Santiago Caputo vive sus días más ásperos desde que La Libertad Avanza llegó al poder. El asesor más influyente del Presidente, cerebro de la estrategia libertaria y dueño de un despacho en el Salón Martín Fierro de la Casa Rosada, enfrenta ahora un asedio silencioso. El recambio ministerial que consolidó el dominio político de Karina Milei lo confirmó en su puesto, pero dejándolo a la intemperie: sin firma y, por primera vez, con un poder que ya no es vertical sino defensivo. “Está igual de adentro que antes, pero con su territorio en disputa”, resume con ironía un funcionario.
Hace tiempo que Caputo dejó de ser un simple consejero: su firma no figura en los decretos, pero su mano apareció en cada decisión de peso tomada por el Javier Milei en los últimos dos años, desde la comunicación hasta la selección de funcionarios. El nuevo rediseño del gabinete que bendijo el Presidente, si bien otorga un mayor poder a su hermana, lejos está de garantizar el final de la guerra fría protagonizada los bandos referenciados en el estratega y en Karina Milei.
Tras una semana frenética para La Libertad Avanza, los cambios por venir parecen ir cocinándose a fuego lento. Aunque la sorpresiva unción de Diego Santilli en el Ministerio del Interior —cartera que, según se rumoreó, podría haber sido ido para el propio Caputo— volvió a poner todo en discusión, no habría necesidad en apurar para antes del 10 de diciembre la designación de los sucesores de Patricia Bullrich y Luis Petri en Seguridad y Defensa, respectivamente.
Sin embargo, las áreas del Estado históricamente dominadas por el caputismo ya comenzaron a entrar en tensión. En ARCA (ex AFIP), donde la semana pasada asumió como director adjunto de Aduana Esteban Marzorati, un exfuncionario de Comercio cercano a Luis “Toto” Caputo, no se descarta que haya más movimientos: es una incógnita lo que vaya a suceder con dos figuras que reportan a la escudería de Santiago, como son el titular de ese área, Andrés Velis, y su misterioso par de la DGI, Andrés Vázquez.
En YPF, la presión política apunta al sector que opera en el área de Comunicación y Relaciones Institucionales, hasta ahora vinculada a Guillermo Garat, uno de los ejecutivos más cercanos al asesor libertario y otrora socios en la consultora Move. Lo propio ocurre en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), donde crece la desconfianza del entorno de Karina hacia el tándem que integran el jefe del organismo Sergio Neiffert y su hijo Lautaro. “Esa estructura se va a revisar”, reconocen fuentes del oficialismo, que usan la palabra “normalizar” como eufemismo de depuración.
Rosca judicial
La mira del karinismo estaría puesta principalmente sobre una cartera clave: el Ministerio de Justicia. Allí, la continuidad de Mariano Cúneo Libarona —que semanas atrás había puesto su renuncia a disposición— fue garantizada por los hermanos Milei, con un objetivo claro: bloquear el desembarco de un dirigente del PRO o de su segundo, Sebastián Amerio, amigo personal y alfil de Caputo, hasta hoy figura excluyente del oficialismo en los pasillos de los tribunales.
Se trata de una pulseada interna que se superpone con otra trama más inesperada. Según pudo saber elDiarioAR de fuentes involucradas, Karina Milei y Cristina Fernández de Kirchner mantendrían desde hace semanas un canal de interlocución reservado, mediado por los primos Martín y Eduardo “Lule” Menem. La negociación gira en torno a la designación de jueces y el reparto de influencia en el sistema judicial, con el ministro bonaerense Juan Martín Mena y la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti —formalizada hace un mes como integrante del Consejo de la Magistratura en reemplazo de Claudia Ledesma Abdala de Zamora— como enlaces del cristinismo.
Esa mesa paralela choca de frente con los planes de Santiago Caputo, que pretende seguir reservando esas tratativas para Amerio y un reducido equipo de operadores afines. Sin embargo, dentro del oficialismo, todos recuerdan un atecedente incómodo: el traspié que el asesor protagonizó el verano pasado, cuando fracasó en la negociación para colocar a los jueces Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla en la Corte Suprema. Aquel episodio, que terminó con un rechazo legislativo y un costo político elevado, se transformó en una marca interna. “Fue la primera vez que se lo vio vulnerable”, recuerda un funcionario.
¿Fin de la “diplomacia paralela”?
El lugar incómodo que hoy ocupa Caputo también puede repercutir en el frente externo. Durante meses, el asesor fue el nexo informal entre el Presidente y los Estados Unidos, a través del consultor republicano Barry Bennett y del polémico empresario argentino que reside en la Florida, Leonardo Scatturice. Entre los conocedores del paño, hay unanimidad en considerar que de esa conexión surgieron los encuentros con Donald Trump y el apoyo financiero del secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent. Pero su misión, al menos en el plano “diplomático”, parece ya haber finalizado: el hombre de las finanzas mantiene diálogo directo con el ministro Luis “Toto” Caputo, sin pasar necesariamente por su sobrino, el estratega libertario. En Washington ya identifican al “otro Caputo” como el contacto real del gobierno argentino.
La situación quedó aún más expuesta este martes, cuando Milei recibió en Casa Rosada al flamante embajador estadounidense, Peter Lamelas, en una audiencia de la que no participó el consultor. Sectores del oficialismo leyeron la foto como una señal del giro institucional que busca imponer la Cancillería, ahora a cargo de Pablo Quirno, y una muestra del achicamiento progresivo de la influencia que supo tener Caputo con su “embajada paralela” asentada en Miami.
En menos de una semana, Karina colocó a figuras de su confianza en dos de los puestos clave del gabinete y desplazó a los interlocutores que servían de amortiguador entre el Presidente y su entorno, como era el caso de Guillermo Francos. La llegada de Manuel Adorni a la Jefatura de Gabinete terminó de consolidar ese dominio, de la mano de un fortalecimiento de los primos Menem. Martín, confirmado al frente de la Cámara de Diputados, y “Lule”, como principal operador de la hermanísima, se convirtieron en los guardianes del nuevo orden libertario cada vez más endogámico.
Cerca de Caputo intentan minizar las corrientes en su contra, pero en los hechos el equilibrio cambió puertas adentro del “triángulo de hierro”. El monje del mileísmo, el operador que decidió hacerlo todo sin cargo ni firma, vive hoy bajo asedio, mientras Milei alterna entre la devoción intelectual que le profesa a su asesor y la dependencia emocional que mantiene con su hermana. En un gobierno que muta a cada semana, Karina es la única constante: la pieza que nunca se mueve y, a la vez, mueve a todas.
PL/CRM