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DESIGUALDADES - IDAES - ELDIARIOAR

Deudas: símbolo y método de las crisis argentinas

Ahorristas reclamando por la pesificación de sus ahorros tras la crisis de 2001

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A cada crisis sus deudas. Saldo impago en las cuentas públicas, familiares o personales, las deudas son para las crisis su símbolo y su método. En ellas se descifran el cómo y también el porqué de las crisis. 

En la Argentina apenas escuchamos la palabra deuda inmediatamente nos transportamos a la larga historia que conecta nuestro país con acreedores externos, institucionales o privados. De manera cíclica nos convertimos en expertos espectadores de rondas de negociaciones entre los funcionarios argentinos con representantes del FMI, de los fondos buitres o bufets de abogados que los representan. Una historia menos sistematizada pero igualmente poderosa para el destino de amplios sectores de nuestra sociedad, son las deudas de las familias, las deudas llamadas personales o privadas. Una historia argentina aún no escrita. 

2001-2002. Entre el “corralito” y el “corralón”, entre el último intento de contener la convertibilidad y la primera sentencia de repartir perdedores y ganadores una vez estallada la paridad cambiaria, transcurren saqueos, rebeliones populares y presidentes. La patria sublevada se levanta sobre un pantano de deudas que crecen y transforman su fisonomía. El corralito secó de efectivo las economías informales y empujó el crecimiento de las deudas por la interrupción de las cadenas de pago. El “corralón” y la pesificación asimétrica dibujaron una nueva frontera entre los sectores medios: de qué lado de la deuda te encontrás.

Durante la convertibilidad, el sistema bancario se había extendido apalancado, en parte, por el crédito nominado en dólares. En la pre-historia de mediados de los 90’ estuvieron las mujeres agropecuarias que resistieron los remates activados por la morosidad en el pago de esos créditos en dólares, que habían inundado el campo argentino y que de forma anticipatoria mandaron señales sobre las fallas de un sistema que eclosionará años después. Luego, fueron los deudores hipotecarios que habían aprovechado las oportunidades que el sistema bancario ofreció para comprar o mejorar su vivienda, pero que con la crisis del 2001 se encontraron en una encerrona difícil de digerir: comer o pagar la deuda bancaria. Por otro lado, los ahorristas con depósitos en dólares se movilizaron para demandar en la calle y luego en sede judicial a los bancos por las deudas que ahora tenían con ellos cuando la pesificación de sus depósitos corrió detrás de la devaluación de la economía. Estos ahorristas reescribieron la historia. Donde hay una deuda hay un derecho. La salida de la convertibilidad nos legó la convicción que acceder de manera irrestricta a la moneda norteamericana es un derecho cuasi fundamental. 

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2020-2021. A diferencia de la crisis de la salida de la convertibilidad, en un estudio para los proyectos PISAC de la Agencia I+D+I identificamos que las deudas que impactan sobre la vulnerabilidad financiera de los hogares indica un tipo de crisis diferente, donde la interrupción de cadenas de pagos se da en casi todos los circuitos de servicios y créditos donde participan las familias sin que el sistema financiero y bancario esté organizándolas.    

Las deudas de ayer y las deudas de hoy son diferentes. La fisonomía política de cada una de ellas también. El sistema financiero no está para organizar las deudas ni tampoco para absorber la furia que ellas generan. El malestar social que las deudas de hoy producen no tienen protesta ni lenguaje público que lo exprese y organice. Hay que recomponer sus dinámicas para hacerlas legibles y comprender su impacto político.     

El malestar social que las deudas de hoy producen no tienen protesta ni lenguaje público que lo exprese y organice.

Fueron el crecimiento de las deudas para la manutención de la vida cotidiana que reflejaron cómo el hogar se volvió en un “problema financiero” durante la pandemia (en los términos de la socióloga Eva Illouz). Las deudas se familiarizaron (las relaciones interfamiliares fueron fuentes principales de financiamiento) generando una presión extra sobre esos vínculos y los recursos monetarios que circulan a través suyo, acrecentando así las múltiples demandas que recibieron durante la pandemia. 

Otras deudas, otras violencias. La agresión contra los bancos de hace 20 años ahora está contenida en el perímetro del hogar. Las familias estuvieron para prestar y también para golpear, fuente de deudas y del aumento de la violencia interpersonal, como lo muestra otro estudio del PISAC

Estas deudas evidenciaron desigualdades de género (recayeron en las mujeres gestionar las deudas del hogar), de vivienda (quienes alquilan estuvieron más expuestos al endeudamiento), de inserción laboral (trabajadores sin ingresos regulares y quienes sí los tienen pero se ven más afectados por la inflación se endeudaron más) y de inserción y trayectoria financiera (los hogares con menos ingresos se endeudaron con instrumentos de crédito más costos y con todo tipo de riesgo).

Deudas de clase y clase de deudas. Las trayectorias de endeudamiento de los sectores populares en contexto de pandemia no fueron experimentadas como rupturas sino como continuidad con la crisis previa generada durante el gobierno de Cambiemos y con un modo estabilizado de gestionar riesgos sociales en contextos de precariedad económica. Para los sectores medios, en cambio, este crecimiento de las deudas de la vida cotidiana implicó otra cosa. Desahorro, reducción del consumo y otro régimen de endeudamiento. Para sus miembros las deudas fueron “sin sentido”. Estas son las deudas para llegar a fin de mes que se oponen a las deudas “con sentido”, que mejoran la calidad de vida o permiten una inversión. 

Las deudas de la pandemia no empujan estallidos sociales ni protestas, sus aflicciones perdieron la plaza pública, pero tomaron el cuerpo y la noche de los endeudados. Dolores corporales, cansancio físico, dificultades para dormir, angustias y miedos se apilan junto al atraso de pagos de servicios y créditos y la gestión de nuevas deudas para estirar la plata y llegar a fin de mes.  

Las deudas para llegar a fin de mes son “deudas de pobres”, sentenciaba un comerciante de la ciudad de Santa Fe a quien las cuentas impagas, el ajuste en el consumo y las deudas “sin sentido” lo lanzaban por el tobogán del desclasamiento. 

En las deudas de hoy se acumulan las ruinas de las aspiraciones de ayer.   

AW

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