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OPINIÓN

Argentina barrani

No sorprende que tanto Alberto como Cristina Fernández hayan celebrado en sus discursos recientes al estallido barrani, y en términos parecidos a los del (¿ex?) libertario Maslatón: “notiren pálidas, porque la economía está mucho mejor de lo que parece”.

Marcelo Ramal

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El avispero económico y político se ha agitado en estos días a raíz de la explosión de lo que algunos llaman ́economía barrani ́. Este término, de origen hindú, invoca a la economía en negro. El debate sobre esta cuestión arrancó por la disparidad existente entre las estadísticas oficiales de actividad económica y empleo, de un lado, y el ́estallido ́que algunos observan en la gastronomía o el comercio, por el otro. Argentina se ́barranizaría ́ a dos puntas: por el lado de la producción o la oferta, evadiendo la facturación legal y -naturalmente- las leyes laborales. Por el lado de la demanda, a partir de consumidores cuyos ingresos son superiores a los registrados o declarados. El caso más citado es el de quienes que prestan servicios profesionales al exterior, y ganan en dólares. De todos modos, los especialistas en empleo consideran que estos ́barranis ́ privilegiados no representan más del 5% de los trabajadores informales o en negro.

La barranización, por lo tanto, es la forma festiva de presentar a un avance extraordinario de la precarización del trabajo, que afecta con particular intensidad a la fuerza laboral juvenil e inmigrante. En 2022, como parte del rebote post pandemia, se crearon 600.000 nuevos puestos de trabajo. Nada menos que 290.000 de ellos corresponden a variantes precarias – contratos,monotributismo. Pero estos últimos ni siquiera son “barrani”, porque están incluidos en alguna forma de registro. Más allá de precarios registrados, ¿cuántas decenas de miles de trabajan completamente en negro?

La economía barrani ha sido popularizada por Carlos Maslatón, y constituye su principal estandarte para el tránsito sin escalas entre el libertarianismo y las movilizaciones del Frente de Todos. No sorprende, entonces, que tanto Alberto como Cristina Fernández hayan celebrado en sus discursos recientes al estallido barrani, y en términos parecidos a los del (¿ex?) libertario: “notiren pálidas, porque la economía está mucho mejor de lo que parece”.

La exaltación sin grietas de la barranidad pone de manifiesto la coincidencia de fondo entre todos los bloques políticos del régimen en torno de la contrarrevolución laboral que está en marcha. La recuperación económica post pandemia ha tenido como eje y sustento a esa explosión del trabajo precario. Pero quienes la confinan a la economía informal o a los contratos precarios, no saben lo que ocurre al interior de las fábricas: allí, la economía barrani ha penetrado a fondo, como se revela en el aumento del trabajo por agencia, de un lado, y en la cada vez mayor gravitación de los ítems del salario atados a la productividad, en desmedro del salario básico, del otro. La recuperación económica de 2022 se ha fundado en un salto extraordinario en el grado de explotación absoluta de la fuerza laboral.

La celebración universal de la economía “barrani” es una confesión de que todos los candidatos de los partidos capitalistas -llámense libertarios o nac & pop- guardan en sus gavetas una reforma laboral para después de las elecciones. Esa reforma institucionalizaría las presentes ́conquistas ́ patronales en materia de precarización del trabajo. La llave maestra es la supresión de la

indemnización por despido, a cambio de un seguro “barrani” de desempleo – bancado, naturalmente, por el trabajador.

Los entusiastas del barranismo exhiben a un alto nivel de “empleo” como principal argumento para su escalada contra el mundo del trabajo. Lo que ocultan es que ese estallido de contrataciones mutará en despidos de un día para el otro, apenas descienda la curva del ciclo de negocios. Es lo que está ocurriendo ahora, a partir de la contracción económica que se viene con la caída del salario y las jubilaciones, la suba de la tasa de interés y el intolerable endeudamiento de las familias trabajadoras. Los capitalistas se desprenderán de un plumazo de los ́nuevos ́ puestos de trabajo – en definitiva, quieren a la economía barrani para eso, para facilitar y abaratar el despido.

La precarización y la flexibilización del trabajo trasladan a la clase obrera los costos de las fluctuaciones e incertidumbre propios del capitalismo. Esa zozobra, naturalmente, es todavía más intensa en el marco de una cesación de pagos no declarada, de una guerra internacional y una crisis financiera internacional en desarrollo. Como fenómeno mundial, la barranización del trabajo no solo comporta una agresión profunda a la clase obrera – es una demostración de la declinación histórica del capitalismo como organización social. En su decadencia, el capitalismo retorna al destajismo y al salario por rendimiento, que la organización industrial del trabajo y las conquistas obreras -jornada de ocho horas, convenios colectivos- debieron limitar.

La burocracia de los sindicatos mira para otro lado frente a esta ́reforma laboral ́ de hecho. Ha sido seducida con el caramelo de un aumento de afiliados a los sindicatos. Pero la precarización general convertirá a las organizaciones obreras en cascarones vacíos, con trabajadores sometidos a la permanente extorsión del despido. En suma, sindicatos barrani.

Es necesaria una campaña en el conjunto del movimiento obrero, dirigida a establecer una lucha contra esta contrarrevolución laboral. La primera reivindicación planteada es el salario mínimo igual al costo de la canasta familiar, por una jornada de ocho horas y cuarenta semanales. Luego, la incorporación al salario básico de todas las sumas atadas a la productividad, o a cualquier cláusula que contradiga el salario por hora, jornada, semana y mensual. Está planteado también el pase al mejor convenio y a la planta permanente de todos los tercerizados y monotributistas de la industria, y el establecimiento de comisiones obreras que regularicen el trabajo no registrado y en relación de dependencia encubierta.

El derecho a la estabilidad laboral plantea una reorganización social y económica a costa del capital, en oposición al actual ́derecho ́ del capital a trasladarle sus crisis al mundo del trabajo.

Política Obrera hará, de esta cuestión crucial, uno de los ejes de su campaña electoral.

Marcelo Ramal es precandidato a presidente por Política Obrera

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