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Opinión

Nadie mira a Lucio: ¿otro caso de violencia institucional?

El pedido de justicia por Lucio

Gabriela Saidon

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Hechos:

Lucio Dupuy vivía en Santa Rosa, La Pampa, tenía cinco años y varias marcas de violencia en su cuerpo. 

La madre, Magdalena Espósito Valenti (24), había conseguido la tenencia luego de separarse del padre de Lucio, Cristian Dupuy, y vivía con su compañera, Abigail Páez (27).

El 25 de noviembre de 2021, a Lucio lo golpearon hasta matarlo.

Abigail lo llevó al hospital Evita, donde murió.

Por el crimen están imputadas las dos mujeres, alojadas en la misma cárcel. La carátula es: homicidio agravado por el vínculo para la madre, homicidio simple para la compañera. Pero podría cambiar: los cargos de alevosía y ensañamiento complicarían la situación de Magdalena. 

La familia de Lucio, dolorida, pidió que el caso se caratule como crimen de odio.

Si fuera un caso de ficción, la pregunta no sería quién es el asesino sino por qué. El motivo. 

¿Por qué, si Lucio tenía cinco entradas hospitalarias por lesiones, si en el jardín de infantes lo vieron lastimado, si una vecina llamó a la policía y como tenían mal la dirección, no insistieron, nadie hizo nada? ¿Por qué la familia dice que nunca se dieron cuenta de que a Lucio le pegaban?

Ocurrido el crimen, las redes ardieron: las reacciones lesbofóbicas no se hicieron esperar y Amalia Granta llegó a acusar a las feministas militantes del aborto legal como las responsables. ¿Responsables de qué? Hubo, también, defensoras de Abigail, que defendieron el hecho de no querer la maternidad. Claro, pero de ahí a matar… Hay quien celebró la amenaza de linchamiento en la cárcel donde se alojan.

¿Dónde hay que buscar? Si Lucio estaba en claro peligro, si aparecía con golpes, magulladuras, heridas (el abuelo reconoció que el nene le había dicho que se había caído de la bicicleta, y el padre, que le había dicho a la abuela: “Abi pega acá”). Otra manera de preguntarlo es: ¿quién defiende los derechos de las infancias? ¿Nadie? 

Consulto a Flor Martini, jueza del tribunal de impugnación de Neuquén y militante feminista interseccional. Ella dice: “Soy de la línea del feminismo no punitivista y no creo que esto se resuelva con más o menos prisión o más o menos aislamiento social.”

La jueza no tiene dudas de que en las biografías de esas mujeres pueden encontrarse un pasado de abusos sufridos. Porque, afirma, las conductas violentas suelen reproducirse.

Sobre las reacciones lesbofóbicas en redes, Florencia Martini comenta: “Esta reacción desmedida se debe e identifica anormales a estas mujeres que atentan con su rol natural en un doble sentido: con su rol heteronormado y que se apartan del deber de la procreación como mandato social natural para las mujeres, mientras que los hombres son poderosos y proveedores. Es una reacción al apartamiento de ese rol de cuidado que debiesen tener las mujeres y en esta crueldad magnificada con el niño muestran su rol desviado. Una doble infracción a la heterosexualidad normativa y al rol estatuido del cuidado según los estereotipos patriarcales y masculinistas”. 

Según publicó el medio pampeano La Arena, Magdalena deslizó que “el término de víctima al progenitor no le queda nada bien” en una audiencia, pero el juez no dio lugar a que se explayara, por lo tanto es difícil saber a qué se refería. La familia es considerada víctima indirecta del crimen.

Algunas fuentes señalan que Magdalena estaba en una terapia en un organismo público, y había manifestado sus conflictos para maternar. ¿Ese punto también fue desoído? Antes de no mirar a Lucio, ¿no miraron a la madre?

La falta de un tratamiento integral del caso pudo haber sido un factor coadyuvante en el desenlace fatal. 

Mirar solo el aspecto mujer no alcanza, como no alcanza bucear en la biografía, aunque sea necesario y parte del procedimiento: los hombres violentos también suelen haber sido violentados. Si bien es claro que no estamos frente a un caso de violencia de género, ni se trata de un crimen de odio (la fiscalía no lo considera de ese modo), las imputadas son mujeres, entonces, la pregunta: ¿la violencia contra ese sujeto totalmente desprovisto de derechos (el niño) reproduce la violencia intrínseca a la maternidad no deseada, o confusamente deseada (otra falta de derechos)?

¿Es porque no se puede concebir que una madre no quiera serlo, o no quiera a su hijo, así como no se puede aceptar que una mujer pueda ser violenta (hay mujeres violentas sí, el caso Lucio lo pone en evidencia), y “encima” lesbiana, que las instituciones (y las personas) intentaron borrar esas cicatrices en el cuerpo de Lucio? O si no, ¿cómo explicar lo inexplicable: todas esas omisiones de denuncias, haber hecho oído sordo a las alarmas? 

Las instituciones que deben velar y defender los derechos de ese niño (de todos los niños, y la maternidad es, también, una institución) no lo hicieron. Entonces ¿podemos hablar también en este caso de violencia institucional?

Lucas González (17 años) en CABA, Luciano Olivera (16) en Miramar, Lucio Dupuy (5) en La Pampa: Los tres “Lu” (nombre generacional, para los niños y adolescentes de hoy: epocal) entrarían así en una misma serie, aunque en el caso de los dos adolescentes haya sido la policía, por la espalda y con arma de fuego (gatillo fácil) y en el de Lucio, la institución materna, más todo ese sistema que por negligencia o por omisión también lo mata: un Estado desatento.

Sin embargo, Walter Martos, fiscal de Santa Rosa, La Pampa, integrante del grupo de fiscales que atiende el caso, es claro al respecto: “No hay imputación por parte del equipo de trabajo abocado al esclarecimiento del homicidio de Lucio, no nos vamos a centrar en ver si existió omisión de algún profesional o funcionario de la salud, de la seguridad o de la educación. No nos corresponde a nosotros. En el caso de existir, cada organismo tiene sus propias herramientas para determinar si existió o no alguna omisión, elevar un sumario y si corresponde, hacer la denuncia penal. Pero no es algo que nosotros vamos a investigar.”

Punto.

De nuevo: ¿Qué es lo que no pudieron o no quisieron ver quienes lo vieron lastimado? ¿No pudieron concebir a una madre que no ama a su hijo? ¿Esa aberración, ese alejamiento de la norma? La madre que cuestiona el rol reproductivo, ¿es un oxímoron? ¿Algo que no se puede leer? (Lean, por caso, Medea: un antiguo y mítico filicidio)

Lo cierto es que nadie leyó en el cuerpo escrito de Lucio las marcas de la violencia, las alarmas, la posibilidad de una muerte niña. O en todo caso, las únicas personas que sí miraron allí (para profundizar el daño) fueron las homicidas.

La cárcel castiga, pero no es reparadora: no va a solucionar esa honda herida social. Dictar una nueva ley y bautizarla con el nombre del niño muerto (cuando ya existen leyes que defienden los derechos de las infancias: 26150 y 26061) tampoco. Es el Estado desatento el que tiene que adoptar un tratamiento integral preventivo cuando hay señales que piden atención. 

Hoy, la sospecha se clava como un puñal en esa herida social: fue, la de Lucio, una muerte evitable. Como la de Lucas, como la de Luciano.

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GS

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