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Opinión

Malvinas, la Copa del Mundo y la diplomacia deportiva

Leonel Messi y la Copa del Mundo, tras el triunfo de la selección en la final del Mundial. Una oportunidad para generar un espacio de contacto con los habitantes de Malvinas.

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Un uso mesurado y discreto de la tercera Copa del Mundo permitiría al fútbol contribuir a generar un ámbito de contacto y confianza con la población isleña de las Malvinas. Un conjunto de hechos me llevan a confiar en la capacidad de la diplomacia deportiva para construir el necesario puente con las islas. Voy por partes.

Malvinas

Desde 1985 existen en el mundo las llamadas Island Games (Juegos de las Islas) que son los equivalentes de los Juegos Olímpicos, pero de los territorios insulares. Las Malvinas se sumaron a estos juegos a partir de la quinta versión, realizada en la Isla de Wight, en 1993. En las trece oportunidades que participó, entre 1993 y 2017 obtuvo una medalla de oro en 1999 y en total acumula, adicionalmente, nueve de plata y doce de bronce. Las islas de Jersey, Guernsey y Man han conquistado, respectivamente, 1693, 1474 y 1422. 

De las dieciocho “olimpíadas” insulares efectuadas, el fútbol fue uno de los deportes en competencia en dieciséis. Malvinas estuvo presente con su equipo en los juegos de 2001, 2005, 2009, 2011, 2013, 2015 y 2017. En la de 2013 fue tercero con la singularidad de tener ocho goles a favor y diez y ocho en contra. La última vez en que se jugó futbol en las Island Games fue la de 2017; no ocurrió eso en los juegos de 2019 realizados en Gibraltar. La próxima cita será en 2023 pues se pospuso la del 2021 por el COVID. En aquella de 2017 participaron en el rubro fútbol diez y seis islas. Las Malvinas terminaron en el puesto 16 sin haber ganado ningún partido: les hicieron 10 goles y consiguieron apenas 3 y fueron eliminadas en la primera fase. 

Hay un hecho histórico —del que hay pocos registros fotográficos o periodísticos— que vincula Malvinas y la Argentina continental: un torneo de fútbol, en 1976, con tres equipos de las islas más Argentinos de YPF, compuesto por trabajadores de la empresa que fueron a construir instalaciones para la provisión de combustible a los habitantes. En la final, el Stanley FC le ganó a Argentinos de YPF 2 a 1. Al parecer, al encuentro asistió un público importante y el evento generó mucho entusiasmo. Seis años más tarde se produjo la Guerra de las Malvinas.

Messi, el equipo y Scaloni

El logro del tri-campeonato mundial de fútbol fue un hecho apoteósico. Según datos provisorios, más de 1.500 millones de personas vieron el partido en directo. Me atrevo a conjeturar que de ese enorme número una formidable mayoría iba a favor de la Argentina; en especial en los países del Sur y entre sectores populares. El genio de Messi, el magnífico desempeño conjunto del equipo y la sabia conducción de Scaloni le dieron a la Argentina un extraordinario reconocimiento internacional. El país recuperó, al menos en parte, su autoestima y el mundo saludó el talento y el esfuerzo del seleccionado nacional. La visibilidad y reputación conseguidas por los jugadores y el director técnico ofrecieron, a nivel global, uno de los mejores retratos del país. La cobertura interna y externa de los medios de comunicación fue ampliamente favorable y la recepción de los jugadores argentinos en sus respectivos clubes principalmente europeos fue notable. Mención particular merecen los ingleses por su gentil y generosa bienvenida a los campeones mundiales. El fútbol produjo un grado de acercamiento y empatía poco usuales. Jugadores de diferentes nacionalidades extendieron aplausos y abrazos sentidos y genuinos con los futbolistas de la Argentina. Hubo, por días, una sensación colectiva de que los argentinos podían y sabían hacer las cosas bien y que el prestigio logrado era -y es- un bien a proteger y promover.

Deporte y Diplomacia

El deporte es un recurso, entre varios, de los que la diplomacia dispone y que se sustenta en un doble propósito de atracción y persuasión. Por un lado, implica atraer adhesión, respeto, y simpatía, y por el otro, contribuye a persuadir en favor del contacto, la reconciliación y la confidencia. El deporte, y en especial el éxito ligado a él, facilita la construcción de una imagen positiva de una nación hacia adentro y hacia afuera; en particular la juventud del mundo observa con admiración y con espíritu de emulación esas conquistas. A través del deporte y su valoración se puede gestar una plataforma para dialogar con contra-partes con las que se tienen diferencias y dificultades. Gracias al deporte se han reducido, en algunos casos, las suspicacias y hostilidades entre distintas comunidades. También el deporte contribuye a abrir canales de comunicación no oficiales entre las partes, provee conocimientos recíprocos entre sociedades, y desarma barreras culturales entre pueblos. En algunas oportunidades atletas con alta popularidad se han convertido en una suerte de “embajadores” no afiliados con el gobierno de turno; lo que favoreció relaciones entre actores civiles entre dos o más naciones. El deporte y los vínculos inter-societales derivados de él sientan, asimismo, un precedente para que gobiernos distanciados puedan acercarse en el tiempo.

Un relevamiento de estudios internacionales refleja una gran cantidad de ejemplos en los que deporte y política exterior han estado profundamente enlazados: Estados Unidos, China, Francia, Sudáfrica, Qatar, Australia, entre muchos casos, han desplegado una política internacional en la que el deporte ha sido un factor importante. Y también es notorio el nexo entre deporte y diplomacia ciudadana. Entiendo esa diplomacia como una en la que grupos no gubernamentales desarmados tienen un rol complementario al del Estado, asumen una labor de interlocución legítima con distintas contra-partes en el exterior y despliegan contactos novedosos con las sociedades civiles de otras naciones. En esencia, se trata de un proceso de entrelazamiento social trasnacional que no sustituye los contactos y acuerdos entre Estados y de los Estados en foros internacionales.

Malvinas, tri-campeonato y diplomacia 

Es posible que el estupendo logro deportivo de 2022 habilite modos de mejor vinculación con los isleños. La federación de fútbol de las islas y la AFA podrían acordar el envío de entrenadores argentinos de fútbol por algunos períodos de tiempo para elevar la performance de futbolistas hombres y mujeres a nivel juvenil y de mayores. Se podrían organizar conferencias por zoom para hablar sobre fútbol entre los isleños interesados y algunos jugadores de la selección nacional. Se podría pensar en un partido amistoso en el estadio Stanley con capacidad para 5.000 personas entre jóvenes futbolistas argentinos provenientes de diferentes provincias y jóvenes isleños una vez se haya alcanzado una cordialidad básica. Otras iniciativas podrían concebirse para facilitar contactos a través de distintos deportes que se practican en Malvinas y que son parte de las Island Games. Todo esto se puede llevar a cabo de manera discreta, pero efectiva. Mucho de esto involucra a actores e instituciones no gubernamentales. Los eventuales beneficios no serán inmediatos. Nada de esto implica un cambio de posición de la Argentina respecto a la cuestión de la soberanía.

En algún momento, británicos y argentinos deberíamos repensar, con imaginación y seriedad, cómo aportar a que los respectivos gobiernos encuentren una solución innovadora y viable a la cuestión Malvinas. Esta idea, que sostengo desde 2015, se apoya en la certeza de que la prolongación de un asunto delicado sin resolver solo lo empeora a largo plazo. La Copa del Mundo es una pequeña ventana de oportunidad para generar el puente entre el continente y las islas. Habría que abrir esa ventana.

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