Barrio Chino como trauma y repetición
En el comienzo de El largo adiós, una novela de Raymond Chandler, el personaje principal y quien la narra –el detective Philip Marlowe– tiene un gesto extraordinario de humanidad: se hace cargo de un borracho que es abandonado por su mujer a la salida de un bar y lo lleva a su casa y le hace el desayuno y le da de comer, para después regresarlo a la casa. Todo esto por pura solidaridad, sin ningún motivo. En este tipo de detective de la novela negra anida algo así como cierta compasión por el género humano, sobre todo si se trata de los descarriados, los que salen en los costados de las fotos y nunca en el centro, aún cuando esa empatía pueda poner al borde de la muerte al mismísimo Philip Marlowe. A Marlowe lo único que le importa es la verdad.
En Barrio Chino, la película de 1974 de Roman Polanski, el detective que encarna Jack Nicholson –Jack Gittes– tiene mucho de este amor por buscar la verdad oculta en todas las cosas. “Quiero la verdad” le dice en un momento a la femme fatale que lo está enloqueciendo encarnada en Faye Dunaway. Barrio Chino se filmó dos años después que El Padrino, los colores del ocaso ocres, anaranjados, e interiores oscuros son heredados de ese film. Como se sabe, el guión escrito por Robert Towne es uno de los más leídos en las escuelas de cine porque se lo considera una obra maestra. Pero no hubiera sido tan bueno si Polanski no hubiese cambiado ciertas cosas. En principio sacó la voz en off del detective, pero decidió filmar a Gittes en todas las tomas de la película y puso las cámaras a veces detrás de su espalda para que podamos fisgonear la acción.
¿Para qué sirve el género? En principio el género sirve para pensar que la vida tiene sentido. Paradójicamente, cuando hay muchas películas de género, la repetición de ciertas estrategias hacen que la vida vuelva a no tener sentido. Sólamente a la gente controladora le puede gustar el género como repetición. Barrio Chino tenía un final feliz, que Roman Polanski modificó discutiendo con el guionista. “Mi madre murió en un gueto asesinada por los nazis, a mi mujer la mató el Clan Mason, en mi vida no hay finales felices”. Barrio Chino trata de muchas cosas, pero hay una que me interesa sobremanera, esa en la que uno necesita volver a vivir su trauma para sanar o enfermar definitivamente. Jack Gittes fue policía en el barrio Chino de Los Angeles. Ahí le sucedió algo de lo que apenas habla, pero todos saben. Por esos motivos que lo atormentan, murió una mujer que él quería. Gittes dejó la policía después de eso, descreído de que se pueda meter preso a los poderosos.
La película Barrio Chino, que sucede toda en las calles de Los Angeles y sólo el final en el barrio Chino, es de alguna manera la repetición del trauma de Gittes. Y también era la repetición del trauma de mi papá y sin saberlo aún cuando la filmaba, del trauma de Jack Nicholson.
Barrio chico se estrenó en cines en 1974. Yo la vi en televisión con mi padre al lado. Como era el mayor de los hermanos, y la película tenía una temática adulta, yo era el único que la estaba viendo con él. Me impactó una escena que parece sacada de un film de Fellini, cuando un nenito se le cruza en el desierto a un hombre que Gittes está observando con largavistas. El nenito es moreno, está vestido de blanco y monta un caballo del mismo color. Es como un sueño. Habla con el hombre pero no podemos escuchar qué le dice. Más adelante en la película, va a volver a aparecer pero para hablar con Gittes. El nenito es portador de un secreto, del misterio. El misterio de mi papá, me lo contó mucho después, era que él se había ido a vivir a los treinta años con una novia de la juventud. Que puso una verdulería en Mar del Plata con ella. Y que ahí ella lo abandonó, él cayó enfermo y lo curó durante su convalecencia la hermana, que también había viajado con ellos. Pero, me dijo mi viejo después, la hermana le contó que era en realidad la madre de la chica. Por eso a mi papá le gustaba tanto Barrio Chino.
Jack Nicholson después de estrenar Barrio Chino se enteró que la que él consideraba su hermana era en realidad su madre y que la que pensaba que era su madre era en realidad su abuela. Todo fruto de un embarazo no deseado. Por eso Jack Nicholson ama Barrio Chino, tanto que dirigió una remake años después. Si tuviera a mi papá y a Jack juntos y me contaran estas peripecias, les respondería con esa frase con la que termina la película de Polanski y que sirve para todo: forget it, is Chinatown.
FC/DTC
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