece haber sido guiada por el examen de los programas de seguridad de la derecha y de la izquierda, entre los cuales, además, la diferencia ideológica se volvía cada vez más tenue a medida que uno y otro se veían forzados a dar detalles cada vez más precisos y concretos. La decisión se fundó en el cálculo de la magnitud de gobernabilidad calibrado para cada candidatura. Aquí fueron computados, inclusive, los diez años más de la edad de González, de 45, sobre Noboa, de 35. Y también a favor de Noboa, el que fuera empresario, y millonario. Pero no un adulto mayor, como el saliente Guillermo Lasso, que abandonó la presidencia antes de tiempo.

En el Ecuador, correísmo provoca las mismas identificaciones inmediatas que kirchnerismo en la Argentina. Con una diferencia a favor de la 'década ganada' del ex presidente Rafael Correa en el poder, al menos en este nivel de reflejos automáticos. No sólo se asimilan los diez años correístas (2007-2017) con superiores niveles de consumo y de confianza en la marcha de una economía que vive dolarizada desde el año 2000. También se la asocia con un período de gran seguridad pública. A lo largo de aquel decenio añorado por un firme tercio de la población ecuatoriana, Ecuador había llegado a ser el segundo país más seguro de América según la tasa de homicidios. Hoy es el más violento de los Andes, y el que más drogas trafica en el Pacífico.

Dos jóvenes, dos padres

La memoria de un período tranquilo y próspero obró sobre quienes dieron su voto en primera vuelta a la economista Luisa González, de 45 años, el penúltimo domingo de agosto. Para sorpresa de los medios, de los sondeos previos y de la opinión pública en general, su rival en el balotaje del tercer domingo de octubre fue el empresario Daniel Noboa, un protagonista nuevo en el escenario político nacional. En primera vuelta sacó diez puntos menos, un por cada año de juventud que lo separa de la correísta.

La novedad histórica de la segunda vuelta presidencial ecuatoriana consistió en ser un balotaje disputado entre dos contrincantes que son de vecina franja etaria. El balotaje de 2021 enfrentó al vencedor en primera vuelta, el economista Andrés Aráuz (candidato a vice de González en la fórmula correísta derrotada en el balotaje de 2023), con el actual presidente anticipadamente saliente. Al correísta titular de 2021, lo venció en segunda vuelta el vencido de la primera. El zquierdista y el derechista eran parejos por carecer de carrera política y por no haber ejercido nunca antes ninguna función electiva. En cambio, la disparidad era elocuente al contraponer inocencia y experiencia: el empresario liberal-cristiano, el multimillonario ex banquero Guillermo Lasso, dobla en edad a Andrés Aráuz. Quien pronto será también el ex presidente de Ecuador, es también contemporáneo y conciudadano de Álvaro Noboa, el padre de Daniel.

Hay una constante que atraviesa, transversal, los balotajes de 2021 y 2023, y que corre por diferente eje. Sea el candidato ganador joven o mayor, sea liberal o conservador en temas sociales y culturales, en las dos citas electorales en las dos segundas vueltas el electorado dio la presidencia a un empresario millonario. El dinero ejerce un poder preliminar y posliminar, que ni nace del voto, ni muere al expirar los mandatos presidenciales.

La rivalidad de González y Noboa, y la misma novedad del joven triunfo como fuerza emergente, resultan acaso más circunstanciales si se las confronta con las continuidades que la primera vuelta electoral confirmó, y la segunda vuelta del domingo reconfirmó. Tanto González como Noboa son descendientes: dos vástagos de una genealogía experimentada en ocupar o aspirar al poder. La economista candidata presidencial de Revolución Ciudadana es la hija política del economista Rafael Correa, y el empresario candidato de Acción Democrática Nacional es hijo del magnate Álvaro Noboa, cinco veces candidato presidencial desengañado de sus ilusiones sin embargo razonables.

El recuerdo de la seguridad correísta no perjudicó en nada a González en la campaña hacia el 15 de octubre decisivo, aunque malogrado. Presionó con fuerza residual suficiente y descontada sólo entre quienes ese recuerdo es una memoria viva. Esas personas, según las estadísticas, tienen tantos o más años que la candidata. El súbito ascenso del treintañero Noboa tuvo su hora cero en el debate presidencial debut del domingo 13 de agosto, cuando los sondeos de opinión pública y la opinión académica lo posicionaron como el mejor en cuanto a su manejo de la retórica política. Acaso más revelador que esas demoscopías selectivas y esas felicitaciones peritas haya sido el desde entonces ininterrumpido crecimiento de la atención obtenida entre la población joven a través de mensajes en redes sociales por el candidato de Acción Democrática Nacional, ahora presidente electo.

En qué se parece, pero en qué no, el ecuatoriano Daniel Noboa con el argentino Javier Milei

Las semejanzas de Daniel Noboa con el candidato presidencial argentino Javier Milei, que ha descollado en las PASO y competirá en primera vuelta este domingo 22 de octubre, son vistosas. Tan irrefutables en sus líneas gruesas y en sus confinados contextos, que parecen convertir en circunstanciales, episódicas, miopes las diferencias. En todo cuanto los separa, empero, se encuentran los determinantes del futuro de sus carreras políticas.

En un país dolarizado, la dolarización no ha sido tema de campaña. Desde luego, aunque esto tal vez sea menos obvio, tampoco para la correísta González. El dólar no importa para quienes apuestan a tomar las riendas del poder ecuatoriano en mayo de 2025, y compiten para ganar la presidencia en un país que vive bajo un gobierno de transición después de que el presidente Lasso decretó en mayo pasado la figura constitucional de “muerte cruzada”, disolvió la Asamblea Nacional (Congreso) y llamó a comicios generales anticipados.

El discurso de Noboa es anti casta, anti peso del control estatal, pro avance de la libertad individual y/o empresarial. En vez de cuánto hará mi gobierno por ustedes, la ilusión ofrecida en su caso es la de cuánto podrán hacer ustedes si soy gobierno (y no podrán hacer de ningún modo si el presidente no soy yo). Esta propuesta joven cuenta con un prontuario viejo, y con apoyos tradicionales sólidos. Ni viene (casi) de la nada Noboa, ni puede fingir una vida prístina. Es un lastre que le pesa como a los candidatos de Vox en España les pesan sus caras, sus sastres y los apellidos de sus padres y de su familia.

Al peso de ser hijo de no puede escamoteársele que en esa herencia no todos resultaron lacerantes pasivos para Daniel Noboa. Cinco veces fue candidato presidencial el multimillonario Álvaro Noboa, al frente de una candidatura centrista pero con sensibilidades sociales exhibidas en primer plano. En su campaña, a Noboa hijo no le faltaron recursos. Y gracias a Noboa padre, se maneja a sabiendas en una cartografía electoral precisa desde los lugares más pequeños del país en términos de electores hasta los más grandes. No le ha faltado para ganar, no le faltará a Noboa para gobernar, eso que llaman aparato.

AGB

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