La primera semana de los próximos cuatro años de Gabriel Boric presidente
Chile cumplió su primera semana de una nueva etapa histórica. Con Gabriel Boric se inició el primer gobierno de una izquierda sin adjetivos limitativos, 51 años después del derrocamiento del líder socialista Salvador Allende.
El 11 de septiembre de 1973, el mes de la primavera, en la semana anterior a los tradicionales festejos del día de la Independencia chilena que fue declarada el 18 de ese mes de 1810, y una después a los 80 años de distancia del suicidio en 1891 del ex presidente José Manuel Balmaceda “el nacionalizador del salitre, Salvador Allende ”el nacionalizador del cobre“ en el Palacio de La Moneda se dirigió al pueblo de Chile. En ”ese momento gris y amargo“, por la traición las Fuerzas Armadas, pronunció su último discurso. ”Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor“ prometió en ese día cuando el Golpe militar puso fin al Gobierno popular y a su propia vida e inició el régimen militar encabezado por el general Augusto Pinochet (1973-1990), que llevó a la práctica la sistemática violación de los derechos humanos e introdujo el neoliberalismo con el marco legal de la nueva Carta Magna, la Constitución del 80 .
Tres años antes, el 3 de noviembre de 1970, Allende había asumido la presidencia por la victoria electoral de la Unidad Popular, integrada por los partidos Socialista, Comunista, Radical, Socialdemócrata y los izquierdistas Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y Acción Popular Independiente (API). Después de tres derrotas electorales, su convicción, experiencia y esfuerzo habían logrado el compromiso del pueblo para que participara en la implementación de la vía chilena al socialismo “con olor a empanada y vino tinto”.
Desde el inicio de su mandato, las fuerzas opositoras de derecha no cejaron en sus propósitos de desalojarlo del Palacio de La Moneda: asesinatos, complots y otras acciones subversivas con el actuante apoyo de las Fuerzas Armadas, la economía como factor de desestabilización y EEUU como socio capitalista que en plena Guerra Fría equiparaba el presidente chileno con otros líderes comunistas, entre ellos Fidel Castro.
En 1990, después de un plebiscito, Pinochet dejó el poder del país a un civil, Patricio Aylwin. Cambiar la Constitución del 80 fue una demanda constante desde los primeros momentos del retorno de la democracia. Sin embargo, durante los gobiernos tanto demócrata cristianos como socialistas (el bipartidismo que gobernó a Chile de 1990 a 2010), no fue modificada en sus artículos más elementales.
“Chile, la alegría ya viene” fue uno de los jingle y frases que la coalición del retorno a la democracia usó en 1988 para promover el “No” en el plebiscito que finalmente, tras 17 años de dictadura, sacó a Pinochet del poder. Treinta después la gente ironizó: dimos un paso a la democracia, pero “la alegría nunca llegó”.
El estallido social llegó a La Moneda para quedarse
Gabriel Boric ex líder estudiantil inició su camino hacia La Moneda con el estallido social de 2019 que llevó a miles de jóvenes como él a exigir reformas políticas y justicia social para su país, donde el 1% de la población posee en 26 % de la riqueza, una desigualdad económica y social producto del neoliberalismo.
Boric ganó en las primarias presidenciales por la coalición Apruebo Dignidad, compuesta por cinco partidos (Revolución Democrática, Convergencia Social, Comunes, Federación Regionalista Verde y Social, y Partido Comunista), a la que luego integró a nueve partidos más , sumando a los denominados socialismos democráticos que fueron parte de la ex Concertación (Partido Socialista, Partido por la Democracia, Partido Radical y Partido Liberal) para alcanzar el porcentaje necesario que le permitiera la aprobación de las leyes del Ejecutivo en el Congreso.
En la primera vuelta de las presidenciales pasó al balotaje y arrasó en las urnas cosechando el 55,86 % de los votos contra el 44,14 % de su contrincante, el candidato de derecha radicalizada José Antonio Kast, y sumó a Chile al grupo de países latinoamericanos que giraron a la izquierda en los últimos años, junto a Argentina, Bolivia, Honduras, México , una ‘ola progresista’ que señala Rafael Bielsa, el embajador argentino en Chile, para alcanzar un efectivo giro ideológico conjunto los gobiernos del subcontinente tendrían que crear instituciones comunes, afinidad de planes y medidas concretas que lo materialicen.
Este 11 de este marzo, el mes del otoño, desde el balcón del palacio de La Moneda cerró su primer discurso presidencial citando la frase de Allende: “Hoy era necesario hablar, mañana todos juntos a trabajar. Como pronosticara hace casi 50 años Allende estamos nuevamente abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, la mujer libre, para construir una nueva sociedad. Viva Chile”.
El presidente Boric y su equipo pertenecen a la ‘generación pingüina’, millenials chilenos. Si obedecen a su corazón y al alma, deben recordar su consigna de cuando salieron a la calle y lograron apoyo: ‘la asamblea manda’. Lo gritaron por todas partes de 2001 a 2011, el momento en que surgieron las asambleas. La entonces presidenta Michelle Bachelet obligada por el estallido social abrió el proceso. Sin embargo, la generación pingüina comprometida con la deliberación, se dividió en 2015, con la segunda candidatura de Bachelet, y se politizó y entró a la carrera política, aceptando el aparato legal, constitucional.
Cuando el 6 de octubre de 2019, el gobierno de Sebastián Piñera dispuso un aumento de 30 pesos chilenos (3.8 centavos de dólar) el estallido popular obligó, en cuestión de semanas, a anunciar lo que en 30 años la mayoría de la clase política no quiso escuchar: la convocatoria para una nueva Constitución. Pocos meses después, un plebiscito nacional, 78% del padrón electoral ratificó el inicio del proceso constituyente. “Chile despertó” fue la frase que comenzó a extenderse por todo el territorio. El 25 de octubre la manifestación más grande en la historia de Chile se volcó en las calles de la ciudad capital de Santiago.
Entre el poder constituido y el poder constituyente
El plebiscito constituyente nació del llamado “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución”, un polémico tratado firmado la madrugada del 15 de noviembre entre gobierno y diversos partidos políticos. Gabriel Boric estuvo presente en las negociaciones y firmó el acuerdo a título personal y no de su partido, Convergencia Social (CS). La firma de Boric originó fuertes reclamos por parte de diversos sectores de izquierda; otros lo consideraron una consecuencia de la política real del momento y que sin el apoyo explícito de su espectro político, Boric hubiera perdido fuerte capital personal para abrir cauce al plebiscito que conformaría después la Convención Constitucional. La presencia de un proceso constituyente por decisión ciudadana por primera vez en la historia de Chile conformada por un 55, 54 por ciento de convencionales electos por el pueblo y el resto es clase política. Si bien es semi-soberana tiene en sus manos el control de un proceso profundo histórico. La conformación de la constituyente está considerablemente marcada hacia la izquierda y centroizquierda. La derecha no cuenta con el tercio de los escaños necesarios para tener poder de veto en las votaciones.
Por otra parte, en la conformación del novísimo gobierno chileno la Democracia Cristiana quedó aislada de los bloques políticos y el Partido Socialista transformado en el eje de la oficialidad cuenta con carteras tales como Cancillería, con la independiente pro socialista Antonia Urrejola; Defensa, con la socialista Maya Fernández (nieta del expresidente Salvador Allende); Vivienda, con el exsenador Carlos Montes; y Mario Marcel en Hacienda.
Marcel es considerado por el Partido Comunista y algunos dirigentes de los partidos del Frente Amplio como un actor que obstaculizará las transformaciones que compromete el programa de gobierno. Una situación que ubica al PC en una posición secundaria en el gabinete y a la vez vaticina tensiones en la coalición de gobierno, y una suerte de doble justificación para que el PC mantenga su acción política principal sobre la Constituyente y los movimientos sociales.
Este escenario que supone la ampliación de la base de apoyo al actual gobierno no se comprende únicamente por las presiones de la centroizquierda, en especial del Partido Socialista.. Iñigo Errejón, ex líder del partido español Podemos, amigo de Boric le transmitió la necesidad de respetar el Estado de derecho, y, sobre todo, ampliar la base de apoyo para realizar reformas graduales que eviten el desborde del proceso de transformación, que finalmente terminan siendo su desfonde político.
Sin embargo, la Convención Constituyente tiene la responsabilidad de interpretar y dar respuesta a los reclamos populares y la capacidad para lograrlo se verá en el resultado del referéndum previsto para mediados de este año.
Allende aceptó la Constitución de 1925 y la defendió hasta el final, en el sentido de que era respetuoso de la ley vigente y efectivamente lo fue hasta el momento final marcado por su trágica muerte. Boric, el último presidente que asumió con la Constitución de 1980, es de izquierda como lo es también a Asamblea y tienen la oportunidad de aprender en la marcha. Es esperable que en la redacción, la orientación de la nueva Carta Magna será a cómo fortalecer gobiernos como el de Boric, orientados a su vez al reconocimiento de derechos por un Estado que se obliga a ellos como a necesidades que debe saciar, y no a ofrecer la imagen invertida del continuismo irredento; no más a pagar crecimiento con desigualdad, para la cual la sociedad chilena ha perdido la tolerancia aun si administrada en dosis homeopáticas.-
Sin embargo, en el primer día de su mandato, la pugna entre las vertientes revolucionarias/refundacionales y las moderadas está latente en un Chile donde mayoritariamente se advierten muy altas (casi desmedidas) expectativas acerca de las trasformaciones que el presidente electo vaya a conseguir.
AGB
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