Ruido ambiente

Desafíos de Vaca Muerta en la era de la transición energética

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En tiempos de pretendida refundación nacional, la necesidad de explotar los recursos no convencionales de Vaca Muerta se presenta como un consenso de la política en Argentina. El amplio espectro partidario acuerda en que el yacimiento de la Cuenca Neuquina es condición necesaria para salir del estancamiento. Y no es para menos. En un país que se enfrenta a una restricción crónica de divisas, la potencialidad de Vaca Muerta plantea un giro de 180° en el mapa exportador: el desarrollo del 50% de los recursos disponibles de petróleo y gas generaría más de US$30.000 millones anuales. Esta no es una oportunidad en abstracto, sino una transformación en marcha: en mayo pasado, el 52% del petróleo y 65% del gas fue no convencional. 

Pero este consenso es un punto de partida: quedan muchas cuestiones a abordar cuando hablamos de la explotación de Vaca Muerta. La más urgente: cómo promover las inversiones privadas necesarias para realizar su potencial. Pero no es la única. También es necesario discutir cómo maximizar la renta que captura el Estado, cómo garantizar que su explotación conduzca el bienestar de todos los argentinos, o cómo hacer partícipes a las comunidades aledañas de los beneficios de la actividad, entre otras. Hoy, nos concentramos en una de ellas: ¿qué pasa con el impacto de Vaca Muerta sobre el cambio climático? ¿Debe Argentina explotar sus recursos de petróleo y gas en plena transición energética? 

La respuesta simple es conocida: es hipócrita exigirle a los países en desarrollo que no exploten sus recursos fósiles, mientras Estados Unidos, principal responsable histórico de las emisiones, es actualmente el mayor inversor global en petróleo y gas. Argentina representa menos del 1% de las emisiones globales de dióxido de carbono, tiene serias deudas sociales y más de una década de estancamiento económico. No puede resignar la explotación de recursos que siguen siendo demandados a nivel global. Todo esto es, en rigor, cierto. Sin embargo, adherir al consenso sobre Vaca Muerta no puede llevarnos a anular la pregunta sobre el cambio climático. La transición energética está en marcha y transforma al mundo de forma irreversible. Hay al menos tres temas a tratar en relación con nuestros recursos hidrocarburíferos y el cambio climático. 

1. ¿A dónde destinar los recursos fiscales que genera Vaca Muerta?

Argentina es un país con una inserción internacional fuertemente orientada a los recursos naturales y una riqueza minera e hidrocarburífera subexplotada. Por eso, la discusión sobre cómo lograr que la explotación de nuestros suelos sea una palanca para el desarrollo es central. Una fracción de este debate se centra en la recaudación fiscal, y cómo darle un uso estratégico a la renta que surja de la explotación de los recursos. La lógica indica que, si el recurso es finito, debemos financiar bienes y servicios que contribuyan a sostener el bienestar económico cuando el recurso no esté: obras de infraestructura, inversión en educación, salud, ciencia y tecnología, entre tantas otras. 

Ahora bien, el contexto del cambio climático le agrega una nueva dimensión a esta discusión. El impacto de las sequías, las olas de calor, los incendios, y las inundaciones obligan a los países a hacer grandes enormes inversiones para adaptarse a condiciones adversas. Y esto es caro. Según un cálculo conservador del Ministerio de Ambiente de 2022, la inversión necesaria en adaptación para sólo una de las líneas estratégicas del Plan Nacional de Cambio Climático ascendía a US$118.000 millones. Y sólo si consideramos 19 de las 28 medidas previstas, en solo una de las 6 líneas estratégicas del plan.  

No podemos afirmar hoy de dónde van a salir esos fondos, y el dinero es fungible, por lo que en última instancia será el poder político quien deberá captarlos internacional y nacionalmente. Sin embargo, la cuantía de recursos fiscales asociados a Vaca Muerta y la exportación de GNL —aunque significativamente reducidos en el marco del RIGI— y una inversión —mayormente pública— tan grande y concentrada como la que demanda la adaptación al cambio climático, hacen pensar en la necesidad de unir los puntos y abrir una conversación.

2. ¿Qué pasa con las emisiones de Vaca Muerta y los compromisos climáticos de Argentina?

Argentina tiene compromisos internacionales de reducción de emisiones: prometió no sobrepasar las 349 millones toneladas de CO2 equivalente a 2030. Y hay buenas razones para pensar que el cumplimiento de esta promesa será crecientemente escrutado en el terreno internacional, por ejemplo como condición para acceder a mercados de exportación y a financiamiento. Cabe preguntarse, entonces, en qué medida la explotación de los recursos de Vaca Muerta supone el riesgo de incumplir las promesas climáticas. Argentina emitió en 2020 376 millones toneladas de CO2 equivalente, por lo que la meta parece cumplible. Pero esto es producto fundamentalmente del estancamiento económico: si el PBI crece —y ojalá que así sea, porque sino tendremos otros problemas más graves— el cumplimiento será un desafío.

Detengámonos en una cuestión técnica y normativa. Si el grueso de la explotación incremental de Vaca Muerta es destinada a la exportación, las emisiones producto de la combustión de ese petróleo y gas no serán computadas a nuestro país sino al que los consuma. Esto es así porque los inventarios de gases de efecto invernadero registran las emisiones en los países en donde estas se producen. No obstante, entre el 10 y el 20% de las emisiones de la industria del petróleo y el gas corresponden a la etapa de producción y transporte de los hidrocarburos, las llamadas “emisiones fugitivas”. Eso va a la cuenta del país productor. Por ejemplo, las fugas de metano, la quema en antorchas (flaring) y las emisiones de los equipos de perforación y transporte.

Sobre estas emisiones debemos hablar. Si hay un “boom” de producción en Vaca Muerta, las emisiones fugitivas, que representaron un 5% del total nacional en 2020, podrían aumentar significativamente. Estas emisiones pueden y deben ser mitigadas, ya que el 40% de las iniciativas de descarbonización en la producción son rentables. Sin embargo, esto requiere un compromiso activo por parte de las empresas, los gobiernos subnacionales y el Estado nacional. 

3. ¿Vaca Muerta tiene fecha de vencimiento?

El cambio climático nos exige pensar en mañana, pero también en pasado mañana. En el largo plazo, el sector hidrocarburífero argentino se expone a un riesgo claro: en la medida en que se acelere la transición energética, su negocio se va a achicar. Conforme las tecnologías limpias logren sustituir a los combustibles fósiles, la demanda de petróleo y gas podría reducirse de manera estructural. En este escenario, en donde la demanda entrará en un declive sin retorno, los productores de combustibles fósiles podrían inundar el mercado en la búsqueda de capitalizar sus recursos, generando una caída aún mayor en los precios, quiebras generalizadas y activos varados. 

En el caso del petróleo, este futuro no es tan lejano. Las proyecciones de diferentes agencias sitúan el pico de demanda de petróleo antes de 2030, momento después del cual la demanda comenzará a descender. En el caso del gas, el horizonte temporal es más largo, pero su perspectiva a futuro dependerá de la velocidad que adopte la transición. ¿Cómo se para Vaca Muerta frente a esta amenaza? Si bien los costos de producción son competitivos a nivel global, la mala noticia es que no lo son tanto como aquellos de los países históricamente petroleros, como los de la OPEP. Si estos, preocupados por la caída de la demanda y quedarse con el petróleo bajo tierra, inundan el mercado con sus productos, difícilmente Vaca Muerta pueda competir. Además, a diferencia de los hidrocarburos convencionales, el shale requiere de un flujo continuo de inversión para producir, por lo que el costo de salida es bajo: si una empresa decide retirarse del negocio, deja poco capital hundido. Esto hace a Vaca Muerta muy sensible a un eventual cambio estructural de demanda. 

¿Durante cuánto tiempo podremos explotar petróleo? ¿Qué inversiones vale la pena hacer y cuáles no? En el caso particular del GNL, ¿estamos a tiempo? ¿Qué costo del GNL necesitamos para ser rentables y amortizar las inversiones, y durante cuánto tiempo? En muchos de los casos, será el sector privado el que deberá hacer sus cálculos, tomar decisiones y afrontar los riesgos frente a sus accionistas. Sin embargo, en aquellos en donde sea el Estado quien invierta, ¿cómo evaluará estos riesgos? Y, dado el enorme rol que juegan en los ingresos fiscales nacionales y provinciales estos recursos, ¿está planificando su adaptación a este futuro post fósil? Muchas preguntas quedan en el aire. 

Las luces del futuro promisorio que Vaca Muerta augura para Argentina no deben encandilarnos. El cambio climático se hace sentir cada vez más, la transición energética avanza a pasos acelerados, y urge pensar más allá del optimismo.