Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La maternidad en cuestión

La maternidad en cuestión

0

En el contexto actual en el que se está revisando casi todo, vuelve a ponerse en cuestión el modo de habitar la maternidad. El ideal de la realización de la mujer a través de la maternidad parece, en algunos casos, seguir vigente aunque –es obvio- no del mismo modo en que lo estaba antes. Como señala Agustina González Carman: “La historia de la feminidad se asentó sobre una serie de categorías esencialistas derivadas de su rol principal como esposa y madre. Aún hoy, con la pregunta sobre el deseo en la escena pública, con el cuestionamiento de los estereotipos (...) el mandato de la maternidad y su correspondiente idealización sigue intacto. Las frustraciones se vuelcan en espacios nuevos, como las redes sociales y las tribus de crianza, como si hubiera una forma de hacerlo bien”. No deja de resultar llamativo que existan, cada vez más, nuevos imperativos y nuevos moralismos acerca de cómo habitar la maternidad, que provienen de lugares supuestamente emancipatorios. Si algo resulta enigmático, imposible de reducir a una técnica o a un manual, es la maternidad; si algo resulta siempre fallido, tropezado y torpe, es la maternidad. Quizás no queramos saber nada de eso y pretendamos que si seguimos las instrucciones, nada malo podrá recaer sobre nuestros hijos. Quizás seguimos pensando que las madres somos las responsables de todo aquello que les pase a nuestros hijos. Quizás sigamos pensando que tenemos el poder de determinarlos en todo y que somos capaces de dirigir su destino, que tenemos todo ese poder. Pero, además, eso se sostiene en la idea de que somos nosotras las que decidimos qué tomarán los hijos de lo que hacemos. Quizás a veces nos cuesta admitir que no somos todo para ellos. Que una vida se hace con lo visto y con lo oído, eso que no se puede saber a priori ni se puede elegir voluntariamente; una vida se hace con lo que hicimos de eso que hicieron con nosotros, y eso que creemos que hicieron con nosotros nunca cuaja con lo que los demás hicieron efectivamente, y mucho menos con sus intenciones. Una vida está hecha de la potencia de la novela familiar: esa verdad ficcional que nos ayuda a darle sentido a eso que no lo tiene.

Acaso el Edipo sea eso: inventarnos unos padres para poder narrarlos. Los padres no son ni más ni menos que una versión. La versión de un agujero.

Unos versos de Lola Halfon incluidos en Todavía hay fuga, Mandolina libros:

mamá habla, ríe

escucha, se analiza

no me había dado cuenta:

ella dibuja

sus agujeros.

Los modos de ser de los padres no son causa directa de nuestro destino. Por eso llama la atención la cantidad de lecciones que andan dando vueltas en pos del bien de los niños, cuando en realidad solo están ahí para que las madres y los padres crean que la tarea no es opaca, que se podría hacer del todo bien. No existe nada que funcione como causa directa de lo que será la vida de un hijo. No hay modo de hacerlo bien, sin fallas, sin derrapes -obviamente, no todo es lo mismo, lo que estoy cuestionando es la idea de causa/efecto-.

Es por eso que me interesa interrogar los modos en que la maternidad se figura hoy, las transformaciones que se produjeron en las maneras de pensarla, de decirla, de escribirla. En los últimos años ha sido posible una cantidad de ficciones y ensayos en la literatura tendientes a desacralizar la maternidad. Hoy está “permitido” -aunque en algunos casos se hace obligatorio y no deja de ser también una impostura- mostrar el lado oscuro de la maternidad. La pregunta sería si esa mostración constante del lado oscuro no sería otro modo de su sacralización, una especie de reacción en espejo a la maternidad color de rosa. En una entrevista, Lina Meruane, autora del ensayo Contra los hijos, señala lo siguiente: “A las mujeres les ha costado mucho decir que no, porque como hijas, en épocas pasadas, no podían decirles que no a sus padres, no podían decir que no a un matrimonio. Tampoco podían negarse a los mandatos de sus maridos, y si no querían hijos no podían evitarlo. Perdían toda capacidad de decisión. Las mujeres cargan con esa historia: hoy es un enorme hito poder decir que no. Pero también es importante que se pueda decir que sí. El ”sí“ también es una decisión. Tal vez una de las cuestiones más delicadas hoy es que todo se convierta en un ”no“ y nos olvidemos de que también tenemos la posibilidad de decir que sí”.

No se trata, entonces, solamente de maternidad sí/ maternidad no, sino de qué maternidades hablamos y de qué manera hablamos de la maternidad. Porque no es tan seguro que, desde ciertos sectores, la sacralización de la madre haya caído. Las madres seguimos teniendo el mayor peso en los discursos públicos respecto de los hijos. Somos las que decidimos casi todo. La victoria de haber conseguido la patria potestad compartida a veces se ve opacada por querer ejercerla toda nosotras.

Hay últimamente una tendencia a hacer de la maternidad una épica y creo que ese modo nos vuelve a poner a las mujeres en un lugar ideal, un lugar al cual no podemos faltar, un lugar del cual no podemos irnos.

Hay muchos gestos de borramiento del padre por parte de algunas madres. Hay muchos padres que se borran, sí. Pero hay muchos otros que no se borran, sino que son borrados por las madres y en esos casos esas mujeres tienen casi toda la ley a su favor. Porque el machismo del sistema judicial también radica en sacralizar a las madres. En muchos casos los hijos siguen siendo sólo de las madres y las mujeres asumimos, una vez más, la mayor parte de la responsabilidad, porque también ejercemos un poder ahí. Una cosa es que visibilicemos la desigualdad en cuanto a tareas domésticas y/o de cuidado y otra, muy distinta, es que para eso necesitemos estereotipar a los padres borrándolos o denigrándolos -como si humillar al padre que se eligió para los hijos no tuviera consecuencias en los hijos-. Pareciera que está permitido hablar públicamente mal de los padres -y se hace constantemente-, no así de las madres. Hay últimamente una tendencia a hacer de la maternidad una épica y creo que ese modo nos vuelve a poner a las mujeres en un lugar ideal, un lugar al cual no podemos faltar, un lugar del cual no podemos irnos.

Por otra parte, la maternidad está siendo asediada, como casi todo, por los discursos de la época: esos que tienden a culpabilizar a aquellas mujeres que no logran hacer lo que esos discursos pretenden. Modos de dormirlos, modos de alimentarlos, modos de dejarlos a cargo de otros, modos de bañarlos, secarlos, hablarles, cantarles, pasearlos y hamacarlos: hoy en día hay instrucciones para la maternidad como nunca antes y hay cada vez más mujeres llenas de culpa por no poder cumplir con todo. Paternalismo para madres. Ni hablar que muchas de esas instrucciones resultan impracticables ahí donde son indicaciones destinadas a cierta clase social.

Algunos dicen que el apego es fundamental y entonces si una mujer no puede dejar de trabajar -o no quiere-, entonces criará a un sociópata o a alguien que no piensa bien. Privilegios de clase de los que se habla poco, ya que suelen estar solapados por los de género. Resistirse al imperio y a la naturalización de la maternidad, a la esencialización de la mujer como madre corre el riesgo, si no revisamos esa forma de la resistencia, de reformular un nuevo estereotipo, una nueva esencialización: la madre que todo lo puede, la madre que nada lo puede. El psicoanálisis me enseñó a lidiar con lo que no se sabe, con lo que no puede anticiparse; me enseñó que habrá un tiempo, siempre desfasado, en el que podremos ocuparnos de los efectos de lo que esos llamados padres hicieron -lo hayan sabido o no- con lo que fuimos en sus vidas. Alguna vez pensé que analizarse es también, en algún momento, volver a amar a los padres: no aceptarlos sin más, sino dejar de reclamarles y de exigirles que sean lo que esperábamos de ellos. La maternidad acaso sea sólo una pregunta que no tiene respuesta y, por eso mismo, no dejamos de formularla.

Un poema de Adriana Riva incluido en Ahora sabemos esto, editorial Rosa Iceberg:

Mamá, qué palabra vaga

y ambigua

como un oráculo

que solo resuelve

el tiempo.

AK

Etiquetas
stats