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ENTRE NEGOCIOS Y VENGANZAS

Los Cantero, historia de una familia asociada con la violencia narco

Ariel Máximo “Guille” Cantero, líder de Los Monos.

Osvaldo Aguirre

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Se trata de un caso único en la historia criminal argentina: Los Monos, como se conoce al emprendimiento criminal desarrollado por la familia Cantero, llevan un cuarto de siglo de actuación ininterrumpida en la ciudad de Rosario. La continuidad de la banda y su resistencia ante las persecuciones judiciales y el encarcelamiento de sus líderes exponen tanto una clave del incremento de la violencia asociada con el narcomenudeo como una evidencia del fracaso de las políticas de seguridad implementadas en Santa Fe.

El registro más antiguo de las actividades de Los Monos remite al 27 de agosto de 1999, cuando la Policía Federal detuvo a Máximo Ariel Cantero, “el Viejo”, en una estación de servicio de Itatí, provincia de Corrientes, con 76 kilos de marihuana. Por esa causa recibió su primera condena, de cuatro años de prisión, pero entre 2000 y 2003 la banda libró un enfrentamiento contra otro grupo rival, Los Garompa, y terminó por imponer su hegemonía en un amplio sector de la zona sur de Rosario.

En su libro De ladrones a narcos. Violencias, delitos y búsquedas de reconocimiento (2022), un estudio sobre las transformaciones del crimen en Rosario, la antropóloga Eugenia Cozzi señala que el enfrentamiento entre Los Monos y Los Garompa “instauró un nuevo orden (en el ambiente del delito) a través del terror”. La consolidación de ese orden se asoció a cambios en la forma de relacionarse con la policía, que pasó del “arreglo” a “trabajar con la policía”, según los términos de los entrevistados por la investigadora.

El juicio a Los Monos que concluyó en 2018 mostró que eran los narcos quienes dirigían la sociedad y que miembros de la policía rosarina estaban subordinados a sus necesidades de información sobre competidores, prevención de allanamientos y lavado de dinero. Entre otros fueron identificados Juan Marcelo Maciel, de la Secretaría de Delitos Complejos, teóricamente encargada de investigar al narcotráfico, y Juan José Raffo, un oficial de policía de dilatada trayectoria en el delito y hoy con pedido de captura por su presunta participación en el asesinato del ex barra brava de Newell´s Nelson “Chivo” Saravia.

Nacido en Rosario, el 20 de junio de 1964, Máximo Ariel Cantero se identificó de ocupación cartonero ante la Justicia y de hecho fue detenido en 2015 cuando conducía un carro tirado por un caballo. “El Viejo” tiene 24 hijos con distintas mujeres. Uno de los más conocidos es Claudio Ariel Cantero, “el Pájaro”, cuyo asesinato el 26 de mayo de 2013 en Villa Gobernador Gálvez inauguró una saga de venganzas y perdura como un hito en la historia criminal de Rosario.

Una de las hijas de Cantero, de 13 años, falleció esta semana en el Hospital de Emergencias de Rosario por causas que no trascendieron. El velatorio se realizó en el marco de un fuerte operativo policial, después de la balacera contra una cochería que provocó reclamos de la Asociación de Empresas Fúnebres de Santa Fe.

Como resultado del juicio a Los Monos de 2018, el Viejo fue condenado a seis años de prisión. Era analfabeto y completó la escuela primaria en la cárcel de Piñero, donde cumplió la pena. Otra vez detenido en 2022, está acusado junto a su pareja Rosa Bibiana Montero como jefe de una organización que realizó balaceras contra estaciones de servicio, dos escuelas y un restaurante y por extorsiones y venta de drogas en la zona suroeste de Rosario.

“Se comportan como dueños del territorio y ninguna actividad puede tener lugar allí sin su venia, la cual conlleva un pago”, señalaron los fiscales Franco Carbone y Valeria Haurigot en la audiencia donde presentaron los cargos. En noviembre de 2022, Cantero fue imputado además por la violación de una adolescente mientras estaba en el pabellón 7 de Piñero; la menor era llevada por Montero a las visitas y sufrió los abusos entre los 13 y los 15 años.

Un modelo familiar

Las bandas que explotan el narcomenudeo y sus delitos derivados en Rosario están organizadas a partir de los vínculos familiares de sus integrantes. Los lazos de sangre son un reaseguro contra las delaciones y para la asistencia de los que están en prisión. Pero no se trata de los modelos tradicionales sino de familias ensambladas de modo múltiple, donde se valorizan lazos de parentesco que pueden ser remotos. La estructura de Los Monos parece un modelo de ese funcionamiento.

El núcleo de la banda surgió de la relación de Cantero con Patricia Celestina Contreras: en el hogar del barrio La Granada se criaron “el Pájaro” y Ramón Ezequiel Machuca, condenado a 36 años de prisión. El sello patriarcal del Viejo Cantero se advierte en la costumbre repetida de imponer sus nombres a los vástagos como hizo con Ariel Máximo Cantero, el “Guille”, el principal heredero.

Ariel Maximiliano “Chanchón” Cantero y Alexis Claudio “Tartita” Cantero cumplen condenas de prisión por distintos homicidios (en el caso del primero, el de un policía, el 22 de julio de 2019). El miércoles pasado fueron sentenciados a otros 6 años y 4 meses de cárcel por ordenar balaceras contra un domicilio de Garibaldi al 3400, donde querían instalar un bunker, y todavía esperan el resultado de una causa federal por narcotráfico. Macarena y Yoana Cantero, a su vez, fueron acusadas de hacer de testaferros para lavar dinero y lograron la eximición de prisión en la causa Los Patrones, llamada así por el apodo de un proveedor de marihuana.

Lorena Myriam Verdún, viuda del “Pájaro” Cantero, actuó en principio como frontwoman del grupo ante el interés periodístico y los reclamos judiciales. Entre enero y febrero de 2018 tuvo al menos dos reuniones con el falso abogado Marcelo D’Alessio y el agente de inteligencia Rolando Barreiro en las que según la investigación del juez Alejo Ramos Padilla deliberaron sobre un posible intercambio de favores: información sobre la policía de Santa Fe a cambio de mejoras en la situación judicial de Los Monos y acciones contra el grupo competidor de Esteban Alvarado. En enero de 2022, Verdún amenazó en medio de una audiencia al fiscal Matías Edery (“esto no va a quedar así”) y la Justicia Federal revocó la excarcelación que había recibido en una causa por narcotráfico, por lo que fue enviada a la cárcel de Ezeiza.

A los 19 años, Uriel Luciano Cantero, nieto del Viejo e hijo del “Pájaro” y de Verdún, también está preso y afronta acusaciones por homicidio, extorsiones y venta de drogas.  Fue detenido en enero de 2022, en posesión de un arsenal.

“Guille” Cantero, cuyo liderazgo parece en crisis ante la coyuntura, nació en Rosario el 14 de mayo de 1988. Cumple una condena de 96 años de prisión, por la acumulación de las sentencias de ocho juicios. Si la cifra no tiene parangón en la historia criminal argentina, es altamente probable que Cantero la supere incluso con las investigaciones que lo involucran en la trama del asesinato del músico Lorenzo “Jimi” Altamirano y en una organización que seguía sus instrucciones para vender drogas y cometer otros delitos en Villa Gobernador Gálvez y Arroyo Seco.

En agosto de 2022 la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario confirmó el procesamiento de Cantero y de Leandro “Pollo” Vinardi, entre otros, por el secuestro extorsivo del hijo de un empresario y por “comercio de drogas agravado por servirse de menores de dieciocho años, cometido con violencia e intimidación”. El juez Aníbal Pineda describió al grupo como “una organización de corte piramidal”, también dedicada a las extorsiones contra comerciantes mediante balaceras.

Vinardi, detenido en la cárcel de Ezeiza, es ahora protagonista de un conflicto que erosiona la estructura narco. Otro grupo que reconoce la autoridad de “Guille”, integrado por Rodolfo Masini, Leandro Vilches y Pablo Nicolás Camino le reclaman el pago de una deuda. La disputa es el trasfondo de los crímenes de Lorenzo Altamirano y de Yamil Brandon Ortigoza, ajenos a los hechos y asesinados al solo efecto de intercambiar amenazas entre unos y otros.

Las investigaciones recientes permiten vislumbrar que en el narcomenudeo rosarino rige el criterio de que quien pierde una carga de droga en un allanamiento debe hacerse cargo de los costos o atenerse a las consecuencias. Las diferencias económicas, entonces, agregan otro motivo a la violencia cotidiana. Ese sería el caso de los reclamos que enfrentan Vinardi y sus socios Damián Escobar y Cristian Avalle y también de las ejecuciones que padece la familia de Julio y Gonzalo Villalba, otros actores conocidos en el ambiente, después de que la policía bonaerense les incautó 12 kilos de cocaína.

En las escuchas telefónicas de la causa se advierte que Vinardi reconoce el padrinazgo de Cantero y se subordina a su autoridad (“está bien todo lo que vos quieras”), pero también reclama por la violencia de los rivales, presos en la cárcel de Rawson (“los apañás a ellos”). En la triangulación de llamadas que arma el circuito telefónico tumbero se aprecian también las dificultades de “Guille” para resolver el conflicto. Una fisura que podría resquebrajar el orden que su familia impuso a sangre y fuego hacia fines del siglo XX.

OA

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