Cuando se apaga la peste, se enciende la guerra
Desde cuando el conquistador fabricó una Nueva España con el imperio azteca, en América pestes matan más que batallas, viruelas más que arcabuces. A las 30 mil bajas argentinas en años de Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay (1864-1870), siguieron 27 mil muertes en sólo seis meses de fiebre amarilla en Buenos Aires (1871): hay absoluto disenso sobre los números, hay relativo consenso sobre la mayor letalidad del virus.
Con las grandes guerras globales de las grandes potencias principia un siglo de pandemias. A la Primera Guerra Mundial (1914-1918) siguió la todavía más mundial y mortal gripe española (1918-1920). Invirtiendo este orden, el fuego de la guerra en Ucrania (2022-) despunta sobre un crepúsculo de covid-19 (2021-2022). Este comienzo en caliente de una Segunda Guerra Fría es el reflejo especular invertido del belicoso estallido de la anterior Guerra Fría: Esta vez la guerra por procuración es en el Extremo Oriente de Europa (en Ucrania, dividida en Este y Oeste) en lugar de en el Extremo Oriente de Asia (en Corea, dividida en Norte y Sur), este vez es Rusia la potencia limítrofe (y menor) y es China la que apoya desde fuera (y potencia mayor).
América fue el continente donde el coronavirus sumó más víctimas. Brasil, único país latinoamericano cuyas tropas combatieron contra el Eje en suelo europeo durante la Segunda Guerra Mundial, fue el que más bajas sufrió en la región durante esta pandemia. Ante el conflicto ucraniano, Latinoamérica se muestra dispersa en sus apologías y rechazos de Rusia, pero reunida en su no beligerancia y aun indiferencia.
En la década de 1930, el semanario infantil Billiken aseguraba que 'Buenos Aires y Berlín son las ciudades más limpias del mundo' y los primorosos manuales y atlas de Geografía que publicaban los Hermanos Maristas (HME), sin demorarse en la comparación entre gauchos y cosacos, igualaban a la llanura pampeana con la llanura ucraniana: por sus profundas capas de humus, era las dos más feraces del planeta, las más idóneas para el cultivo del trigo.
La guerra en Ucrania no sólo creará una crisis energética global, cuyas ventajas ya está aprovechando Venezuela, nuevamente cortejada por cortesanos de la Casa Blanca, que ahora no temen a hablar con 'el mismísimo Diablo' en palabras de una columnista del oficialista Washington Post. También una crisis alimentaria. En los años de la dictadura del Proceso, gran compradora de trigo argentino era la URSS, por los fracasos de las cosechas ucranianas. En aquellos años, la fake news favorita de la radiotelevisión soviética dirigida a su ciudadanía era '¡Buenas noticias de la agricultura!'; al menos, según insistían filmes de propaganda de Hollywood como el reaganiano Moscow on the Hudson (1984) de Paul Mazursky, con Robin Williams, 30 años antes de su suicidio por asfixia, en el papel de exiliado ruso en EEUU, que se desmaya estremecido de placer ante la abundancia de las góndolas en los supermercados de Manhattan (donde había mucho, mucho papel higiénico).
Hoy Rusia es el primer exportador mundial de trigo, Ucrania el cuarto; sumadas, concentran un tercio de las exportaciones trigueras mundiales. El bloqueo de los puertos del Mar Negro impide que el cereal llegue a destino: el aumento de los precios, un 70%, beneficia desde principios de año a grandes productores como Francia, Canadá, y por cierto EEUU. Como telón de fondo, siempre conviene tener presente que el PBI de Rusia (1,49 billones de dólares) es hoy inferior al de Italia (1,89bn) y apenas superior al de España (1,29bn), y muy inferior a los de Alemania (3,8bn) o Japón (5,1bn).
En la década de 1930, los primorosos Manuales y Atlas de Geografía que publicaban en la Argentina los Hermanos Maristas (HME), sin demorarse en la comparación de gauchos y cosacos, igualaban por su fertilidad a la llanura pampeana con la llanura ucraniana
Ya vino la plaga
Las enfermedades son los viajes de los pobres, decía el asmático novelista francés Marcel Proust. Después del derrotero inmóvil y empobrecedor infligido en 2020 por el coronavirus, la sorpresa en 2021 fue la nueva rutina en la vida política latinoamericano de ese año, renovada más que reiterada en cada elección (Ecuador, Chile, Perú) y en cada protesta (Colombia, Cuba). Indóciles al encasillamiento, las sociedades han avanzado, y la demografía se ha rejuvenecido mientras las clases políticas ignoraban las alertas de caducidad y gestionaban, para satisfacción de nadie, una peste más gris que negra, que más pacientes mataba cuanta más edad, obesidad, diabetes cargaban.
Una bendición camuflada, en tantos lados del mundo, el covid. Porque menos jubilaciones y pensiones hubo que pagar, menos cargas crónicas sobre la seguridad social y el gasto médico. Porque ha sido mayor la tasa de muertes donde más agudo era el resentimiento de juventudes famélicas por el piadoso y cuantioso tributo anual sacrificado al sistema previsional (existente). O donde las reformas de la seguridad social (inexistentes pero impostergables) les cortan las alas a los vuelos vistosos que gustarían a gobiernos y liderazgos con sus miradas en lo alto: Italia (especialmente Lombardía), Gran Bretaña, España, EEUU, Brasil, Perú, la India, Indonesia, pero aún la Argentina o Nicaragua.
Y empezó el éxodo de Egipto hacia las Tierras prometidas
Jair Messias Bolsonaro se congratula en público de cuán bien cotizan los fondos privados de jubilaciones y pensiones brasileños. El presidente al que aburría coordinar una respuesta sanitaria federal a la pandemia, lo que le acarreó una investigación del Senado en Brasilia y pedidos de impeachment en las calles de todas las grandes ciudades, evita completar la línea de puntos entre aquello que lo beneficia y aquello que lo amenaza. Entre la liquidez derivada de que aportes de las generaciones activas no se drenen a la vida ociosa de generaciones pasivas y el más de medio millón de muertes por Covid-19.
La ventaja de Lula sobre su mayor rival se acorta cada día, para las presidenciales brasileñas de octubre de 2022. El carnívoro ex capitán del Ejército, por fundamentalista que luzca en su ideología derechista, es un populista pragmático que confía en que las elecciones se ganan con pan y nunca sólo con circo.
Ved en trono a la noble igualdad
Los resultados de elecciones y movilizaciones latinoamericanas-generalmente indeseados por quienes prefieren llamarlos imprevisibles-, se corresponden a desplazamientos globales más amplios, pero no por ello más erráticos o titubeantes. Reclamos a los gobiernos y decisiones electorales reclaman una reorganización de las sociedades donde la igualdad sea la premisa mayor y el igualitarismo el instrumento del cuidado de primeros auxilios para la pobreza. Es el programa con el que Gabriel Boric triunfó en el balotaje de diciembre y juró el viernes como el presidente más joven de Chile y del mundo. No tienta la libertad liberal al pueblo cubano ni al colombiano, ni tentó la fraternidad socialista modelo siglo XXI al electorado ecuatoriano. Y el chileno consideró el modelo liberal un lastre, y está dispuesto a pagar mayor igualdad a costa de menos libertad. Pero ya no más a pagar crecimiento con desigualdad, para la cual ha perdido la tolerancia aun si administrada en dosis homeopáticas.
Decencia (sheer decency, la que pedían Orwell y Limonov), atención a las necesidades de las personas comunes, fin de los privilegios y arrogancias de las élites, fin de una tributación poco equitativa, defensa del empleo, estímulos económicos a la base social, fin de monopolios empresarios, transportes y caminos accesibles, ¿no fueron los mismos apremios perentorios que abrieron para Trump la Casa Blanca en 2016, para Bolsonaro la Alvorada en 2018, que le inundaron París de chalecos amarillos a Emmanuel Macron mientras él departía con su homófono Macri durante el G20 porteño, efímera cumbre y clímax de la revolución cultural cambiemita?
AGB
0