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Opinión

Seamos libres, ¿lo demás no importa nada?

Milei, en un montaje como San Martín

Mercedes Roch

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La historia, sabemos, no se escribe de una vez y para siempre. De modo contario, sería ridículo hacer historia antigua si no surgieran nuevos interrogantes, nuevos actores, nuevos escenarios atravesados por problemáticas actuales. En palabras del célebre historiador italiano Benedetto Croce, toda historia es historia del presente. A ello hay que sumar que, por fuera del espacio académico, la historia se constituye como un campo de batalla ideológico en que se dirimen ciertas construcciones del pasado con fines específicos. 

La Libertad Avanza, como proyecto político-ideológico y no únicamente la figura de Javier Milei, hace un uso dirigido de la historia. No es una novedad introducida por ellos, todos los partidos retoman y enaltecen ciertos valores, acontecimientos e ideas del pasado como reflejo de su propio credo. Ahora bien, desde la construcción de la Argentina como Estado nacional, se han establecido ciertos acuerdos respecto del pasado, acuerdos que La Libertad Avanza viene a hacer estallar, palabra que tanto gustan de usar. Así, no solo han venido a cuestionar consensos básicos como la cifra de  30.000, sino que señalan a Carlos Menem como el mejor presidente de la historia o le dan a Raúl Alfonsín el mote de “fracasado hiperinflacionario de Chascomús”. 

Más curioso resulta el uso que se hace de las figuras “históricas”, aquellas del pasado más lejano. Tomemos el caso de Julio Argentino Roca. En más de una ocasión, La Libertad Avanza ha vitoreado al –dos veces– decimonónico presidente que llevó a cabo el mayor genocidio (según la RAE: “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”) perpetrado en nombre del Estado argentino. 

Probablemente la justificación pueda ser que eran otros tiempos o que era una guerra necesaria para consolidar el Estado. No obstante, personas que han estudiado mucho, como Osvaldo Bayer y Diana Lenton, han demostrado que no es anacrónico juzgar a la conquista del (mal llamado) desierto. Prueba de ello es que incluso Bartolomé Mitre, que tampoco era una blanca palomita, se oponía a la masacre desde las páginas de su periódico, La Nación

Lo que se está defendiendo –y lo hace siempre Milei en sus discursos al señalar que la debacle argentina empezó hace cien años– es nuevamente el modelo liberal aplicado por el Partido Autonomista Nacional, sin medir la situación de vida de los habitantes que en su mayoría vivían en condiciones paupérrimas (ojito que igual se planteaba una ampliación del Estado con medidas como la creación del Registro Civil o la sanción de la Ley 1420 de educación común, pública y gratuita). 

En definitiva, lo que LLA defiende es el liberalismo económico aplicado con violencia y mediante la anulación de derechos. Bajo esa premisa es que se retoma a la gran estrella del panteón histórico nacional, el General Don José de San Martín. Aunque denostado por “el prócer” Alberto Benegas Lynch, que negó su rol fundante para la historia argentina, la iconografía de La Libertad Avanza toma la cara de Javier Milei, la pasa por inteligencia artificial y la coloca en el cuerpo de San Martín. Y ahí es cuando todo se confunde ya que deja de ser aquel que luchó por lograr la libertad frente al yugo opresor del imperio español, o el estratega que planeó una Patria Grande en pos de garantizar la soberanía sudamericana. Pasa a ser, así a secas, el Libertador, como si el objetivo de sus guerras hubiera sido la liberación de los mercados. 

Para sumar, hace poco, el propio candidato a presidente por este partido compartió en su cuenta de X (ex Twitter) la famosa misiva en que San Martín llama a sus soldados del Ejército de los Andes a hacer la guerra frente a la ofensiva española, remarcando que lo más importante es ser libres, que lo demás no importa nada. Pongamos un poco de contexto a la proclama de San Martín: la misma tiene fecha del 19 de julio de 1819 y está dirigida a aquella tropa con la que triunfó en la liberación del país vecino, Chile. Se les comunica a los soldados que, al extenderse la guerra, probablemente les falte comida, vestido y tabaco, pero es preciso defender la recientemente atesorada libertad. Con ese espíritu, dos años más tarde de esta proclama, San Martín y su ejército logran la liberación del Perú. Queda tan solo un bastión realista en nuestro subcontinente en lo que es el actual territorio de Ecuador que, luego de acuerdos con Simón Bolívar (que, aunque son solo especulaciones, me imagino La Libertad Avanza denostaría simplemente por ser quien da nombre al concepto de “bolivariano”), se decide que el líder venezolano avance con su ejército y pueda triunfar así la Patria Grande que tanto habían anhelado. 

La tergiversación es una estrategia corriente en La Libertad Avanza, pero que se pase por alto que la lucha de San Martín fue por la soberanía, es grosero. Dándole actualidad a la proclama mencionada, quizás podamos evitar que el partido motosierrista se apropie del ídolo nacional para su beneficio. Quiero decir, seamos libres de la opresión extranjera que, si eso sucede, la comida, el vestido, el tabaco y la nafta estarán garantizados.

La autora es profesora y licenciada en Historia. Autora de libro Primeras.

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