La invasión rusa de Ucrania empuja a los aliados de la OTAN a una carrera armamentística

Irene Castro

Bruselas —

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Hace un año los servicios de inteligencia de EEUU advirtieron a los aliados de que Rusia iba a atacar Ucrania, pero los líderes occidentales y europeos no creyeron que la amenaza llegara a tanto. Hasta que la madrugada del 24 de febrero Vladimir Putin comenzó los bombardeos para invadir Ucrania. 365 días después, con decenas de miles de muertos y heridos y más de cuatro millones de refugiados en Europa, la guerra continúa sin visos de acabar pronto mientras la economía mundial se resiente. Aunque no todos los sectores se ven afectados: la industria armamentística no da abasto mientras Rusia prepara la nueva ofensiva y los aliados incrementan su apoyo militar con un llamamiento generalizado a la provisión de munición y el envío de tanques, al que puede seguir la provisión de aviones.

A medida que se acercaba el aniversario de la guerra, Volodímir Zelenski ha multiplicado su agenda internacional. En diciembre salió por primera vez del país para viajar a Washington y en febrero emprendió una minigira por Europa para visitar Reino Unido, París —donde mantuvo un encuentro con los jefes de los ejecutivos francés y alemán— antes de participar presencialmente en el Consejo Europeo y dar un emotivo discurso en la Eurocámara. Esa cita se produjo unos días después de la cumbre con la UE en Kiev. Ante los líderes europeos, Zelenski clamó por acelerar la adhesión de Ucrania al club de los 27 y por la llegada de armamento en un momento en el que también intenta alentar a su población ante el cansancio y el hartazgo por la guerra. 

También la política internacional se ha centrado en Ucrania el último año y se ha reforzado en las últimas semanas. El propio presidente de EEUU, Joe Biden, ha viajado a Kiev para mostrar el apoyo a Zelenski y mantener la atención sobre el conflicto. La Asamblea General de Naciones Unidas ha aprobado una nueva resolución de apoyo a Ucrania mientras Vladímir Putin da señales de pretender prolongar el ataque en el tiempo a la vez que escala la tensión al anunciar la suspensión de la participación de Rusia en el tratado New START, el último acuerdo de control de armas nucleares que quedaba vigente entre Rusia y EEUU.

Ante la esperada ofensiva rusa, que ya está teniendo sus primeras muestras en bombardeos como el de Jersón, el principal objetivo de Ucrania es conseguir armamento. “Necesitamos esas armas”, dijo Zelenski a sus socios europeos. En ese momento se había desbloqueado la decisión sobre el envío de tanques Leopard, que aún tardarán semanas en llegar al campo de batalla, y la urgencia tornó hacia la munición. “La guerra en Ucrania está consumiendo una enorme cantidad de munición y agotando las reservas aliadas. La actual tasa de gasto de munición es mucho mayor que nuestra tasa de producción. Esto sitúa a nuestras industrias de defensa bajo presión”, señaló la semana pasada el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que puso como ejemplo el aumento del tiempo de espera de 12 a 28 meses para la munición de gran calibre. “Los pedidos realizados hoy solo se entregarían dos años y medio después. Así que tenemos que aumentar la producción e invertir en nuestra capacidad productiva”, zanjó el máximo representante de la alianza.

Los aliados activan la maquinaria de guerra

Y en eso está la OTAN: en aumentar la producción de armamento. “Planeamos aumentar nuestros objetivos para las reservas de municiones a través del Proceso de Planificación de Defensa”, dijo Stoltenberg. En vísperas del aniversario de la invasión, el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, se reunió con Stoltenberg y el alto representante de la UE, Josep Borrell, en la sede de la alianza en Bruselas —una imagen ya de por sí simbólica— para incrementar la cooperación. “A petición de Ucrania, hemos acordado que la OTAN debe ayudar a Ucrania a desarrollar un sistema de adquisiciones que sea efectivo, transparente y responsable”, explicó Stoltenberg, que anunció la convocatoria de una reunión de expertos de ese país, los aliados y la UE para “garantizar que Ucrania tenga las armas que necesita”.

“Como OTAN no podemos dar armamento como tal, pero sí utilizar nuestros mecanismos para que los países se doten de más armas”, explica a elDiario.es la vicesecretaria general adjunta para la diplomacia pública, Carmen Romero, que niega que se trate de una carrera armamentística: “La OTAN está en contra de carreras de armamento y, de hecho, apoyamos y tenemos un equipo muy importante que trabaja en control de armamento”. “Se trata de acrecentar la capacidad de nuestra industria de defensa, que ahora está agotada en una situación en la que todo esto lo va a aprovechar Rusia”, agrega. 

Lo cierto es que el debate sobre el gasto militar ha vuelto a emerger y en la OTAN han empezado a decir que el objetivo de llegar al 2% del PIB es un suelo, es decir, un punto de partida. En el horizonte está aumentarlo. Alemania prevé incrementar esa partida hasta en 10.000 millones de euros, según Bloomberg. En España ese asunto ha sido muy polémico y por ahora lo que señalan desde el Gobierno es que todo lo que sea superar ese umbral será a partir de 2029, que es la fecha que ha marcado Pedro Sánchez para alcanzar el compromiso suscrito por los aliados en 2014. 

En lo inmediato, países como Estados Unidos y Francia han firmado nuevos contratos para la producción de armamento y otros, como Alemania y Noruega, han impulsado acuerdos con la industria de defensa para acelerar la producción. Y la UE está estudiando la fórmula para hacer compras conjuntas de munición para enviar a Ucrania. La propuesta más viable sobre la mesa es la que hizo Estonia, que calcula un gasto de 4.000 millones de euros. El alto representante, Josep Borrell, también apuntó a la posibilidad de financiación a través de la European Peace Facility (EPF), que es la herramienta que han usado los 27 para dar soporte en lo militar a Volodímir Zelenski. 

En diciembre, la UE tuvo que ampliar la partida inicial de 5.000 millones de euros destinados a las misiones de Política Exterior y de Seguridad Común al reducirse drásticamente por los envíos a Ucrania. Por el momento se han desbloqueado 3.600 millones de euros, que se suman a los 7.500 que los Estados miembros han enviado bilateralmente para apoyo militar. 

Armar para negociar

Pero, ¿cuánto está costando la guerra? “Es incalculable”, responde Romero. Por ahora, la cifra orientativa es de 120.000 millones de euros: los 70.000 que ha aportado la UE para ayuda financiera, económica, militar y humanitaria y 50.000 en el caso de Estados Unidos. Pero ahí no se contempla el envío de los tanques Leopard y habrá que sumar, entre otras cosas, la reconstrucción de Ucrania. 

Un análisis del Kiel Institute for The World Economy, sin embargo, apunta a que el gasto en el apoyo a Ucrania es muy inferior al que los aliados hicieron en otros conflictos. Según sus datos, EEUU gastó tres veces más en Afganistán en 2001, al igual que Alemania en el caso de la Guerra del Golfo de 1991 (de acuerdo al porcentaje respecto al PIB). 

Los llamamientos a ayudar militarmente a Ucrania por parte de los aliados son constantes. Todos los dirigentes occidentales sostienen la máxima de que apoyarán a Zelenski el tiempo que haga falta. Pero, ¿cuánto tiempo será sostenible esa situación? “El suministro de armas, pese a que no sea una responsabilidad de la OTAN, es el camino más rápido hacia la paz. En lo que está de acuerdo la comunidad occidental —la Unión Europea, la OTAN, y los países de Asia-Pacífico— es en que hay que ayudar a Ucrania a que pueda terminar este conflicto en sus propios términos. ¿Y qué significa eso? Que pueda retomar el mayor territorio posible para que se pueda sentar a negociar y pueda estar una posición fuerte, porque sabemos que las guerras acaban en la mesa de negociación”, explica la vicesecretaria general de la OTAN, que reconoce que no se puede preestablecer un plazo. 

“Es algo que tiene que decidir Ucrania”, afirma Romero, que considera que se tienen que dar las circunstancias en el campo de batalla: “Obviamente hay mucho trabajo por detrás para llevar a Ucrania a negociar. Seguramente Estados Unidos está ahí también, viendo cuándo puede ser la mejor ocasión para negociar”. No obstante, la visión de los aliados es que Putin no tiene ninguna intención de cesar las hostilidades. “No vemos señales de que se esté preparando para la paz. Como ha dejado claro, está preparándose para más guerra”, afirmó Stoltenberg el martes. 

“El interés que tiene Putin sobre la base de lo que vemos es que él no tiene ninguna prisa, no le interesa acabar este conflicto rápidamente. Si se congela este conflicto, como ha ocurrido en Moldavia o Georgia, sabe que un país con un conflicto congelado no puede entrar en la OTAN, porque no puede importar inseguridad con un país ocupado por tropas de otros países”, argumenta Romero.

Aunque algunas voces, como la del exsecretario general de la OTAN, Javier Solana, apuntaron tras la invasión a que fue un error plantear la incorporación de Ucrania, los aliados no pretenden dar marcha atrás. “No veo una situación en la que la OTAN cambie esa promesa”, señala Romero. “Debemos dejar claro que el futuro de Ucrania está dentro de la familia euroatlántica”, zanjó Stoltenberg este martes minutos después del discurso de Putin ante la nación.