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OPINIÓN

Cicatrices, el resto es memoria

Poesía en el Rodney Bar de Chacarita

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Me crié escuchando una alteración en el uso corriente de la palabra sentir. Cada vez que mi abuelo se refiere a la escucha, habla del sentir. Un estruendo callejero sube hasta su departamento en el microcentro porteño y él pregunta ¿Han sentido? La radio informa un accidente y él afirma: he sentido que no hay heridos. Después de un superclásico siempre pregunta si sentimos los testimonios de los jugadores. A los políticos los siente en el televisor como siente la decena de alarmas que le indican cuándo tomar los medicamentos. Hace poco le pusieron un nuevo audífono y ahora siente todo mucho mejor.

Para el oído desacostumbrado a su glosa, mi abuelo es un romántico desmedido. Un protagonista melodramático capaz de conmoverse con todo lo que ingrese en sus oídos. Un sensible serial que transforma todo ruido, reverberación, rumor o palabra en una emoción de impacto inmediato. En su lengua, todo lo que suena es una sinfonía de la afección. La escucha, un acto de las pasiones. Mi abuelo también podría ser confundido con un músico capaz de escuchar el sentimiento de cada melodía. Mi abuelo, el alter ego de un Beethoven que progresivamente deja de oír, pero nunca de sentir los sonidos.

Mientras escribo estas palabras, mi hermana, a mi lado, está dando una clase sobre el tiempo en la poesía. Muevo los dedos sobre la computadora, pero dejo de escribir para escuchar a mi hermana docente, siento sus palabras. Retoma un texto de Derrida y plantea la dicotomía entre recordar y hacer memoria. Explica a sus alumnes que en la primera acepción aparece la idea de re/cordare: volver a pasar por el corazón. Julieta señala además que la expresión en francés para decir “hacer memoria” es “apprendre par coeur” es decir “aprender de corazón”. La docente habla del tiempo del poema, explica que se inscribe dentro de una temporalidad sentimental, que no se rige por el tiempo cronometrado del reloj sino por el tiempo abierto del corazón, “en el tiempo del corazón está también el ritmo del latido” dice Julieta y hace una pausa como si ofreciera a su audiencia un silencio para escuchar ese tiempo. El latido se revela entonces como un sonido, una música del cuerpo que, como bien expresa el inglés para referirse a la música que se toca de memoria “to play by heart”, toca o juega de corazón.

Mientras hago memoria para encontrar las expresiones de mi abuelo (sentí el timbre, ¿han sentido al avión?, ¡sentí, sentí esta canción!), escucho las palabras de la docente y las preguntas de sus alumnes. Así, en la superposición sonora y evocativa, aprendo de mi abuelo que escuchar es un sentimiento y de mi hermana que la memoria se hace con el corazón. Como si al maridaje de este legado familiar le faltara amalgama, un verso del poema “Nosotros” de Louise Glück, aparece como epígrafe del libro que estoy releyendo, Parte de la felicidad, donde Dolores Gil escribe con memoria incendiaria un testimonio personal. El poema dice: Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria. Ahí está, la memoria, ese todo entre nosotros que se hace con el corazón y deja cicatriz. Miramos, escuchamos el mundo, lo sentimos en la infancia y lo aprendemos por corazón.

Hace poco más de dos años nació Cicatrices, un ciclo de poesía organizado por la dramaturga y poeta santafesina Consuelo Iturraspe. Los martes, por las noches, cientos de personas se reúnen para “sentir poesía” en una esquina frente al cementerio.

“Existe en algún lugar de la noche porteña, frente al cementerio de la Chacarita, un casi centenario bar tanguero, un volcánico interior ámbar naranja y lila fluo que se parece a estar adentro de una pintura de Van Gogh. Se llama Rodney bar, Bar Rodney o El bar de Rodney. Allí, filigranas musicales metaleras labran y ahondan el tiempo alrededor de medianoche. Allí, además, algunos martes, lxs poetas susurran al micrófono secretos de sus (múltiples) vidas encriptados en el poema y encantan a las almas. Y ”siempre, siempre, siempre se llena“, dice Beatriz Vignoli en el prólogo del libro que recoge los poemas de les autores que pasaron por el ciclo.

El encuentro poético arma una memoria que nos permite sentir las palabras para volver a pasar por el corazón

Un ciclo, que como su título anticipa, aparece en medio de un tejido social que se desgarra, pero no se corta. Las cicatrices, en la voz de les poetas, dejan una marca sobre el asfalto, una estela en la noche, un trazo que dibuja la forma de una memoria incapaz de borrarse. En la esquina del cementerio, los poemas circulan en voz alta, de memoria, de lectura, de corazón, pasan las palabras capaces de despertar a quienes duermen del otro lado del paredón, a quienes escuchan con las manos calentándose en los bolsillos, a quienes sienten con una cerveza fría recorriendo la garganta.

Les rapsodas contemporánes, recitan, hacen memoria y junto a les oyentes, se entregan a la tarea de volver a pasar por el corazón.

El ciclo hiere de belleza. Mientras afuera, algunos poderosos buscan agrandar los cementerios poniendo en cuestión los acuerdos de la memoria, aquí, las cicatrices cantan, hablan, leen y se vuelven cada vez más visibles. La noche se abre y vuelve a explicar todo de nuevo. Un pliegue de hermosura en el interior de lo real, dice Vignioli. Un pasaje oral, un boca en boca, una memoria, muchas memorias, a veces confusas, olvidadizas, repetitivas, humanas, la memoria humana que vuelve en la forma de la reunión poética.

En Cicatrices las voces y las escuchas se siguen, unas a las otras, como una manada de animales que pisan las huellas sobre la tierra. El encuentro poético arma una memoria que nos permite sentir las palabras para volver a pasar por el corazón. En este ritual, los oídos se acostumbran a la glosa de mi abuelo que se vuelve universal, las cicatrices transforman la escucha en un sentimiento colectivo.

 

 

 

“Cicatrices” se realiza esporádicos martes en el Rodney Bar. Para conocer las próximas lecturas consultar @cicatricesciclo

Hasta el momento participaron del ciclo les poetas: Diana Bellessi, Laura Wittner, Elena Anníbali, Alejandro Crotto, Paula Jiménez España, Clara Muschietti, Osvaldo Bossi, Mariano Blatt, Marie Gouiric, Robin Myers, Susana Villalba, Gabriela Cabezón Cámara, Mario Montalbetti, Sonia Scarabelli, Silvina Giaganti, Julieta Sbdar, Catalina Reggiani, Javier Roldán, Virna Scolari, Andi Nachon, Milagros Pérez Morales, Juan Fernando García, Daniel Lipara, Verónica Yattah, Francisco Bitar, Maite Esquerré, Nahuel Lardies, Pilar Otero, Gerardo Jorge, Flavia Calise, Panchita Casas, Pamela Terlizzi Prina, Fernanda Pérez Bodria, Melina Varnavoglou, Juan Laxagueborde, María Florencia Rua, Natalia Romero, Patricia González López, Walter Lezcano, Francisco Garamona y Julián López.

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