Crisis en el socialismo español

Pedro Sánchez busca una mujer para limpiar la cara del PSOE en medio del escándalo por corrupción

Esther Palomera

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El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) siempre fue un partido acostumbrado a pasar de la euforia a la depresión sin tránsito. Junio de 2025 es, sin duda, uno de los momentos más críticos e inconsolables por los que atravesó la organización en los últimos años, pero no el peor en cuestión de descrédito como apuntó Emiliano García Page –presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha– estos días como motivo del escándalo Cerdán. La historia y la hemeroteca están para recordar los casos Roldán, Juan Guerra, Filesa, los GAL, el uso ilegal de los fondos reservados y la entrada en prisión de la cúpula de Interior de los gobiernos de Felipe González.

Aquel PSOE hoy es otro. Es el PSOE de Pedro Sánchez, sí. Pero es también un PSOE que emergió de unas primarias en las que aquellos, los de entonces, hoy constituidos en sindicato de críticos contra el presidente del Gobierno se volcaron para auparlo a la secretaría general. “Este chico nos vale, aunque no valga”, fue la despectiva expresión de Susana Díaz –senadora por Andalucía– para convencer a los más recelosos de que había que apoyar a Sánchez frente a un Eduardo Madina, al que quienes hoy regalan los oídos tachaban entonces de “auténtico peligro para la estabilidad del sistema”. Dos años después, sería la misma expresidenta de la Junta de Andalucía la principal impulsora de una operación orgánica abrazada por todos los tótems para echar al Sánchez decidido a no ceder el paso a la de Sevilla para la candidatura a la Presidencia del Gobierno. Ahí empezó todo.

Y el aroma de aquel traumático Comité Federal de 2016 en el que Sánchez presentó su dimisión impregna hoy las conversaciones de los que se autodenominan socialdemócratas moderados, pata negra del socialismo o guardianes de las esencias. Con el mismo telón de fondo: la continuidad del secretario general y presidente del Gobierno. “Un déjà vu pero con diferente final”, en palabras del oficialismo. “Ha habido momentos de extrema debilidad del presidente del Gobierno donde han visto una oportunidad para cobrarse facturas del pasado, pero pinchan en hueso”, augura un veterano socialista.

Pedro Sánchez lleva toda la semana manteniendo conversaciones con todos los líderes territoriales. En la ronda de llamadas incluyó a cuadros medios y a socialistas ya apartados de la primera línea en busca de propuestas y soluciones con las que escapar del mazazo que supuso la imputación de dos de los tres secretarios de Organización que designó desde 2014. El mensaje fue unívoco: hay que tomar decisiones drásticas en forma de convención organizativa, congreso extraordinario o reestructuración profunda de la Ejecutiva. Nadie, según las fuentes consultadas, le trasladó la posibilidad de una retirada, de lo que su círculo de confianza deduce que los del sindicato de críticos “ni están coordinados ni tienen predicamento entre los cuadros y las bases”, pese a que en la oficialidad del partido perciben que los movimientos de “los críticos están muy sincronizados por los del PP de Feijóo”.

Que el Comité Federal del próximo 5 no será un paseo militar a los que Sánchez acostumbró al máximo órgano entre congresos, donde rara vez se elevan críticas o se hacen enmiendas a la estrategia de la dirección, está más que garantizado. Pero no se atisba tampoco en el horizonte “ni desbandada, ni rebelión organizada”. Al fin y a la postre, la mayoría de sus integrantes han sido elegidos por la actual dirección y los críticos tienen como único apoyo a la derecha mediática, que cada día les hace de altavoz.

Sánchez tuvo dudas en los últimos días sobre si afrontar una reestructuración de arriba a abajo de la Ejecutiva o limitar los cambios a tres o cuatro piezas muy vinculadas al ya ex secretario de Organización, Santos Cerdán. No decidirá hasta los días previos del Comité Federal, pero en este momento se inclina, según sus colaboradores, “por hacer cambios muy limitados”. Lo que sí tiene claro es que la próxima secretaria de Organización tiene que ser una mujer. Por dos motivos. Primero porque la experiencia y también las estadísticas demuestran que son los hombres, en un porcentaje aplastante, quienes practican la corrupción. Segundo, porque el bochorno, repugnancia y la indignación que provocaron las conversaciones grabadas entre Ábalos y Koldo García sobre la presunta compra de sexo precisa de una decisión con la que las mujeres socialistas puedan reivindicar con mayor contundencia la necesidad de abolir la prostitución y su obsesión por penalizar a los puteros. Esto por no hablar de que en el electorado femenino Sánchez aventajó a Feijóo en 2013 con más de 10 puntos.

El presidente ya baraja algunos nombres, entre ellos el de la actual secretaria general del Grupo Socialista, Montse Mínguez (quien pertenece al Partido Socialista de Cataluña,PSC), a quien ya ha designado para el control interino de la Organización hasta el próximo 5 de julio, junto a Cristina Narbona, la gerente del partido y Borja Cabezón. Y aunque su militancia en el PSC, un partido jurídicamente distinto al PSOE, puede suscitar algunas dudas, se arguye que no es un impedimento formal porque ya forma parte de la actual dirección. “El antecedente de Carmen Chacón, que también era militante del socialismo catalán y aspiró a la secretaría general del PSOE es una buena muestra de que no existen problemas estatutarios a este respecto”, especulan en el Grupo Parlamentario. El PSC, es hoy, “sinónimo de fortaleza y estabilidad”, añaden los mismos interlocutores.

Prueba de ellos es que Sánchez se reunió el viernes con el president y primer secretario del PSC, Salvador Illa, en la Moncloa, para analizar posibles escenarios ante la crisis del caso Koldo/Ábalos/Cerdán. Una cita que duró más de tres horas y que figuraba en la agenda oficial de ninguno de los dos, pero a la que La Moncloa trató de revestir de normalidad pese a que se produjo en el mismo momento en el que la UCO entró en la sede de Ferraz para clonar el ordenador de Cerdán.

Hasta que llegue el momento del relevo en Organización, que no será hasta dentro de dos semanas, Sánchez trata de buscar en la agenda exterior un escape hasta el Comité Federal, donde la dirigencia espera que el secretario general tome decisiones con las que sortear el escándalo. No será fácil. El presidente no solo tiene que convencer a su dirigencia, sino también a un electorado entre el que su credibilidad está debajo del mínimo. Por ahora, no se atisban medidas ni disruptivas ni drásticas, entre otros motivos porque Sánchez desconoce hasta dónde puede escalar el asunto y las defensas sobre todo de Ábalos y Koldo amagan con documentación comprometida para varios socialistas de la primera línea.

Las dos próximas semanas Sánchez estará dedicado casi en exclusiva a la agenda internacional, donde ha vuelto a irrumpir con fuerza después de abanderar la oposición al incremento al 5% del PIB en gasto militar que exige Donald Trump a los miembros de la OTAN. En plena tormenta política, judicial y mediática ha decidido centrarse este fin de semana en la preparación de la cita que la Alianza Atlántica tiene el próximo martes en La Haya. Después, viajará a Bruselas para el Consejo Europeo, el 26 y 27 de junio para posteriormente hacer de anfitrión en Sevilla de la conferencia de la ONU sobre financiación al desarrollo que tendrá lugar entre el 30 de junio y el 3 de julio.

Todo esto será si de un lado, la Guardia Civil no hace explosionar algún informe más y si los socios de investidura aguantan, algo que hoy en La Moncloa dan por hecho. Hasta cuándo es una pregunta que de momento carece de respuesta. Porque aunque han sido los socios quienes le han pedido que no les haga pasar por el trago de votar una cuestión de confianza, a la que el presidente tampoco estaba dispuesto, la incomodidad de todos ellos con los escándalos de corrupción es manifiesta y la debilidad de Sánchez los debilita también a ellos.