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THE GUARDIAN

Los últimos sobrevivientes de tres familias aniquiladas en Gaza: “¿Por qué no nos morimos juntos?”

Familiares lloran a sus seres queridos muertos en Jan Younis, en el sur de Gaza.

Wafa Aludaini

Gaza —

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En Gaza, muchos miembros de una misma familia comparten hogar. Abuelos, tíos y tías se convierten en segundos padres para los niños. Los primos se convierten en hermanos. Cuidan de los hijos de los demás, cambiándoles los pañales, dándoles de comer, asegurándose de que van y regresan de la escuela. En momentos de crisis e incertidumbre, abandonan su casa juntos, se preocupan juntos, lloran juntos.

Desde hace 37 días, las bombas y misiles israelíes caen sobre la asediada Franja de Gaza, después de que el 7 de octubre el grupo palestino Hamas mató a 1.400 israelíes y tomó como rehenes o prisioneros a unas 240 personas. Según estimaciones del Ministerio de Sanidad gazatí, el número de muertos en la Franja superó el viernes las 11.000 personas. El Gobierno israelí afirma que no considerará un alto el fuego a menos que los rehenes sean liberados, mientras que la crisis humanitaria en Gaza empeora cada hora que pasa.

Después de un mes de ataques aéreos israelíes, un portavoz del Ministerio de Sanidad declaró que los hogares de 1.200 familias palestinas quedaron destruidos y que decenas de familias fueron eliminadas por completo del registro de población de Gaza. Sin embargo, de algunas familias sobrevivieron uno o dos miembros, que ahora deben seguir adelante solos tras la dolorosa y repentina pérdida. The Guardian habló con algunos de estos últimos supervivientes.

“Me encontré cubierta de sangre ajena”

Rushdiyya Toutah es una mujer de 43 años de la Ciudad de Gaza. Va en silla de ruedas. El 17 de octubre estaba sentada en el patio del hospital árabe de Al Ahli, rodeada de otros desplazados que habían buscado refugio en sus instalaciones. Una hora después, una explosión mató a casi 500 personas que se habían refugiado en el hospital, según fuentes palestinas. Entre las víctimas mortales estaban todos los miembros adultos de la familia de Toutah. Cuando se enteró del destino de sus seres queridos, sólo pudo gritar: “¿Por qué, por qué estoy aquí? Necesito ir con ellos. Siempre estuvimos juntos, ¿por qué no nos morimos juntos?”.

A primera hora del día, el hermano mayor de Toutah alertó a la familia de los ataques aéreos cerca de su casa e insistió en marcharse todos a un lugar más seguro, relató. La mujer y una de sus hermanas tienen problemas de movilidad, por lo que les habría resultado casi imposible salir de su casa a tiempo para escapar de un ataque inminente. Y en caso de ataque sorpresa, no habrían podido salir de entre los escombros. Así que toda la familia, casi 40 personas en total, se dirigió al hospital.

“Nos sentíamos seguros”, dice Toutah. “Había miles de adultos y niños”. Sus hermanos montaron carpas para todos en el jardín del hospital y se instalaron mientras escuchaban el sobrevuelo de los aviones de guerra israelíes.

Entonces llegó el horror: “Lo único que recuerdo es que los niños decían que tenían hambre, así que sus madres empezaron a prepararles bocadillos después de pedirles que fueran a jugar al patio”, contó Toutah. “Los vi riendo y jugando mientras sus madres estaban felices, preparando la comida. Luego me encontré cubierta de sangre ajena en el hospital Al Shifa, adonde me llevaron el socorrista y los sanitarios”.

Los padres de Toutah, sus dos hermanos, sus esposas y su hermana discapacitada murieron en el ataque. De los hijos de su familia, sólo sobrevivió un sobrino, Yamen. Toutah sobrevivió, aunque con heridas importantes: “Sentía dolor en todas las partes del cuerpo y apenas podía ver, ya que me dolían los ojos”. Dice que estuvieron expuestos a intensas llamas.

Las autoridades palestinas afirman que la explosión fue causada por un ataque aéreo israelí, mientras que las agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes apuntan a que el ataque fue el resultado de un misil defectuoso lanzado desde Gaza.

Toutah tiene otra hermana que está casada y vive en otro barrio de la Ciudad de Gaza. Como el hospital Al Shifa estaba desbordado de heridos y se estaba quedando rápidamente sin suministros, su hermana quería que se fuera con ella, pero Toutah dudó: “Era una decisión difícil y arriesgada. Le pregunté: ¿Y si vuelven a bombardearnos? Pero mi hermana insistió: 'No tenemos más remedio que afrontar nuestro destino'”.

“Ahora estoy atrapada en casa de mi hermana, donde las paredes tiemblan cada vez que hay una gran explosión. Ahora, mi hermana cuida de mí junto con mi sobrino pequeño, Yamen, que es el único que sobrevivió”.

“Me derrumbé. Sin sueños, sin planes”

Mientras crecía en el campo de refugiados de Shati, Dima Al Lamdani, de 18 años, soñaba con ser una empresaria de éxito. Cuando el Ejército israelí advirtió el pasado 13 de octubre a todos los habitantes del norte de Gaza que debían evacuar hacia el sur, su padre llamó a su hermano y todos juntos, varias generaciones de una extensa familia, decidieron huir del campamento. Se refugiaron temporalmente en casa de un amigo de la familia, llevando con ellos combustible suficiente para los generadores eléctricos con los que cargar sus teléfonos y luces LED.

Dos días después, al amanecer, Al Lamdani estaba sentada con su tía tomando café, sin poder dormir. Lo siguiente que recuerda es estar cubierta de escombros, con gente gritando a su alrededor. Casi 50 personas estaban en el edificio de viviendas en el momento del ataque, entre ellas 17 miembros de la familia de la joven. Al Lamdani, su hermano y sus dos primos pequeños, que fueron sacados de entre los escombros, fueron los únicos supervivientes.

“El tiempo que pasé esperando a que me encontraran fue uno de los momentos más horribles. Estaba a punto de volverme loca. Grité y lloré cuando me encontraron”, recordó la joven.

Fue llevada a un depósito de cadáveres donde tuvo que identificar los cuerpos de sus familiares. “Apenas podía reconocerlos, porque sus rasgos faciales habían cambiado. Lloraba y suplicaba: 'Por favor, no me dejen sola. No puedo vivir sin ustedes”. La semana anterior habían estado haciendo planes para su futuro. “Les dije que sería famosa y una mujer de negocios y que todos vendrían a rogarme que trabajara con ellos. Bromeaba para hacerlos reír”.

Los dos primos de Al Lamdani están ahora a su cargo y ella se pregunta cómo seguirá adelante. “Me derrumbé. Sin sueños, sin esperanzas, sin planes. No puedo imaginar mi vida sin mi madre, mi hermana y mi padre”, afirmó. “Las fuerzas israelíes nos traicionaron. No hay ningún lugar que sea seguro”.

“¿Cómo puede vivir sin sus padres?”

Samah Aladini llora la pérdida de su hija, con quien vivía en Deir Al Balah, en el centro de Gaza, fue alcanzado sin previo aviso por un ataque aéreo israelí el 24 de octubre. Nai'emah, su nieta de seis años, sobrevivió al ataque y ahora está al cuidado de su abuela. “No me puedo quitar de la cabeza a mi hija muerta. ¿Cómo puede vivir su hijita sin padres?”, se pregunta Aladini.

Mientras Nai'emah se sienta en el regazo de Aladini, recuerda cómo su madre tenía sueño, pero sabía que a Nai'emah le encantaban las papas fritas, así que cocinó a pesar de su cansancio. Su abuela paterna estaba rezando y su abuelo escuchaba las noticias en la radio. Lo último que recuerda Nai'emah es que el abuelo la llamó a ella y a sus hermanos para darles algo a todos, tal vez una golosina. Como consecuencia del ataque murieron los padres, los abuelos paternos y los hermanos de Nai'emah.

“Todavía no sé qué quería darnos mi abuelo. Ayer soñé con él, que me regalaba una muñeca, pero la muñeca daba miedo y salí corriendo”, cuenta Nai'emah. Aladini quiere que su nieta tenga acceso a terapia, porque no come. “Tendremos que esperar a que termine la guerra, si sobrevivimos, para que tenga tratamiento”, dijo

Wafa Aludaini es periodista y activista en Gaza.

Traducción de Emma Reverter.

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