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Opinión

Johnny Depp y Amber Heard, fin del juicio: nos habíamos amado y dañado tanto

Johnny Depp y Amber Heard en un ilustración de Iván Cuervo sobre el juicio.

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Una hermosa y adinerada ex pareja conformada por celebridades de Hollywood en medio de un juicio por difamación, exhibe sus miserias, mientras la contienda legal es transmitida en directo por la televisión en tiempos de redes sociales. O sea, todo lo que cualquier productor cinematográfico desea como base para un guión. Los protagonistas del juicio, Johnny Depp y Amber Heard, fueron durante semanas la carne premium que todos devoramos por televisión.

El contexto es un mundo enfrentado ante las distintas posturas respecto al “te creo”, las denuncias, la cultura de la cancelación y la agresión a puertas cerradas (muy difícil de probar para las víctimas a la hora de la denuncia en un mundo donde la violencia hacia las mujeres crece a un ritmo descontrolado). Las discusiones que en los últimos tiempos fueron un constante blanco y negro y al no poder ser matizadas desde sus distintas aristas terminaron estallando de la peor manera: en medio del juicio entre el actor de “Cry Baby” y la actriz de “Aquaman”

Los espectadores, a través de las redes sociales, actuaron como jueces iracundos. Antes de la resolución ya habían encontrado al culpable: Amber Heard. La actriz pasó de víctima a victimaria mientras que muchos de los que protestaban por la cultura de la cancelación pedían que la despidieran de “Aquaman 2”, su próxima película. 

La cocina del show

Luego del controvertido divorcio de la pareja, en diciembre de 2018, Amber publicó una columna en el Washington Post titulado “Hablé en contra de la violencia sexual y enfrenté la ira de nuestra cultura. Eso tiene que cambiar’. Aunque jamás nombró a su ex esposo, Depp decidió llevar a la corte a Heard por la posibilidad de perder contratos con los grandes estudios. Si se comprobaba que ella lo había difamado, el actor pedía que se lo compensará con 50 millones de dólares por los daños provocados en su ya alicaída carrera. Ella respondió con una contrademanda: si resultaba ganadora, él debía resarcir su honor con 100 millones de dólares. El show del juicio se vio casi en vivo.

La misma noche en la que se conoció el veredicto donde Depp salió triunfante, el sociólogo Mariano Canal escribió en su cuenta de tuiter: “La acusación contra Depp era un torpedo directo a la línea de flotación de la educación emocional y hormonal de toda una generación de chicas de los 90s”. Fue una de las tantas miradas generacionales sobre el caso.

“Toda la sensibilidad indie, darkie, tal vez bisexualmente ambiagua de una generación se construyo alrededor de Depp, no es Cacho Castaña, todo ese fandom idiota que lo bancaba en el juicio se formó sentimentalmente con él. El victimario erróneo”, concluyó Canal.

Detrás de la ironía es probable que el equipo legal del actor explotara muy bien ese punto: la memoria cinematográfica. No solo basándose en las  películas de Depp sino situándonos en otra época. Tanto que sus ex novias salieron a defenderlo. Todas chicas de la generación X, sus compañeras de los días salvajes. ¿Cuánto tenía que perder a la hora de ventilar los trapos sucios de esa tumultuosa relación marcada por los excesos?. Poco.

La construcción de su fama coincidió con una época donde el exceso y las relaciones peligrosas dentro y fuera de la pantalla eran moneda corriente. Y él estelarizó varias. De ambos lados de la pantalla.

Bajo mi piel

Durante todo el juicio la exposición de esa pareja tóxica, desmedida, narcisista y dependiente fue utilizada estratégicamente por la defensa de Depp. Y se abrió, también, la puerta para colar un gris en esta historia: la autodestrucción, algo que en los 80 y 90 era parte de nuestra propia vida y del cine que construía la época.

Mientras en la taquilla se suspiraba por films de culto como “Betty Blue” donde su protagonista, la bellísima actriz Beatrice Dalle, daba vida a una joven desequilibrada que en medio de una apasionada historia de amor se saca un ojo, en su vida real la francesa no le hacía mella a su personaje. Después de ser encarcelada por robar joyas - entre otras varias  tropelias-  terminó casándose en segundas nupcias con un preso acusado por violación. Su primer cónyuge, un artista del que ella adoptó su apellido, se había suicidado tiempo atrás.

Nada que provocará la envidia de varios realizadores de la época abocados a recrear historias sórdidas. Luc Besson retrató una ambigua relación como “León y Mathilda” donde un asesino profesional queda al cuidado de una niña de once años dispuesta a vengar la muerte de sus padres. Oliver Stone estrenó sus “Asesinos por naturaleza” representando el amor indestructible de una pareja que asesina en serie. Los protagonistas, Woody Harrelson y Juliette Lewis, no ahorraban balas en un road movie con sexo y sangre.

La misma sangre que para cerrar la década e iniciar el siglo se intercambiaban Angelina Jolie y Billy Bob Thornton para demostrar su amor. La ardiente pareja de actores no solo llevaba un colgante con la sangre de su amado sino que habían adoptado una rata y dormían bajo un cuadro que rezaba “Hasta el final de los tiempos” y había sido escrito también con sangre.

Durante el juicio Depp habló sobre el tatuaje que tanto le molestaba a Amber e hizo una media sonrisa sabiendo que las cámaras iban a capturar ese guiño: “Winona forever”, la referencia amorosa a su ex pareja, la actriz Winona Ryder. Johnny se comprometía a llevar bajo su piel a su amada en tiempos donde el láser corrector aún no se usaba. Cabe recordar que el protagonista de “¿A quién ama Gilbert Grape?” y Winona Ryder eran la pareja perfecta para los tabloides: bellos, jóvenes, libres y con carreras meteóricas.  Ella de una belleza sutil y clásica que evocaba a la etérea Audrey Hepburn pero criada en una comunidad hippie. A su vez Depp parecía un nuevo James Dean sensible, mientras coqueteaba con la vida de un rockstar descontrolado. Todo lo que los paparazzi aman. Su separación definitiva llegó luego de varias rupturas y reconciliaciones dejando a Winona deprimida y a Johnny tan triste que el director Tim Burton aseguraba que ya nunca volvería a ser el mismo. Del brazo quitó el “na” del tatoo dejando una fatal predicción para su vida: “Wino (borracho) for ever”. 

El otro gran personaje que acaparó la atención del juicio fue la abogada de Depp, Camille Vasquez. Un modelo de mujer 2022 perfecto. Joven, profesional, de origen latino, integrante de un equipo de trabajo constituido por hombres y mujeres en idéntica proporción. Y que encima, como nota de color, comparte nombre de pila con la reconocida intelectual feminista Camille Paglia, cuyas disdencias con ciertas practicas del feminismo actual la han convertido en una eterna “polémica”. 

Durante el juicio la abogada fue implacable, segura y asertiva. Tanto que probablemente tenga su propia historia cinematográfica: la mujer que encabezó la defensa de Depp, el actor que podía perder todo y terminó el juicio con un “me devolvieron la vida”. En el juicio apareció que en esa vida había, entre muchas cosas, adicción, dinero, violencia, autodestrucción.  Una triste historia más dentro de la meca de los sueños con un público ávido por transferir las discusiones de la época -cancelación, presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario o violencia doméstica- en la alcoba de dos estrellas. En el juicio quedó en evidencia cuánto se dañaron.  Parecían dos personas que lo tenían todo, pero sólo necesitaban algo: ayuda.

LA

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