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TRIBUNA ABIERTA

¿Quién quiere ganar y gobernar la ciudad de Buenos Aires?

Cita militante con Ofelia Fernández y Pedro Rosemblant

Leyla Bechara

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La Ciudad de Buenos Aires era testigo, ese mismo sábado, de una serie de eventos al menos convocantes a pesar del clima. Una humedad que superaba el 80% y una lluvia molesta que mojaba pero no empapaba, era la escenografía del segundo fin de semana de la Feria del Libro, de la Marcha Mundial de la Marihuana y una reunión en un centro cultural en Caballito.

Quién escribe se había comprometido con los tres. Uno fue debidamente cancelado por los tiempos que el transporte de la ciudad habilitan para llegar de un lado al otro de la geografía porteña. A las 17:00, tocar el timbre de Río de Janeiro al 28 abría el portal a un patio citadino de esos con cerámicas antiguas, ladrillos a la vista, enredaderas y toldos de lona rayada.

El living que tiene Río Patio Cultural en el centro de Caballito, es muy lindo. Las luces tienen la potencia correcta para ambientar un espacio que ahora siendo las seis de la tarde está repleto de gente. Afuera, el agua sigue mojando y la Ciudad resuena entre las conversaciones.

En el centro de la habitación, iluminados por luces led, con una foto del Diego justo entre los dos y unos micrófonos que se resisten a usar, dos jóvenes de la política local cumplen una de las tantas citas que propusieron en el marco de una Gira de Básicas. En un video publicado como respuesta a las típicas fotos electorales con cafés en las mesas, Pedro Rosemblat y Ofelia Fernández se comprometieron a buscar en los márgenes aquello que la política institucional de nuestra Ciudad no encuentra hace años.

PASO a paso

Abran Paso habla de dos cosas, de la Juventud Peronista, la canción, el slogan, el mandato de una fuerza militante que ya no pide permiso para participar de la toma de las decisiones; pero también habla de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. La interpelación directa a un Partido Justicialista Porteño que pocas experiencias de participación ciudadana ha demostrado a lo largo de su historia, no es nueva. Algo del intento de originalidad no se les puede negar a estos dos, que deben ser los más vistos y likeados de los que hacen política, también en las redes sociales. Pero las PASO no son lo nuevo. El peronismo porteño se enfrentó varias veces a una interna y otra vez, La Cámpora dilata, al menos con su sello y cara, tamaña propuesta. Si aceptaron esta interna, fue en algún despacho con café de por medio. El resto de los mortales, no lo sabemos. Ni el café que toman, ni lo que tiene planeado la Orga para estas elecciones.

La convocatoria la hicieron unos colegas. El Club Lupín es un espacio donde jóvenes de diversas trayectorias académicas y laborales, pero con una historia política similar, se reúnen para debatir y accionar en el marco de la estética y ética de la Ciudad. Lattes Macchiattos para algunos, hijos del kirchnerismo para otros, porteños para el resto del país.

Dos espacios se complementaban perfecto. Los referentes con sus respectivos equipos de trabajo y un grupo de jóvenes con muchas ganas de hacer más preguntas que ofrecer lineamientos programáticos para un todavía tímido Frente electoral.

Los tiempos de la pandemia quedaron atrás, los mates corren de cebadores a tomadores y viceversa mientras el espacio queda chico para las más de 80 personas que en posiciones algo incómodas esperan que se abra la conversación. Luego de un texto poético sobre la búsqueda, el programa, la desolación y los sueños políticos en una Ciudad que esta realidad nos permite imaginar, el micrófono comienza a girar entre los presentes.

Pedro Rosemblat es más conocido por comediante que por militante. El cadete para una generación de espectadores de la televisión de resistencia. Pibe Trosko para quienes en los orígenes de las redes sociales leíamos sus panfletos virtuales. Ofelia Fernández es la jóven de las tomas, la del pañuelo verde, la que se peleó con todos los vejestorios de la derecha comunicacional, la que habla a una velocidad imposible de acelerar en un audio de whatsapp. Pedro está vestido todo de negro, una estética de alguien que pasea por Colegiales, con una barba no tan prolija, pero que le sienta bien. Ofelia tiene una remera con un collage de Siobhan, personaje bastante particular de la serie de HBO, Succession. Tiene los labios rojos y el pelo perfecto a pesar de la humedad del ambiente.

El primer diagnóstico que hace la legisladora porteña tiene que ver con el factor generacional. Hijos e hijas del kirchnerismo, nacidos y nacidas a finales de los 90’s contamos con sólo una experiencia neoliberal en nuestras memorias físicas. El macrismo fue y será siempre la primera marca para muchos. Pero elije profundizar “la política no pudo construir durante estos últimos 10 años puentes suficientemente fuertes para cumplir no sólo con las expectativas materiales, sino también con las imaginarias”. Parece que para Ofelia, -luego se podrá comprobar en las demás intervenciones- y para todos, lo que existe no es una disposición ideológica a la antipolítica. Sino una material. Si la dirigencia peronista no ha logrado responder a las problemáticas estructurales y materiales, la narrativa sobre una gestión pasada, nostálgica, dorada y ganada, tampoco encuentra su concurrencia en la propuesta de un imaginario sobre qué Argentina desea.

La teoría Mbappe

Ofelia de esta manera, plantea la teoría de Mbappé, robada al periodista Ivan Schargrodsky. Si los pibes solo vieron fracasar a las gestiones progresistas (selecciones sudamericanas), ¿por qué habrían de creer que podrían hacerlo mejor? (ganarían un mundial). A Pedro no le gusta esa teoría. No se detiene en explicar por qué. Se puede sospechar que hay una Historia que excede la experiencia personal y generacional.

Un grupo de cinco personas delante de ellos dos filman todo. Hay varios tomando nota, todavía se usan los cuadernos. Se ven dos computadoras tipeando desesperadas mientras se paran los primeros para ir a fumar junto a la ventana.

Un jóven periodisca, así se hace llamar Daniel Arzúa, rompe el hielo y habla emocionado: “Nuestros propios militantes, desolados, entendemos que cuando votamos peronismo, lo hacemos para que nuestra vida mejore y se puede notar en los ánimos que eso no sucedió estos cuatro años”.

Desde los años 70s hasta los 2000s el pueblo argentino vivió en la orfandad política. Nadie quiere 30 años de orfandad y la pregunta sobre qué además de Cristina toma protagonismo en el auditorio. Alberto tiene más de 60 años y capta la atención de Pedro al decir al micrófono: “cuando el peronismo no tuvo líder, tuvo organización y lucha”.

La propuesta política que circula en el ambiente es la de la organización popular. De abajo hacia arriba. Las representaciones no pueden surgir de un café entre cuatro personas. No importan las encuestas, no importan los resultados electorales anteriores, esos dos de ahí proponen al menos una mirada a 5 años, se les nota en la ansiedad. Pero si el objetivo descartado por razones obvias es ganar la ciudad, ¿a qué juego nos están llamando?

Cuando una integrante del Club de Jóvenes toma la palabra lo hace con una pregunta: ¿Cómo hicieron los franceses para defender París? Silencio en la sala. Continúa: No se sabe, porque nunca pudieron.

“¿Qué significa ganar?” anota Soledad Guarniacca, mano derecha de Pedro, en su celular. La pregunta del público había resonado. Es que claro, entre la militancia peronista de la ciudad, o al menos entre los twitteros más picantes, la gran duda sobre esta propuesta es dilapidar al kirchnerismo porteño a una paupérrima performance electoral y cerrar una PASO con menos de 5%.

Algún ensayo de respuesta es puesto en práctica cuando esos dos de ahí conducen la actividad a su fin. “Ganar es que el pueblo sea feliz”. El auditorio hace una mueca, como a quien le hacen un chiste tonto para hacerlo reír en un momento de desazón. Otros sonríen de verdad.

Ya cerrando, esos dos se envalentonan en momentos distintos de sus discursos. Ofelia al principio. Pedro hacia el final. Gracias a todos, mientras se despeja el lugar y Río se prepara para recibir un cumpleaños.

Un llamado a la militancia, una movilización de abajo es la propuesta. Lo que no termina de quedar del todo claro, al menos, para disponer en un volante, es el objetivo. Paciencia pidieron. Pero hay un cierre de listas cerca.

“Ganar ganando”

La gira de esos dos va a continuar. Probablemente se sucedan una serie de eventos que pongan en riesgo la continuidad de la osadía. Alguien todavía tiene la lapicera.

El Club Lupín logra congregar a unos 20 jóvenes que definen continuar la noche en otro bar cercano. Todos hablan de política un sábado a la noche.

Sospecho que la orfandad política es el síntoma natural de quienes perdimos la organización.

Recuerdo a un amigo que siempre me decía “Ganar ganando” como afirmando que hay otras maneras de ganar. Si el macrismo fue la primera marca neoliberal en nuestras memorias físicas, también lo fue la resistencia de esos años. ¿Ganamos organización durante el gobierno de ceos? Me animo a decir que sí. Entonces, ¿dónde comienza la crisis?

Llamó la atención entre mis anotaciones la exclusión casi inconsciente que hace Pedro cuando habla de los distintos momentos donde hubo una incorporación masiva de militantes al proyecto popular. Momentos de ampliación de derechos todos ellos. Evita por alguna razón mencionar a los que se sumaron en el 2015. Al kirchnerismo todavía le cuesta mucho pensarse fuera del Estado. “Volver peores” es un mal slogan. Todavía le falta volver. Sobre todo para quienes leen estos últimos cuatro años como una transición a algo mejor ciertamente inconclusa.

Cualquiera podría decir, en una suerte de romantización, que la conversación que seguirá en otro bar y en otro encuentro de esos jóvenes ya es ganar. Que mantener el entusiasmo en momentos como estos, es algo. Que el intento soberbio de ser vanguardia es mucho más utópico pero a la vez más convocante que ser conservador. Me corrijo, hoy quizás no cualquiera pueda decir todo eso. Pero en la Historia Argentina, siempre hizo falta un sólo optimista para proponerle soñar a toda una Nación.

LB

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