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OPINIÓN

El milagro argentino: la violencia baja mientras todo empeora

Una pistola secuestrada por la polícía durante un allanamiento.

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Un milagro, silencioso e ignorado, acontece en la Argentina. Lo inexplicable nada tiene que ver con la economía. Sin que los especialistas terminen de entender los por qué, la tasa de homicidios dolosos en nuestro país, baja año a año. Cada vez que los expertos locales se encuentran con colegas de países vecinos enmudecen ante la consulta: ¿qué están haciendo para bajar los homicidios? Porque comparada con el resto de países latinoamericanos, la Argentina es un caso extraño. No sólo tiene una de las tasas de homicidio más bajas del continente –en 2024, la más baja de sudamérica– sino que además tiene una sostenida tendencia descendente desde 2003. Ante la tragedia de cada asesinato, la pregunta se renueva. 

Lo inexplicable es aún más asombroso cuando se da en un contexto de deterioro de todos los indicadores sociales. Evidencia de la independencia de variables que muchas veces se piensan interrelacionadas. En un contexto de deterioro de las variables socioeconómicas, los homicidios siguen bajando. El extraño escenario se completa, además, con la ausencia de políticas públicas que podrían explicar esta tendencia. 

En la Argentina en 2024 hubo 3,8 homicidios dolosos cada 100.000 habitantes. ¿Qué es un homicidio doloso? Son los hechos en los que hubo intención deliberada de provocar esa muerte. Hay diferentes tipos de homicidios dolosos como el homicidio en riña, en ocasión de robo, el femicidio, etc. Los datos vinculados a la inseguridad son poco confiables, sin embargo la tasa de homicidios dolosos es uno de los datos más confiables, ya que son pocos los casos no registrados. 

Se dice que las comparaciones son odiosas pero en este caso son necesarias. Según Insight Crime, el promedio regional para el 2024 fue de 20,2 por cada 100.000. Ecuador y México presentaron las tasas más altas, con 38,8 y 25, respectivamente. Veamos tres países limítrofes: en Brasil la tasa de homicidios dolosos cada 100,000 habitantes fue en el 2024 de 18.2, en Chile de 6 y en Uruguay de 10.6. En 2014 la tasa de homicidios había sido en Brasil de 29.8, en Chile de 2.4 y en Uruguay de 7.9. En Argentina mientras tanto, en 2023 la tasa de homicidios había sido de 4.4 y en 2022 de 4.2, en 2021 de 4.5 y en 2014, 7.6. 

Dos cuestiones a remarcar para esquivar lugares comunes de interpretación sobre los homicidios.

Primero. Los homicidios dolosos son multicausales. Podemos sin embargo, diferenciar dos grandes clases. Por un lado, están los homicidios vinculados a otros delitos, crímenes acontecidos en ocasión de robo o vinculados al crimen organizado. Por otro, los denominados homicidios interpersonales, en los que víctima y victimario casi siempre se conocen y se usa la violencia letal en el marco de situaciones de conflictividad doméstica, familiar o comunitaria. Aunque pueda parecer extraño, los segundos son bastante más habituales que los primeros. 

Segundo. Los homicidios dolosos están desigualmente distribuidos. Los que mueren son en su gran mayoría jóvenes y pobres. A pesar del descenso sostenido en estos últimos años esto no ha cambiado: el crimen se ensaña siempre con los más pobres. Esta desigualdad hace que haya zonas del país, las más ricas –el norte de CABA, las ciudades intermedias del interior, los municipios ricos de AMBA– donde la tasa de homicidios se encuentra a niveles europeos. Por eso, la percepción sobre la cantidad de homicidios es también heterogénea.

Entonces, repetimos, cómo explicamos el fenómeno argentino. No tenemos respuestas.. Pero cabe aventurar algunas hipótesis que permitan aproximarnos a este milagro: 

Hipótesis 1. La trama social de los cuidados. El denso entramado de organizaciones sociales, políticas y religiosas que existen en nuestro país son una maquinaria efectiva de regulación de violencias y conflictividades. Comedores comunitarios, templos de diferentes creencias, espacios de participación política pueblan una geografía social que aún descansa en diversas formas de asociacionismo. Median en la vida social, regulan sus formas de conflictividad y llegan allí donde el Estado no llega. Aventuramos que de no existir estas mediaciones, que hacen un trabajo constante y muchas veces invisibilizado, los desenlaces letales se multiplicarían. 

Hipótesis 2. Los aprendizajes de la última dictadura El intenso activismo contra la impunidad de los crímenes de Estado cometidos por la última dictadura dejó en la sociedad argentina un legado: una sensibilidad muy marcada contra la violencia letal como recurso para resolver los conflictos. El gran éxito de los organismo de derechos humanos en visibilizar las crueldades, abusos y el plan sistemático de exterminio por parte de la dictadura cívico-militar, derivó en una deslegitimación en el uso de la violencia letal generalizada, por parte del Estado y de la propia sociedad civil. En la misma operación se legitimó la vía institucional/jurídica para tramitar demandas de justicia. No matarás, axioma de impronta religiosa, es un principio, una máxima, que mucho más porosa de lo que comúnmente pensamos, se difundió por toda nuestra sociedad y que aún hoy perdura.

Hipótesis 3. El saldo de la “pacificación” histórica originaria. Una hipótesis posible es que la baja tasa de homicidios en Argentina, en comparación con otros países de la región, está anclada en procesos históricos específicos: el exterminio y desplazamiento de pueblos originarios, la rápida urbanización y consolidación temprana del Estado-nación produjeron un territorio relativamente integrado y homogéneo en términos identitarios y administrativos. Esto implicó, entre otras cosas, una ruralidad “ordenada” sin grandes conflictos armados persistentes, y un aparato estatal con capacidad para monopolizar la violencia de forma más efectiva. A diferencia de contextos donde la fragmentación territorial, las guerras civiles prolongadas o la coexistencia de múltiples soberanías locales continúan dificultando al día de hoy ese monopolio, en Argentina la violencia letal nunca llegó a estabilizarse como forma central de regulación social en amplias zonas del país. Esta no es una hipótesis “celebratoria”: la aparente “paz interna” se sostuvo, en gran parte, sobre la violencia fundacional del Estado y la homogeneización forzada de sus poblaciones.

Hipótesis 4. La regulación. A diferencia de otros países de latinoamérica, la regulación de los mercados ilegales es más efectiva en la mayoría de zonas de Argentina. La maquinaria para esta regulación, incluye negociaciones espurias entre pequeños y medianos empresarios de los mercados ilegales con segmentos de las fuerzas de seguridad, sistema judicial y la política. Estos pactos ordenan las lógicas violentas de los mercados ilegales, permiten la reproducción del capital a la vez que regulan sus formas y acciones más gravosas. Se entiende que la violencia extrema y las muertes llaman la atención innecesariamente y no son buenas para el negocio. Ese control se apoya en equilibrios relativamente inestables. Ya sea por aparición de nuevos actores que buscan disputar el monopolio/la cartelización de los mercados ilícitos, o por desavenencias coyunturales entre los polos que componen el “cuádruple pacto” (mercados ilícitos-policía, justicia, política) la maquinaria de regulación puede ocasionalmente romperse, teniendo como desenlace el aumento acelerado de violencias letales. Como muestra de esto podemos señalar lo ocurrido en Rosario entre 2018 y 2023. 

Hipótesis 5. ¿Qué ocurre con las armas? En Argentina las armas de fuego no tienen buena prensa. En algunos países de latinoamérica, sobre todo en los más influenciados por la cultura norteamericana, las armas de fuego son objeto de fascinación. En nuestro país una histórica regulación de la venta de armas sumado a valores culturales que deslegitiman su uso han sido efectivas para que no haya una propagación masiva de las armas de fuego. Según una encuesta realizada por un proyecto de investigación independiente de escala global, “Small Arms Survey”, de 2017 la Argentina se encontraba en el puesto número 11 entre 14 países sudamericanos en tenencia de uso de armas por parte de civiles . Y de acuerdo a un estudio de opinión publicado en 2024 , 8 de cada 10 argentinos/as rechaza la tenencia personal de armas de fuego. El perenne refrán popular que reza: “Las armas las carga el diablo y las descargan los boludos” describe mucho la idiosincrasia argentina acerca del uso de las armas de fuego. 

Hipótesis 6. La marea verde. Buena parte de las lógicas violentas que finalizan en hechos de sangre están vinculadas, al menos parcialmente, a la expresión de ciertas formas de masculinidad. El uso de la violencia como prueba de virilidad masculina es un elemento ineludible para comprender la violencia letal. No sólo la gran mayoría de los asesinados son varones sino que también la mayor parte de los homicidas son varones. Ahora bien, no tenemos ninguna evidencia que nos permita sostener que la masculinidad argentina, se apoya menos en el recurso de la violencia que la de otros países de Latinoamérica. Sin embargo, podemos proponer como hipótesis que el recurso de la violencia asociado a la masculinidad se deslegitimó - en cierta medida - en los últimos años, como resultado de lo que comúnmente llamamos “marea verde”. Esta deslegitimación, que lamentablemente no redunda en una disminución de los femicidios, puede ser entre tantas otras cosas una de las variables que explique la continua reducción de los homicidios dolosos desde el 2014.

En la suma compleja de todas estas hipótesis se encuentra, tal vez, el esbozo de una explicación que, por el momento, nos resulta esquiva. 

El NEV es un grupo de Estudios de la Escuela IDAES, en la UNSAM. Está coordinado por Evangelina Caravaca, José Garriga e Inés Mancini. De este escrito además participaron Violeta Dikenstein, Martín Recanatti y Joaquín Zajac

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