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Opinión/Tribuna Abierta

Francisco nos enseña el camino

El papa Francisco en Mosul, norte de Irak

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¿Qué mensaje le acaba de dar el Papa Francisco al mundo en su visita a Irak? ¿Qué es exactamente Irak para el mundo contemporáneo? Tal vez se trata de uno de los países más heridos de la tierra, en una región siempre convulsionada, siempre compleja, siempre azotada por las guerras, por el dolor, por los fanatismos ciegos. El Papa fue ahí. Y, con su sola presencia, comenzó a sanar.

La primera parte del mensaje: ir a los lugares conflictivos y riesgosos. Permítanme bajarlo a nuestro suelo. Francisco nos marca un camino a los dirigentes públicos y privados argentinos, los que muchas veces priorizamos las prácticas superestructurales, rodeados de equipos, de buena gente, pero que podemos ser incapaces de ver y sentir la inercia que nos aleja del día a día de los que sufren (y a quienes nos debemos). El Papa nos patea la silla. Nos dice: el mundo está afuera de nuestro ombligo. Estar cerca de los que sufren, porque ahí es donde verdaderamente aprendemos, donde comprobamos la realidad de nuestras “políticas”. Un país no es un laboratorio. Un país es una comunidad viva.  

En el corazón del mensaje de @Pontifex_es predica que no hay que “caer en la venganza, a pesar de las heridas causadas por la guerra y la violencia”. Ese mensaje penetra el mundo. En momentos como los que estamos viviendo, con esta situación de pandemia, para promover la reconstrucción, la paz y la esperanza tenemos que mostrar con hechos que la única alternativa es estar juntos, incluso con los que tienen otras ideologías y tradiciones. El mundo actual con sus polarizaciones, sus redes sociales, con esa política algorítmica, nos lleva a vivir en el confort de nuestras audiencias, nos mete en la burbuja de los que pensamos igual. Es más cómodo vivir así. Pero hay que vivir afuera. Pisar los territorios hostiles. 

Cuánto nos queda a los argentinos -y sobre todo a los dirigentes de todos los colores políticos, económicos, gremiales y sociales- para entender que el bien común debe ser nuestra meta y que nadie se salva solo. Una política que rompe sus mezquindades es una política que despierta esa luz en todos: que también ayuda a que los del Conurbano miren a los del campo, que los ricos se pongan en el lugar de los humildes. Así podremos construir consensos, resolver problemas y pensar una Argentina con más crecimiento e igualdad. Como dijo Alberto Fernández en el Congreso, “de esta pandemia debe nacer un mundo mejor y el Papa Francisco nos ha convocado a hacerlo”. No hay otro faro. No hay otro camino. Nadie se salva solo. 

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