La emergencia en discapacidad logró lo que ninguna otra ley había conseguido hacer desde que Javier Milei es presidente: sumar dos tercios en la Cámara de Diputados y voltear el veto presidencial. Con 172 votos a favor y 73 en contra, la oposición pudo darle una buena noticia a las decenas de familiares y personas con discapacidad vienen concentrando fuera del Congreso hace semanas: el primer paso, el más difícil, para insistir una ley que actualiza las pensiones por discapacidad y las prestaciones. La ley se girará ahora al Senado, donde la oposición confía en que tendrá los dos tercios.
Afuera, en la calles, las organizaciones estallaron en aplausos cuando el tablero de la Cámara de Diputados mostró el resultado: contra todo pronóstico, luego de dos intentos fallidos el año pasado —cuando Milei logró blindar los vetos al aumento a los jubilados y las universidades—, la oposición había logrado conseguir los dos tercios para voltear un veto de Milei.
Lo hizo por un pelo: el Gobierno logró asegurarse un blindaje de 73 aliados, compuestos en su mayoría por los propios —aunque no todos, hubo ausencias—, el PRO, los radicales “con peluca” y los diputados que responden a Rogelio Frigerio y Alfredo Cornejo.
El PRO escenificó en el recinto la fusión que selló con LLA en las listas electorales, aportando casi la mitad de los votos en contra. Cristian Ritondo, sin embargo, no logró ordenar a todo el bloque en defensa de Milei. Silvia Lospennato y Germana Figueroa Casas se abstuvieron, por más que estaban presentes en el Palacio, lo que habilitó que la oposición estuviera mas cerca de conseguir los dos tercios. María Eugenia Vidal se abstuvo. Y, por último, hubo cinco diputadas del PRO, como la correntina Sofía Brambilla, que votaron a favor.
La UCR, finalmente, terminó acompañando la ley. La única excepción fueron los mendocinos, Pamela Verasay y Lisandro Nieri, y el chaqueño Gerardo Cipolini, que cerraron acuerdos electorales con LLA.
El debate fue breve, apenas duró unas horas: la oposición sabía que el oficialismo apostaría a desvirtuar la sesión, por lo que el objetivo era sintetizar. Hubo dos ejes en los discursos: los más belicosos, que hicieron hincapié en los audios filtrados del director de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo, y los que apelaron a los indecisos, insistiendo en que era una ley que apenas representaba un costo fiscal -0,3% del PBI- y que la emergencia de las personas con discapacidad era absoluta.
“La situación es desesperante. Se está cayendo el sistema. Nadie sabe qué hacer. No acceden a medicamentos, ni al transporte, no funcionan los comedores dentro de los institutos. La ley acomoda el nomenclador, es razonable. Háganlo funcionar porque esto no da más”, exclamó uno de los impulsores de la ley, Daniel Arroyo.
“Hay un solo responsable de que estemos en esta situación y es el presidente, que decidió hacer el ajuste fácil sobre los más vulnerables”, sumó la radical Danya Tavela.
La defensa del veto, mientras tanto, quedó en manos de Santiago Santurio, que apostó a apuntar los cañones contra el kirchnerismo. “El que hable de empatía, ese es el traidor”, declaró, parafraseando la película El Padrino, y agregó: “Yo voy a votar en contra del kirchnerismo”.
Crónica de un fracaso
“No hay definiciones, no resuelven”, se quejaba un aliado del Gobierno el martes bien tarde a la noche, apenas unas horas antes de que comenzara la sesión. El malhumor se extendía como pólvora entre radicales, PRO y fuerzas provinciales que se debatían entre el deseo de hacer buena letra con el presidente y la presión social de las organizaciones y familias de personas con discapacidad. Muchos habían cerrado alianzas electorales y se daban por satisfechos, pero muchos habían sido desplazados por Karina Milei de los armados locales y necesitaban una excusa, cualquiera, para justificar su acompañamiento.
El anuncio sobre la hora del vocero Manuel Adorni, que prometió que el Gobierno “consideraría” hacer un aumento de las prestaciones, no había ayudado para mejorar el humor. “Les pedimos que actualicen el nomenclador, el costo es mínimo, pero entre una salida racional o una ideológica prefieren una ideológica”, mascullaba una dirigenta del PRO, sorprendida ante la falta de respuesta del Gobierno.
Martín Menem apostó a convencer a los fieles a que no dieran quórum, primero, y a que hicieran tambalear el tratamiento de la ley, después. Ambos intento fracasaron rotundamente.
El quórum, pese a los retrasos de los vuelos por el temporal, se consiguió con facilidad. La oposición consiguió 136 presencias, y no solo entre los más “duros” (como el peronismo, el pcihettismo de Encuentro Federal o la izquierda). Colaboraron también los salteños de Gustavo Sáenz y los tucumanos de Osvaldo Jaldo: dos gobernadores que fueron aliados durante la primera etapa de gobierno de Milei y que, ahora, se ven obligados a diferenciarse de LLA en el marco de la campaña electoral.
Al malhumor por la falta de respuestas del Gobierno se le sumó el enojo de los heridos de los cierres de listas para las elecciones de octubre: el caldo de cultivo ideal para que la oposición pudiera habilitar la sesión. Hubo, además, mucha mala praxis política por parte del propio oficialismo, quien ni siquiera pudo controlar a los propios.
Marcela Pagano y el puntano Carlos D’Alessandro, que fue desplazado del armado libertario en San Luis, dieron quórum para la sesión y votaron a favor de tratar el proyecto sobre tablas. Ese fue el último intento fallido de Menem para boicotear la insistencia de la ley: exigir dos tercios para abrir el debate porque el proyecto no tenía quórum, una estrategia destinada a forzar algunas ausencias que sabía que, cuando llegara el momento de la votación, no se animarían a votar en contra de la ley.
Tuvo éxito en algunos casos: Florencio Randazzo, que está encabezando la lista de diputados nacionales de Provincias Unidas en PBA, se levantó y se fue al momento de la votación. Tenía un almuerzo. Lourdes Arrieta, que también ayudó con el quórum y después votó a favor de la ley, se levantó en el momento de la votación y volvió después de que el tablero mostrara que había dos tercios.
“Nos fallaron los propios”, manifestó, molesto, un alfil de LLA. En efecto, a la sublevación de D’Alessandro y Pagano se le sumaba dos ausencias claves: la de Alida Ferreyra y Gerardo González. Dos desmanejos del propio del oficialismo que habían habilitado, sobre el final, que la oposición consiguiese voltear un veto en la Cámara de Diputados por primera vez en la era Milei.
MC/JJD