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Opinión

Britney Spears, las profecías de Nancy Fraser y la agenda feminista pospandemia

La legalización del aborto, una de las conquistas del feminismo

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Aun falta para que se dé por terminada la pandemia, pero con un porcentaje de vacunación a nivel mundial de más del 41% y más del 60% en el país, se podría decir que lo peor de esta etapa ya pasó.

En lo que habíamos imaginado como nueva normalidad, que se parece bastante a la anterior, las que están tardando más en volver a los empleos formales son las mujeres. La maternidad, de hecho o posible, fue centro de una gran discriminación, esta vez con la excusa de la pandemia. Obligadas a garantizar el cuidado con su presencia física los siete días de la semana durante las 24 horas, al haber sido una medida generalizada la suspensión de clases presenciales, los empleadores las consideraron prescindentes de primer orden. Y las que trabajaban por su cuenta se vieron limitadas o imposibilitadas de hacer sus tareas.

La crisis de los cuidados saltó a niveles de una serie distópica. Las mujeres estaban en las líneas de batalla de los sistemas de salud, garantizando los comedores, y en la otra línea, menos reconocida, porque al fin y al cabo es lo que nos tocó desde siempre, sosteniendo los cuidados, las contracturas, la impotencia ante el confinamiento de hijas e hijos en edades y lugares que no son los apropiados. 

Como en un TEG, la agenda feminista de repente se vio rodeada por “países/agendas” que la atacaban. Por un lado, la lucha por preservar la vida individual y colectiva, así de dramático, imponía contribuir al cuidado social y postergar otras agendas. Por otro, estábamos retrocediendo muchas décadas: las mujeres a la casa y los hombres al trabajo. Como si esto fuera poco, la extrema derecha, en países como Estados Unidos, España, y también en la Argentina y aquí nomás en Chile, crecía a expensas de instalar, gracias a los algoritmos y los medios simplistas, que por culpa del lenguaje inclusivo o de una agenda igualitaria de género había límites de circulación para prevenir el contagio del virus. Así de absurdo, así de impune, pero así fue.

Y el cuarto nodo y tal vez el más inesperado fue el de aquellos que en algún momento accedieron a acompañar la lucha por la igualdad de género a fuerza de una ola imparable de Ni una menos, Me Too, activismo verde, que de repente se asustaron justamente por un discurso que intenta instalar la derecha. En vez de mirar la agenda pendiente en esas luchas que planteamos, se asustan y, tal vez sin darse cuenta, se acercan a lo que temen y así lo fortalecen: las narrativas de derecha.

En la Argentina, por ejemplo, la legalización del aborto, la aprobación del cupo laboral travesti trans sin duda fueron medidas importantes y necesarias. El problema no fueron las políticas activas, todo lo contrario, lo que sucedió fue que la agenda quedó trunca. Porque la pobreza, una vez más, pegó más fuerte a las mujeres, y porque al ser las históricas responsables de los cuidados, el golpe a ellas fue un golpe a la línea de flotación de quienes estaban sosteniendo.

En la Argentina, la legalización del aborto, la aprobación del cupo laboral travesti trans sin duda fueron medidas importantes y necesarias. El problema no fueron las políticas activas, todo lo contrario, lo que sucedió fue que la agenda quedó trunca.

¿Y Britney?

Hace dos semanas, la jueza estadounidense Brenda Penny dio fin a 13 años de tutela del padre de Britney Spears sobre ella. Con el argumento de que la cantante no estaba capacitada para manejar sus bienes, ni su carrera, el padre tuvo la tutela contra su voluntad durante todo ese tiempo. Quién de nosotras que alguna vez haya cantado o bailado “my loneliness is killing me” no sintió alivio o alegría cuando finalmente se logró el #FreeBritney?

¿Y esto qué tiene que ver con lo que estamos hablando? Con que por más que los integrantes de las fuerzas políticas y sociales tengan las mejores intenciones, no se sostiene que ante una crisis se retroceda en presencia de mujeres en los lugares de decisión. La recuperación post pandémica no es posible sin una agenda de igualdad de género, no es sin mujeres y representantes del colectivo LGTB aportando su visión y su decisión. Sería suficiente razón que sea por un tema de igualdad: tenemos el derecho de estar ahí, pero voy a agregar cuestiones de pragmatismo político.

En la mesa chica de la política suelen faltar mujeres a cargo de cuidados. Son las aguafiestas que se tienen que retirar antes o tienen preocupaciones del tipo de: “tengo que volver porque están mis hijos en casa”. Lo que las mesas de varones no suelen ponderar es que están quitando una visión que también puede ayudar a no cometer errores gruesos. 

La derecha quiere instalar que el problema es la agenda de género y la falta de libertad a raíz de la pandemia, habla de casta política. Darles la razón es el peor error que se puede cometer. Los Kast y sus imitaciones locales, en su discurso de base reivindican genocidios y habilitan consignas racistas y violentas, hacen unos malabares insólitos en los que a la “ideología de género” (concepto tan fantasioso como flojo de papeles) la culpan de una supuesta falta de libertad o por las consecuencias económicas. Es casi suicida darle verosimilitud a un relato que utiliza los miedos primarios y de una sociedad para señalar como responsables a quienes luchan por que se respeten sus derechos, y usan ese imaginario para intentar un avance sobre las libertades, la seguridad, y los derechos de todos.

 Pero la realidad es completamente opuesta. La perspectiva de género suele estar ausente durante las grandes crisis. Durante el confinamiento aumentó la violencia de género intrafamiliar, no solo por la convivencia obligada, sino también porque se achicaron las redes que, en general, salvan a las mujeres y a las personas LGTBQ. Los llamados para denunciar violencia aumentaron pero las denuncias efectivas bajaron. En la Argentina, la mayor cantidad de femicidios durante el 2020 fue en abril, y la más baja en noviembre: picos de confinamiento y de aperturas respectivamente. Así como fuimos aprendiendo sobre el virus, hay que tomar nota y aprender de esto también. ¿Qué mecanismos son los que fallaron y cuáles hay que modificar?

Si alguien recorre los servicios de atención a víctimas de violencia de género hoy, se va a encontrar con que aumentaron los reclamos por alimentos en relación a los de otras violencias. ¿Eso significa que bajó la violencia de género? Pues no, mis cielos. No solo porque el no pago de alimentos es violencia de género económica, hay algo peor. Pareciera que hay mujeres que ya ni están peleando por no ser violentadas, lo pusieron en segundo lugar. Les interesa más tener con qué alimentar a sus hijos.

No parece una respuesta razonable abandonar esta agenda para caer en la trampa de grupos antidemocráticos. Porque se los fortalece y porque se está abandonando la agenda la mitad de la población. Si no los interpela la igualdad, ojalá los interpele el pragmatismo. 

Excluir de los lugares de decisión a miradas diversas como mujeres, mujeres a cargo de cuidados, y personas LGTB, va a arrastrar a que en una etapa en la que hay expectativas de crecimiento se cometan otra vez errores como los que se cometieron durante la administración de la pandemia. No solo en cuestiones de violencia de género, que ya es un montón. Se trata de reconocimiento de los aportes a la reproducción social y económica también. Se toman mejores decisiones para el conjunto cuando el conjunto está representado. 

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Eso es justamente lo que viene alertando Nancy Fraser en su libro Feminismo para el 99%. La agenda feminista no se termina con ocupar puestos de poder para las que ya tienen poder. La agenda feminista es una agenda de derechos amplia, no para el 1% que ya tiene privilegios, sino para el 99% que no los tiene. Si nos olvidamos de la agenda para el 99% (ahora el alerta es para nosotras), también corremos el riesgo de que crezca un discurso que interpela a quienes están enojados porque nadie puede estar feliz luego de una pandemia que nos pasó a todos por encima.

Una de las trampas de la extrema derecha es que construye fake news: por ejemplo, que el feminismo viene a cancelar. Denme un solo ejemplo. Incorporar una mirada crítica no es cancelar. Es ejercer el derecho de reflexionar. Otra fake: que el feminismo está contra los hombres (como si las que absorbemos casi la totalidad de los cuidados no incluyamos a los varones, como si la lucha contra la violencia patriarcal, que tiene como víctimas también a los varones, no fuera una de nuestras banderas). El patriarcado es el abuso del poderoso, que afecta tanto a mujeres como a personas LGTB y a hombres alcanzados por esa desigualdad o que no transan con ese abuso de poder. Es la violencia institucional también. Lo vimos con el asesinato de Lucas.

No hay eliminación de la violencia contra la mujer sin nosotras. No basta con los flyers y los eventos institucionales de (volver) a tirarnos flores del 8 de marzo, del 3 de junio y del 25 de noviembre. La agenda de derechos feminista del 99% es una agenda de justicia social y también de género. Es garantizar que cada una y cada uno va a tener los mismos derechos. Y que no dejemos en manos de la derecha la palabra libertad. Recuerdo aquí la frase de Claudia Piñeiro cuando empezó el debate en el Congreso sobre el aborto: “No entreguemos la palabra vida porque es nuestra”. Lo mismo ahora con la palabra libertad. La tenemos que recuperar, es nuestra. Lo vamos a hacer, pero no nos agreguen el trabajo de hacer entender a nuestros aliados por qué hay que recuperar la agenda real para luchar contra la violencia de género.  

AC

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